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Carlos Sorín: “La locura es un gato negro en acecho”

Por Luis Muñoz Díez.

Fotografías: Luis Muñoz Díez.

 

En Casa de América nos recibe el cineasta Carlos Sorín. Nacido en Buenos Aires, en 1944, está en España para presentar su película El gato desaparece (2011) en las salas de cine y en la sección oficial del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. El gato desaparece (2011) es la séptima película del autor de Historias mínimas (2002).

 

Para leer esta entrevista es indispensable acercarse un poco a la personalidad de Carlos Sorín y no sólo a su filmografía, hay que conocer la vitalidad, elocuencia y cercanía con la que habla de él, de sus películas o de los clásicos que influyen en su cine, lo hace con una sinceridad que sólo se permiten los grandes, se desnuda de cualquier artificio, mostrándose tal y como es, manifestando sus dudas, sin miedo, ni merma de sus muchas cualidades y desde el principio, quizá para vestir su sinceridad se arropa de una risa que a veces llega a ser carcajada. No en vano se manifiesta admirador de dos cineastas burlones y geniales como son Alfred Hitchcock y Román Polanski, dos cineastas juguetones con el público, sarcásticos, con un sentido del humor muy particular en sus lecturas de los avatares de las zonas más oscuras del ser humano.

 

 

¿Por qué un thriller clásico, tan ajeno a una cinematografía tan fresca como es la de Carlos Sorín?

En cierto momento yo estaba trabajando en un libro de Carver, que voy a filmar ahora en febrero en la Patagonia, negociaba los derechos del cuento, que daba pié a ese guión y me pidieron una cantidad que sólo pueden pagar en Hollywood. Estuve mucho tiempo negociando y pensé que estaba perdiendo el tiempo y tenía el dinero de la película anterior, me dije “no voy a seguir esperando”, y ahí surgió la idea de hacer una película de género, no va a ser un cambio en ni carrera, de hecho ya vuelvo a la película que estaba trabajando antes, si no como un desafío personal, como un ejercicio de estilo en un tipo de género que es tan cinematográfico como es el suspenso, y tan lejos de mí. Ese era el desafío tan diferente al cine que yo hago, en su concepción, en el tratamiento de los personajes, todo distinto, y era ese el cine que admiré cuando era adolescente y me dije “por qué no”.

 

Pero el personaje de él es muy característico del cine de Carlos Sorín, ¿no?

Sí, en algo me reconozco en esta película, a pesar de las diferencias, a pesar de todas las diferencias. Es una película que apuesta por lo gestual absoluta y totalmente, aparte de la primera secuencia en la que necesito pasar toda la información junta en esa reunión de psiquiatras y el juez, a partir de ahí la película vuelve al terreno de lo gestual que es el terreno en el que yo me siento cómodo, porque es el más ambiguo y para una película de suspenso es más interesante todavía, y especialmente contando con dos actores como Luis Luque y Beatriz Spelzini, que trabajan el rostro que es una maravilla, la cantidad de matices de la cara del personaje de la mujer no podría ser posible sin el rostro de la actriz. Pero al mismo tiempo me sentí constreñido y liberado al entrar en un género. Un género es algo que ya se ha hecho, se transita un camino que ya ha sido transitado y la gente lo sabe y uno lo sabe y tienes que responder a lo que el espectador espera. El cine que yo hago normalmente es otro tipo de cine, es más personal, y cada película es un desafío que nunca se sabe a donde va a ir a parar. En un thriller se transita por una autopista que mucha gente ando ya por a allí y el publico lo sabe, y eso es lo interesante. Es una película construida, mis películas no son construidas. El proceso de mis películas es la deconstrucción, yo empiezo con un guión y ese guión lo empiezo a depurar y voy sacándole cosas. Pero en esta película no es así, todo es una ingeniería narrativa y no sé si funciona o no funciona. La apuesta era hacerla como lo hacían los maestros, hay un guión sólido que está pensado en función de una eficacia que es que el espectador –se ríe y continúa hablando-, no se mueva durante los noventa minutos que dura la película de su butaca, de eso se trata. Respeté ese guión en todas las instancias, cosa que yo nunca hago, me sentí por un lado constreñido, pero por el otro cómodo porque estaba haciendo algo que otros ya habían hecho y muy bien.

 

Entre los clásicos tendrás tus preferencias y referencias.

"Extracción de la piedra de la locura" de Hieronymus Bosch

Obviamente Alfred Hitchcock, que es el que investigó sobre el género, es el que teorizó sobre el género e inventó el género, y de Hitchcock rescato algo que es maravilloso y que he querido salvaguardar en esta película, que es esa mirada burlona que está detrás. Nunca es totalmente serio, siempre es él que está guiñando el ojo detrás. Para mí esa es su esencia, para él el cine es un juego. El tema no tiene importancia, es un juego con el espectador, y que el espectador se presta perfectamente aunque le engañe y se hace cómplice. Tiene una frase genial que tiene mucho que ver con esta película, le dice a Truffaut  “los que piensan que Psicosis (1960) es una película sobre la locura, se equivocan. Psicosis (1960) es una película sobre el cine, es una película que nos pertenece a nosotros los cineastas”, y uno cuando hace Psicosis (1960), Hitchcock dice sentirse cómo el organista de una iglesia que desde un pequeño teclado hace sonar las grandes pipas de la catedral, que son la audiencia. Él maneja a la audiencia, y eso es Hitchcock, esa mirada burlona, ese rostro impávido que siempre aparece, y yo intenté rescatar eso en El gato desparece (2011), en última instancia todo es lúdico en una película de Hitchcock, por lo tanto era obvio y entendible que me iba a influir, pero hay otras muchas películas que me han influenciado mucho, y he visto tantas películas… unas son mas próximas, y yo lo sé y las tengo muy presentes, después de haber visto tanto cine de vanguardia, especialmente en Latinoamérica, que hay mucho en donde uno ya no sabe qué está bien, qué esta mal. No sabes si es arte o no.  Ver la penúltima película de Polanski, El escritor (2010,)  es como escuchar a Mozart o escuchar a Brahms.  Es lo incuestionable de un maestro, eso fue tal placer que me dije “tengo que hacer un cine así, con esa solidez, en que cada cosa esté puesta, porque tiene que ser así, y está todo medido, está todo controlado y por eso es un maestro”. Vi tres veces la película, y una de ellas sólo por el placer de ver como ponía las situaciones en escena. Es un placer, te quedas parado al ver la solidez del cine clásico que todavía tiene mucho que decir y al ver la película quise parecerme, aunque fuera lejanamente, a eso.

 

El gato desaparece (2001) tiene en común con el cine de Polanski la mirada a unos personajes que sólo se exponen sin juzgarlos. A mí, en la película me resulta más simpático él que ella. Ella está aterrorizada y él parece tan feliz, cuando ella le propone que haga el ceviche él feliz corta el pescado de una forma tan precisa que dudo si le va acuchillar o envenenar, pero se le ve tan contento…

Claro –vuelve a reír con ganas-, no hay antecedente, primero prepara el ceviche y luego estrangula a toda la familia. ¿Te acuerdas de una película que se llamaba Montenegro que cantando y llena de bondad envenena a toda la familia?

 

O El cochecito (1960) que es un ejemplo de cómo se puede sentir simpatía por un anciano que ha asesinado a toda su familia.

El cochecito de Ferreri, con guión de Azcona es maravilloso. Él quería el cochecito, no pretendía otra cosa, no había maldad, y ese final en que se va de excursión con sus amigos en el cochecito y la cámara se echa para atrás y aparece la guardia civil…

 

Yo vi la película de pequeño, y me daba mucha pena el viejito que por no ser paralítico no le compra la familia una sillita de ruedas, y el pobre se queda sin amigos, yo veía necesario que envenenara a toda la familia, el pobrecito no podía ir de excursión con sus amigos.

 

En El gato desaparece (2011), juegas con el miedo que todos sentimos por la locura.

Sí, imaginemos que nuestra pareja, en este caso su marido, ha estado internada seis meses por un brote psicótico con violencia. Una cosa imprevisible, y después de seis meses vuelve a casa y la primera noche no es una noche común -vuelve a la carcajada-, ella tiene miedo y esa es la ventaja que yo tenía, el espectador se pone rápidamente en situación.

 

Yo lo confieso, la gente no se atreve, a mí me da miedo la locura y los locos.

Claro que dan miedo, no te dan miedo los enfermos, pero el loco te da miedo y esto es atávico, con el loco no se tienen códigos compartidos, la locura no tiene límites.

 

No se acepta como una enfermedad, produce un recelo atávico…

…y se asocia la locura a la violencia no contenida, y hay locuras graciosas, y aún esas son sospechosas de extravagantes, pero hay una zona que despierta gran inquietud, y en los casos que yo vi hay gente que vive 20 años con una persona y de repente esa persona es una fantasía, y de repente esa persona empieza a tener una conducta errática, pero ¿cómo, si está al lado mío?, no es el vecino, vivió conmigo veinte años. Cómo afronto una relación después de lo que se supone es una curación.

 

 

La vida es así, los acontecimientos no avisan, nadie va con un cuchillo alzado dispuesto a matar. Los hechos ocurren, cuando ocurren. Ni antes ni después.          

Sabes, eso lo estaba comentando con mi hija, porque la locura es algo que puede llegar de golpe, que puede suceder en una mente totalmente racional, trabajada, elaborada, como la mente de un profesor o un filósofo, que se supone que son las grandes mentes, y sin embargo la locura es un gato negro en acecho, ¿no es cierto?, pero al mismo tiempo la locura es un concepto histórico, cultural y dinámico. Lo que es locura hoy no lo era en el siglo XVI, y lo que era locura entonces, no lo es ahora, porque la locura a veces no es un estado permanente. Se pueden dar reacciones psicóticas en un individuo normal o reacciones normales de un individuo psicóticos, y los límites entre lo que está sano y lo enfermo son muy difusos, son móviles. Son móviles, entonces cualquier síntoma puede ser el inicio de algo. Estas locuras que no tienen una razón física, neurológica, es la que me interesaba y trato de explicar en la película. Me interesa la locura que se produce en el mismo sistema mental, que son casi abstractas -se ríe-, a donde la psiquiatría no puede acceder, tsunamis de desajuste, son como los virus de la computadora, no es asumible por la computadora pero es algo que produjo el mismo sistema, esas locuras meten miedo -se ríe, quizá para exorcizar ese miedo-.

 

Me decías que de esto hablabas con tu hija, ¿qué me dices de la hija de la película?, pasa de la situación, no ayuda en nada y tacha a la madre de loca.

Las hijas son así, mi hija es así, las hijas son así, son todas así –cada afirmación la refuerza con sus risa contagiosa–, sí, son todas así.

 

Ósea que es un reflejo de que con los hijos no se puede contar para nada

-Carlos pasa de su sonrisa, que a veces no disimula ni cuando habla, a una rotunda carcajada- No, no, yo que tengo cuatro hijos…

 

A mi me llegó al alma la falta de empatía ante un caso tan…

continua riendo con una risa contagiosa-  Tengo dos hijas y dos hijos.

 

Igual que yo.

Pues ya sabes. Yo creo que para ciertas cosas no puedes contar. Si hay un problema sí, y eso yo lo sé, pero en los problemas de la vida cotidiana no -vuelve a la carcajada-, no puedes contar, “no jodas viejo”, pero son así y es lógico, cada uno vive en un universo propio y fuera de ese universo no existe nada.

 

No es muy cotidiano que tu marido sufra un ataque psicótico y tú estés en un ¡ay!,  ¿cómo te  documentaste?

La piedra de la locura

El tema es el siguiente, cuando uno trabaja el universo de de la locura en una narrativa todo puede volverse demasiado fácil,  porque la locura, al no tener lógica y cualquier cosa que se me ocurra lo puedo poner, pero eso, narrativamente, es un facilismo peligroso. Traté de que la película tuviera rigor, no, no todo vale. Trabajé con dos psiquiatras y conocí casos muy parecidos cuando estaba trabajando el guión para poder saber cómo funcionan esos pacientes exactamente, la película tenía que ser rigurosa, y conocí a través de los psiquiatras, no personalmente, dos casos muy parecidos. Uno de los casos era un ingeniero, un hombre de cultura, un hombre socialmente agradable, de muy buena posición económica, casado con una abogada, una vez, de vacaciones, comenzó a tener algunas conductas erráticas, no había antecedente, no es que venga de a poco, con una relación de 20 años y en tres días desembocó en una crisis psicótica y lo internaron, y el problema empezó cuando le dieron de alta, de ahí sale el tema de la película.

 

El miedo a la locura es universal, puedes tener una pesadilla, y al despertar no sabes si las cosas son reales y produce miedo, esa zona entre lo racional y lo psicótico es una línea muy fina, además los árboles no te permiten ver el bosque cuando se convive con alguien.

Si, y no solo eso, si no que el concepto actual psiquiátrico de la locura no se circunscribe al individuo si no que es el contexto en general, cuando hay un caso de locura en general es porque el contexto está enfermo, porque su familia está enferma. El individuo es un emergente de esa situación, al menos yo lo creo, y es el concepto de la psiquiatría actual. Figúrate los tratamientos actuales, salvo casos muy extremos, son tratamientos familiares, donde la familia y la pareja interviene y forma parte del proceso de curación. No son aislamientos cerrados como eran antes, si no que se considera que el psicótico es producto de un medio. Un medio familiar, el más inmediato, un medio laboral o medio social en el cual emerge la locura, y los tratamientos son con el grupo familiar.

 

Ósea que ahora la ciencia avala la acusación de “me estáis volviendo loco”.

En estos casos, primero se estudia si es un trastorno neurológico, si se debe al consumo de drogas, después se busca en la transmisión genética y se acaba estudiando el medio social, el contexto familiar, donde se ha producido el brote psicótico. Es muy difícil que en un contexto sano familiar, y el concepto sano es entre comillas, el tema de salud es un concepto dinámico y en el entorno es donde se ha producido es donde hay que buscar.

 

¿El final lo has tenido siempre claro?

No, yo termine el guión y no sabía como iba a terminar la película, pero la película no podía terminar con ellos yéndose a Brasil, con un happy end, porque hubiera defraudado al espectador. Un thriller no puede terminar con un happy end, tenía que tener un final, y en ese momento leo en Internet que en Nueva York estaban haciendo un juicio condenando a un cocinero que había tenido cinco años a su esposa cortada en un frigidaire -le da la risa ante el disparate-, y me pareció que este era el final.

No, no tenía el final y tuve que cambiar varias veces el sonido del teléfono. Lo intenté con “Para Elisa”, con el sonido de un gayo, quedó la risa y a cabe poniéndome unos anteojos porque hacía pases privados y la gente no se daba cuenta. Me cuesta ser obvio, pero  bueno, había que terminar la película.

 

Los protagonistas son el loco, su mujer, el gato que desaparece y la casa.

La casa fue producto de la casualidad agradecida, yo buscaba en principio una casa como uno se imagina para una película de suspense. Una casa oscura, una casa más como el castillo de Psicosis (1960), buscaba esa casa con la directora de arte y después apareció esta casa que vimos y nos miramos y nos dijimos “y por qué no”. Una casa constructivista de los años cincuenta, que todavía tenía el mobiliario de los cincuenta. Era una casa muy simple, muy amplia, muy luminosa, con muchos espacios, con un arriba y abajo. Una casa totalmente opuesta a lo que buscábamos, pero yo creo que por eso funcionó. Cuando el suspense o el terror es a pleno día resulta más terrorífico, ¿no es cierto? Una casa tan luminosa tenía una cantidad de posibilidades para la puesta en escena. Piensa que la película transcurre en un 70 por ciento en la casa y tenía que respirar la película, no tenía que sentirse apretada y la casa fue producto del azar.

 

Una casa minimalista, sin ningún simbolismo, lineal… es igual de abstracta que la locura.

 Además, había elegido rodar la película e cinemascope, que es contraindicado y que tenía su riesgo. Un formato largo, si filmas en el desierto o en la Pampa, es magnífico, pero filmar en una casa con ese formato era más difícil, y esta casa se adaptó muy bien, porque aunque hagas primeros planos siempre tienes espacios atrás y le da una zona de misterio al pensar ¿quién va a aparecer por ahí? La casa era de una riqueza absoluta. Ahora la están tirando abajo, está en una zona de alto valor inmobiliario, y esas casas ya son imposibles de mantener.

 

¿Por qué elegiste el formato de cinemascope?

Creo que fue una decisión irracional, sí. La ventana (2009) era una película que yo iba a rodar en digital, era mi primera película en digital y había comprado la cámara, y al final la rodé en 35 mm porque me cuesta irme al digital, entonces me dije  “La ventana (2009) será mi última película rodada en 35mm”, pero llegó El gato desparece (2011) y pensé en hacerla en digital y decidí que no, además, como era una película clásica, o al menos pensaba que debía ser una película clásica, pensé “voy a filmarla en35 mm y no sólo eso si no que en cinemascope”, como para reafirmar el carácter clásico de la película, ósea, contra lo digital, y yo sabía que era un desafío y no creo que vuelva a filmar nunca en cinemascope y tuve que aprender muchas cosas. La puesta en escena en esos espacios tan largos es distinta a la forma que yo trabajaba el encuadre de las situaciones, fue un desafío toda esta película, fue un desafío en ese sentido estilístico, digamos.

 

¿Cómo ve el cine en 2011 Carlos Sorín?

El cine está viviendo una época convulsionada desde el punto de vista artístico, y de estos movimientos telúricos emergen grandes cosas, y una convulsión es el resultado comercial por el desembarco de Internet. La cinematografía será un desquicio, pero el inicio de algo más grande, una cinematografía mundial en donde los estrenos van a ser virtuales, e indudablemente el camino es ése, pero este fenómeno está haciendo que aparezcan cinematografías que no se veían y que son muy interesantes, como la rumana o la coreana, donde empiezan a aparecer autores muy importantes, y la ventaja que da la tecnología, porque tú ahora puedes contar una historia con una camarita como la que estás usando para hacerme la foto, es un fenómeno totalmente positivo, ayuda a que todo el mundo pueda escribir, aunque claro todo el mundo no lo hará bien…

 

Con este mensaje optimista cierro la entrevista y me despido de Carlos Sorín hasta el año que viene que volverá a presentar su nueva película, y yo quiero hacer notar que esta entrevista no hubiera sido igual sin Pedro Moral.  

 

 
 

El gato desaparece (2011) se estrenó el viernes 28 de noviembre de 2011.

 
 

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