No te signifiques (38)
Por Jorge Díaz.
– ¿Quién ha roto el cristal?
– Yo no he sido.
– Te voy a hacer pasar por la máquina de la verdad y como hayas mentido vas a estar castigado hasta que las ranas críen pelo…
– No, mamá, la máquina de la verdad no, que pica.
– ¿Ya estamos con la misma tontería de siempre? Ni la máquina de la verdad ni los jerséis de cuello alto que te hace tu abuela pican…
Los jerséis picaban, menos mal que las abuelas ya no tejen; la máquina de la verdad no lo sé, con tanto cable, pero podría formar parte de las nuevas pesadillas infantiles…
– Es que me madre me conecta los electrodos todas las noches y así no hay quien coja experiencia en la vida…
Contador se va a Suiza, que quieren allí saber si se dopaba o no. No sé, yo me creo lo del filete hormonado pero los franceses andan mosqueados porque les ganamos a todo, creo que hasta a la petanca. Ya se sabe que los franceses son muy suyos con la grandeur y la petanca y les molesta perder. Ahora también dicen, con esa ironía tan suya, que hemos descubierto la poción mágica.
– Nadal es la prueba, se cayó de pequeño en la marmita.
La prueba principal que presenta Contador contra los que le acusan de tramposo es que la máquina de la verdad ha dicho que no, que él no se ha hecho autotransfusiones.
– ¿Y eso es científico?
– Qué quieres que te diga… Peor es lo del horóscopo y la gente se lo cree.
Intento imaginarme el momento de la prueba y me cuesta.
– Alberto Contador, ¿te ponían inyecciones para subirte en la bici?
– No, fue un filete.
– Alberto Contador ha contestado que no, que fue un filete, sabremos si miente a la vuelta de publicidad.
Cuando yo era pequeño, la máquina de la verdad se usaba para los espías rusos, como mucho, y sólo en películas muy malas. Ahora es como un robot de cocina, que lo mismo pica, que bate, que emulsiona… Y tendrá una base científica, que no digo yo que no, pero sacarla en los programas de la tele no es una ayuda para su credibilidad. Y las agujas que oscilan, iguales que las de los sismógrafos, tampoco me causan un respeto reverencial. Lo veo un poco inconsistente para cosas serias. Con lo que ha avanzado la informática y las mentiras y los terremotos se siguen midiendo con agujas… Muy mundo del espectáculo.
– ¿Se ha acostado usted con Bárbara Rey?
– No.
– La maquina dice que la entrevistada miente. Sí se ha acostado con Bárbara Rey…
Si yo me hubiera acostado con Bárbara Rey en sus buenos tiempos, cosa que desde ya y sin máquina digo que no, también me gustaría que ahora me hicieran pasar por la máquina de la verdad, para presumir.
– ¿Se ha acostado con Bárbara Rey?
– No.
– Miente.
– Bueno, a lo mejor alguna vez… Han sido tantos los mitos sexuales que han pasado por mi vida… Lo único que puedo decir es que ella quedó satisfecha…
Eso te da caché. A una periodista del corazón, de esas que salen en programas en los que todo el mundo habla a la vez, le han preguntado, enchufada a la máquina, si se ha acostado con Bárbara Rey. Qué suertuda. Encima la máquina ha dicho que sí. A mí que me lo pregunten, si la máquina dice que no, ya me encargaré de dudar de su eficacia.
– ¿Sabes quién ha sacado libro? El escritor ese que ha estado con tantas famosas…
– Voy corriendo a comprarlo.
Quizá no funcione así el marketing, pero por intentarlo…
Lo que ha cambiado para siempre con la máquina es la confidencialidad.
– ¿Me guardas el secreto?
– Siempre y cuando no me pregunten conectado a la máquina de la verdad, entonces no sé si podré.
Salió también en la tele que hay empresas que se reservan el derecho de hacer pasar a sus empleados por la máquina de la verdad y se lo hacen firmar en el contrato. Hacen bien, en cualquier nevera común los empleados se roban los yogures unos a otros.
– Ruiz, atienda bien a la pregunta y conteste, ¿usó usted la mayonesa baja en calorías de Povedilla?
Un abogado no demasiado bueno gana en Magistratura y consigue que lo declaren despido improcedente, seguro. Por mucho que bailen las agujas.
Supongo que dentro de poco habrá máquinas de verdad en las calles, igual que antes había fotomatones. A cambio de unas monedas estarás seguro de la sinceridad del ser amado.
– Cariño, yo no me he acostado con Bárbara Rey.
– ¿Estás dispuesto a decírmelo en la máquina de la verdad?