Par(r)a ganar el Premio Cervantes
Por Josefina Marambio Márquez.
Para los chilenos, el 2011 ha sido un año de grandes pérdidas literarias: en abril falleció el destacado poeta Gonzalo Rojas, en septiembre el periodista y escritor José Miguel Varas. Los amantes de la literatura chilena temíamos que en cualquier minuto nos dejara otro de los grandes: Nicanor Parra. Hasta el presidente Sebastián Piñera se equivocaba en 2010 y lo daba por muerto en un discurso. Sin embargo, hoy 1 de diciembre de 2011, Nicanor Parra se ha encargado de recordarnos una vez más que él siempre va en contra de las tendencias: mientras algunos importantes escritores chilenos fallecen, él está más vivo que nunca y recibiendo el galardón más importante de las letras hispanas: el Premio Cervantes. Anteriormente, solo dos chilenos habían obtenido este reconocimiento, Jorge Edwards en 1999 y Gonzalo Rojas en 2003.
Nicanor Parra nace en 1914. Realizó estudios de física en Estados Unidos, regresando a Chile en 1954. Comienza a publicar sus obras en 1938, con ‘Cancionero sin nombre’. Recién en 1954 volverá a publicar ‘Poemas y antipoemas’ y después de eso nada lo detendrá: ‘La cueca larga’ (1958), ‘Versos de salón’ (1962), ‘Obra gruesa’ (1969), ‘Artefactos’ (1972), ‘Hojas de parra’ (1985) y tantos otros títulos que forman parte de una lista bastante extensa. Parra recibió el Premio Nacional de Literatura en 1969, y posteriormente, en 1972 fue postulado por primera vez al Premio Nobel de Literatura. Sus admiradores creen que vivirá hasta que se lo otorguen.
AUTORRETRATO
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
De ‘Poemas y antipoemas’ (1954)
Más sobre el poeta | Nicanor Parra
Poema vía | Nicanor Parra
Imagen vía | Nicanor Parra