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Entrevista a Ana Campoy

“Procuro transmitir lo que siento de un modo que “se vea”
 

Por Anabel Sáiz Ripoll.

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Entrevistamos a Ana Campoy (Madrid, 1979), la joven autora de Las aventuras de Alfred & Agatha, de las que, hasta el momento, se han publicado dos títulos, Los diez pájaros Elster y El chelín de plata. En estas historias, Ana Campoy ha conseguido hermanar dos de sus intereses, el cine y la literatura. Nos acercamos a Ana Campoy para charlar con ella de estos libros y de otros muchos aspectos. Las respuestas, muy generosas, nos muestran a una mujer apasionada por su trabajo y convencida de la importancia de la literatura infantil y juvenil.

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P. ¿Desde cuándo te dedicas a la literatura infantil?

R. Siempre fue una inquietud presente en mi vida, porque me encantan los libros para niños, los cuales seguía leyendo de adolescente e incluso ya adulta. Me especialicé más en cine, ya que estudié Comunicación Audiovisual. Pero no fue hasta hace cuatro o cinco años cuando decidí plantearme en serio volver a escribir. Me sumergí de lleno en este mundo y decidí crecer y formarme en él. Hay mucho trabajo por delante si uno quiere tomarse esta profesión en serio.

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P. ¿Eres una buena lectora? ¿Qué ingredientes crees que han de tener los libros destinados a los niños y jóvenes?

R. Considero que para dedicarse a esto de la literatura uno ha de leer todo lo que pueda y más. Y no solo debe devorar libros, sino también ver películas, series… Cualquier obra que se sustente sobre una estructura narrativa. Procuro tener múltiples referentes. Esta profesión está en desarrollo constante y hay que estar al día.

Respecto a la literatura para niños y jóvenes creo que merecen el mismo respeto que un lector adulto. Se merecen que hagamos bien nuestro trabajo, que les ofrezcamos tramas inteligentes, buenos personajes y lecturas con las que puedan identificarse y disfrutar. Exactamente igual que con los mayores.

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P. ¿Cómo surgió la idea de Alfred y Agatha?

R. Todo parte de una anécdota real protagonizada por el propio Alfred Hitchcock. En el libro Conversaciones con Hitchcock escrito por François Truffaut, Alfred comentaba que de pequeño su padre le metió en la cárcel a modo de castigo. Es un punto de partida ideal que fue creciendo a medida que investigaba sobre su vida y su obra. Y gracias a otros referentes como las películas El secreto de la pirámide o Mary Poppins, llegó la idea de incluir a Agatha y desarrollar ambos personajes.

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P. Comenta qué admiras de los dos personajes protagonistas de tus dos últimas novelas.

R. Sobre todo admiro su capacidad de crecer y de desligarse de los referentes reales. Al principio Alfred y Agatha estuvieron inspirados en Hitchcock y Christie de una manera muy íntima, pero a medida que sus historias van sucediéndose y sus tramas van avanzando, he llegado a la conclusión de que los dos han conseguido hacerse con una personalidad propia.

Ambos me caen bien. He intentado darles atributos lógicos basados en lo que se cuenta en sus biografías. Agatha y Alfred están vivos, tienen capas. Diría que casi pueden respirar. Van superando sus temores y están cobrando vida de manera sorprendente. Poca gente sabe cómo era Hitchcock en la vida real. En cambio sí puede saber cómo es la personalidad de Alfred.

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P. ¿Estás pensando en nuevas aventuras de estos dos personajes?

R. ¡Por supuesto! Hay Alfred y Agatha para rato. De hecho, ya hay escrita una nueva aventura que verá la luz la próxima primavera. Y en estos momentos me pillas escribiendo la siguiente.

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P. Comenta qué valor das tú a los premios literarios.

R. Los premios son un modo de dar a conocer la obra de un autor y de promocionarle en el mercado. Por lo tanto, son importantes, claro que sí. Pero creo que no debemos sentarnos en nuestra butaca de casa y tirarnos a la bartola a esperar que nos lluevan los premios. La obligación de un escritor es escribir (tal y como dice Sir Arthur en El chelín de plata, jaja), y cuando acaba con un texto ha de ponerse de inmediato con el siguiente.

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P. Si tuvieras que calificar o definir tu literatura, ¿ cómo lo harías?

R. Yo creo que mi modo de escribir tiene mucho que ver con esa formación cinematográfica que he comentado antes. Concibo el arte de contar historias como un todo en el que cualquier referente tiene cabida. Como provengo de guión,  primero estructuro antes de ponerme a escribir nada y después me lanzo a contarlo. Y respecto al estilo… tal vez soy bastante visual. Cuando escribo es como si tuviera una cámara en la cabeza. Y procuro transmitir lo que siento de un modo que “se vea”.

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P. ¿Cómo se te ocurrió que Conan Doyle apareciera en la segunda entrega de las aventuras de Alfred y Agatha?

R. Mi relación con Conan Doyle es tan casual que podría contarse en otra novela. Su implicación en el segundo caso de Alfred y Agatha fue a raíz de una anécdota que leí en un artículo de prensa. En él se explicaba que cuando Agatha era adulta, desapareció sin dejar rastro durante unos días, y que como Conan Doyle era consultado por la policía en los casos difíciles, fue uno de los encargados de buscarla. Al final este hecho real no aparece en la historia, pero sí que fue un punto de partida del que ir tirando.

Y lo que te contaba respecto a Doyle y a mí misma es que, por azares de la vida, los dos compartimos la misma casa. La explicación es que con 19 años me fui a estudiar a Edimburgo y curiosamente, el edificio en el que yo vivía, perteneció a la familia de Doyle en el siglo XIX. Así que puede decirse que fuimos compañeros de piso, aunque en diferentes épocas, eso sí. Me parece un detalle muy casual y muy mágico que años después yo haya acabado escribiendo una novela en la que él apareciera.

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P. ¿Has visitado los escenarios que aparecen en tus novelas? ¿Crees que es necesario hacerlo?

R. Siempre que escribo necesito meterme en la piel de los personajes. En su entorno, en lo que perciben, sienten, piensan, huelen… Es algo que me queda de los años en los que hacía teatro. Una especie de Stanislavski literario. Para eso es muy útil el Google Street View, que no es por hacer publicidad, pero me parece una herramienta maravillosa en estos casos. Los escritores del siglo XXI somos muy afortunados de contar con algo tan eficaz como Internet para documentarnos. He estado en Londres un par de veces, y la última procuré visitar aquellos entornos en los que me había inspirado para situar las novelas. Aunque también he de decir que la realidad a veces decepciona. Ese Londres de 1910 no tiene nada que ver con el actual, aunque hace ilusión visitarlo. A veces lo que te imaginas en la cabeza es más poderoso y tiene más fuerza. Y con eso te quedas.

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P. Cuando escribes, ¿piensas en la edad del lector o crees que eso es secundario?

R. Siempre has de procurar amoldar lo estrictamente técnico del lenguaje a la capacidad lectora del niño. Y por supuesto, la temática. Hay analistas de literatura infantil que basan sus trabajos en esto, ya que la mente literaria de un niño aún está por formar. Considero que la literatura infantil merece ser respetada por su complejidad. Por la dificultad que tiene de lograr transmitir sus mensajes, de amoldarlos a una amplia tipología de receptores. Un adulto lo entiende todo. Su cerebro ha madurado. Y en teoría es más fácil llegar a él, por eso la innovación está más abierta. Con un niño hay que tener en cuenta muchos factores que con un adulto no son importantes. Por eso escribir para niños es difícil, aunque a la vez, es apasionante.

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