La herida de Spinoza, de Vicente Serrano
Por Gonzalo Muñoz Barallobre.
Nietzsche parió un concepto-profecía: la voluntad de poder. Un concepto que nos habla de un deseo ilimitado, de una sed eterna, de un querer siempre más. Un deseo que es la perfecta materialización de aquello que los griegos llamaban hybris: el terrible pecado de no asumir nuestros límites. Y es que para ellos, nada podía ser más destructivo. Pero esta voluntad de poder, de ahí su condición de profecía, se ha encarnado, es decir, ha irrumpido en la historia y podemos seguir, sin especial habilidad, sus huellas. Sus dos principales canalizaciones son el mercado y la técnica. En ellos se cumple, a la perfección, el sino de la voluntad de poder: siempre más. Un siempre más, un hambre eterno, que se ha extendido a todos los ámbitos de la cultura, irrumpiendo de forma violenta en la política, una irrupción que ha dado como fruto aquello que Foucault supo ver y esbozar: la biopolítica. Una disciplina que pretende llegar, imponerse, controlar, hasta los planos más íntimos de nuestra vida. Gesto que la convierte en el totalitarismo más refinado de todos y, por eso, más peligroso. Y lo peor de todo, es que de esa voluntad de poder corporeizada en distintos ámbitos de nuestra sociedad, ha emergido una ideología perfecta: el capitalismo. Perfecta por que es capaz de asumir, de digerir, por muy violentas que sean, todo tipo de contradicciones. Una ideología que será definida por Serrano como “ideología de cristal” ya que a través de ella vemos el mundo, accedemos a la realidad, pero ella misma no es visible (¿Pero no es esta la definición genérica de ideología?). Y de la mano de esta reflexión vendrá otra que, desde mi punto de vista, da en la diana: el problema de la necesidad de religión en toda sociedad. ¿Y qué pinta Spinoza en esto? Pues pinta que en él hay una interpretación del deseo entendido como amor al límite, es decir, un pensamiento capaz de liberarnos del pecado de hybris en el que vivimos. Un deseo que queda ejemplificado en el concepto de conatus, que se puede definir de siguiente manera: el esfuerzo que hace cada cosa por perseverar en su ser. Es decir, por mantenerse en su medida, por ser lo que es, afirmación totalmente contraria a esa voluntad de poder que no es otra cosa que el puro esfuerzo por ir más allá, es decir, por querer ser más de lo que se es. ¿Alguien puede imaginar violencia mayor?
Pero si el recordatorio del conatus de Spinoza es oportuno, no lo es, porque se apoya en la lectura marxista que se ha hecho de su pensamiento, la propuesta de un Spinoza revolucionario, y esto se ve claro cuando se recuerdan dos afirmaciones decisivas de la Ética: la realidad es sinónimo de perfección y la libertad es una ficción fruto de la ignorancia. ¿Puede haber un pensador que haya defendido con más contundencia el concepto de necesidad unido a la propuesta de abrazarla alegremente? ¿Cuál es si no el mensaje de la Ética? Y es que, y de seguirle peca Serrano, la lectura que del judío errante hizo Toni Negri en sus obras La anomalía salvaje. Ensayo sobre poder y potencia en B. Spinoza (Anthropos, 1993) y Spinoza subversivo: variaciones (in) actuales. (Akal, 2000) difícilmente puede ser más ideológica.
Decir que La herida de Spinoza. Felicidad y política en la vida posmoderna ha ganado el premio Anagrama de Ensayo 2011, y esto es una garantía de que lo que en él se cuenta, además doy fe, está bien escrito e interesa. Y es que el estilo de Serrano es muy claro y pedagógico, se nota que es profesor, pero sin por ello ahorrarse el análisis de cuestiones realmente complejas con las que, queramos o no, estamos comprometidos.
La herida de Spinoza: Felicidad ypolítica en la vida posmoderna
224pp, 17euros
Muy buena reseña. Sin embargo, no estoy muy de acuerdo en que Serrano coincida con la interpretación de Negri. Creo que en eso hemos leído dos libros distintos. Más bien todo lo contrario. Si no recuerdo mal, frente a la «anomalia salvaje» de Negri, en la «Herida de Spinoza» hay un capítulo que se titula «La anomalía tranquila». En ese capitulo Vicente Serrano cita expresamente y en varias ocasiones a Negri y las obras que se mencionan en la reseña para apartarse de ellas. Y Serrano llega a afirmar incluso, en una de las pocas notas a pie de página del libro, lo cual es muy significativo, que la interpretación de Negri habría llenado de perplejidad a Spinoza.
Hola Ana. Gracias por tu comentario: me regalas la oportunidad de precisar. Ciertamente, Serrano avisa de su distancia con Negri. Pero avisar de lo que se va a hacer no es hacerlo. Y a pesar de que su interpretación es más «tranquila», menos «salvaje», y esta es mi opinión, no consigue salir de la lectura marxista que se he hehco de Spinoza. Y creo que la propuesta de Serrano es, por eso he recordado las dos afirmaciones de Spinoza en la Ética (realidad es sinónimo de perfección y la libertad como sinónimo de espejismo), poco o nada spinozista. Sí, hay una atenta lectura de menos de la mitad de la Ética: la teoría de los afectos, pero el resto, al menos es lo que a mí me ha parecido, ni se toca, y sin esa parte, recordar que la Ética es un todo, de ahí su forma geométrica, no se entiende nada. ¿Esta afirmación tira por el suelo la obra de Serrano? Ni mucho menos, creo que es un libro realmente jugoso, y no creo que haya mejor prueba que este intercambio de comentarios.