Crónicas ligeras

El tropo metálico, de Heidi Stenhardt

Por Jana Pacheco

El juego y la educación en escena se comportan como una caja de pandora que desencadena las pasiones de los personajes.

Heidi Stenhardt ha demostrado con este espectáculo que la educación no es un tema recurrente más sino una metáfora potente para expresar algunas preocupaciones humanas universales. Y digo universales porque la educación es una preocupación para todos. ¿Quién no se ha planteado en algún momento la responsabilidad que supone la formación de un niño indefenso ante una vida llena de adversidades? Siempre que reflexiono sobre este tema pienso en la infancia como un periodo construido por voluntades más ajenas que propias, donde la confusión ante de lo desconocido es una rutina desconcertante. La evolución de un niño siempre depende de la persona que le agarre la mano durante su proceso de formación y le enseñe que las cosas buenas no sólo se aprenden en el colegio.

El tropo metálico de Heidi Stenhardt tiene un poco de todo esto. La obra pone en evidencia la frustración de unos padres que quieren redimir sus fracasos personales a través de la educación exquisita de su hija. Su preocupación por hacer de la joven un maniquí hermoso y culto se convierte en el motor de una historia llena de imágenes esperpénticas con un sentido del humor sutil e ingenioso.

Diego de Paula encarna al personaje del padre, un hombre que vuelca sus frustraciones personales en su joven y hermosa hija poniendo de manifiesto sus deseos ocultos y degenerados hacia ella. Su amor filial pasa por la violencia, la anulación personal y la crueldad. Es un personaje deshumanizado en su actitud pero quizá “demasiado humano” en sus frustraciones.

La madre, interpretada por Greta Berghese, es una mujer que aspira a ser culta para estar al nivel de su marido. Una italiana exiliada que se ha adaptado a las costumbres argentinas, sin dejar de despreciarlas. La atemporalidad de su vestuario presenta a un personaje decimonónico que ha entrado en un bucle inalterable, un ciclo de represión del que no se plantea la posibilidad de salir. La excelente interpretación de Greta nos sumerge en una cadena de momentos estrambóticos hasta conseguir la carcajada.

Carla Passolano da vida a Catalina, la dulce hija de este peculiar e histriónico matrimonio. La joven actriz desafía con destreza la evolución de este personaje que va desde la represión más profunda hacia la libertad más plena. Sólo ella tiene la oportunidad de salvarse a sí misma.

La metáfora del juego está presente en todo momento y conduce al espectador a una especie de teatro ritual donde los personajes giran sobre sí mismos como una peonza, un “tropo”. Los personajes, bailan, juegan, pero no se miran y este movimiento circular sobre sí mismos termina siendo devastador.

El ritmo de la obra se acompasa gracias a las continuas imágenes poéticas y a la música, perfectamente elegida. Al final la metáfora del juego nos desvela la verdad de los personajes. Su posicionamiento ante la vida es un balanceo torpe, una caída acelerada y un desenlace esperanzador.

La libertad es el único éxito al que el hombre debería aspirar y los sueños sólo se cumplen cuando uno tiene la capacidad suficiente para alcanzarlos. Lejos de la educación el padre le enseña algo a su hija “ama tu libertad por encima de todo” y “sospecha de todo aquél que no se sienta libre porque anda en un sendero de infidelidad”. Estas frases no son parte de la dramaturgia de la obra pero sí quizá es el subtexto que el actor ha querido construir para entender a un personaje cruel y poder humanizarle. Diego de Paula habla del personaje del padre como una especie de “libertador” que le da a su hija las herramientas suficientes para salvarse, – Le entrega el tropo metálico de la salvación, es un juego más mediante el cual ella podrá ponerse a salvo- dice.

Así la joven sobrevive gracias a su independencia y deja una puerta abierta a la esperanza: La vida es un cúmulo de oportunidades y el teatro es el espacio perfecto para que se cumplan muchas de ellas. Gracias a toda la compañía por su excelente trabajo.

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