Entrevista a Alberto Olmos: "Ejército enemigo"
Por Benito Garrido.
“La solidaridad es una forma de ocio, una ficción para el puro entretenimiento de personas con mucho tiempo libre.
La solidaridad ha fracasado.”
A propósito de su última novela Ejército enemigo (Editorial Mondadori, 2011), hemos entrevistado al escrito Alberto Olmos.
Alberto Olmos (Fuentepelayo, Segovia, 1975) se dio a conocer en 1998 con A bordo del naufragio, novela con la que quedó finalista del Premio Herralde. Le siguieron Así de loco te puedes volver, Trenes hacia Tokio, El talento de los demás, Tatami y El estatus con el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa. Ha sido editor de los volúmenes de miscelánea Algunas ideas buenísimas que el mundo se va a perder (Caballo de Troya, 2009) y Vida y opiniones de Juan Mal-herido (2010). Estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, y Filología Románica. Sus artículos y crónicas han aparecido en los diarios Público, El País o El Mundo, así como en diversos blogs en Internet, y en las revistas Qué leer, Quimera y Granta en español. Esta última lo incluyó en 2010 en su selección de los veintidós mejores narradores jóvenes del ámbito hispano. Estuvo residiendo en Japón, donde dio clases de español e inglés, además de hacer crítica cinematográfica y literaria. Es considerado como una promesa de la literatura moderna española.
Ejército enemigo. Alberto Olmos. Editorial Mondadori, Barcelona 2011. Novela. 288 páginas. 19,90 €
Santiago es un publicista en decadencia, vive en un barrio deprimido y contempla con cinismo los movimientos sociales en los que participan sus amigos de clase alta. Cuando uno de ellos muere, la herencia que recibe de él -un simple sobre a su nombre- lleva a Santiago a descubrir la verdadera vida de su amigo muerto, en la que el activismo tomó una arriesgada ruta que no admitía retorno.
Ejército enemigo entra de lleno en algunas de las grandes cuestiones de nuestro tiempo: la intrascendencia del discurso político, la confusión entre acción social y repercusión mediática, la desaparición del enemigo a batir, el cada vez mayor malestar social.
La solidaridad, el discurso vacuo o esteticista, el arte publicitario y las nuevas tecnologías derivadas de internet son el campo de batalla de esta novela, que conducida por una trama criminal, resulta casi obscenamente actual.
Entrevista:
P.- ¿Qué te ha supuesto publicar ahora con un gran sello como Mondadori? ¿Es todo cuestión de dinero?
En mi caso debería decir que sí. Ahora mismo casi todos los autores literarios españoles no quieren vender libros, solo quieren hacer constar que son de una pureza absoluta y no les interesa nada el dinero, pero nada, nada. Por eso publican en Mondadori o Seix Barral porque no les interesa nada el dinero. Evidentemente eso es una gilipollez como una casa. Es como si yo trabajo en el McDonalds y me proponen trabajar en El Bulli, ¿por qué me voy? Pues todo, y entre otras razones, por el prestigio, por el dinero.
P.- Entonces, ¿la fidelidad editorial no existe?
A nivel profesional ¿a qué puedo uno ser fiel? Esto es como en cualquier otro trabajo. Yo estuve trabajando en Anagrama y me echaron, ahora he estado en Lengua de Trapo y me he ido yo. El siguiente paso será que Mondadori me eche o no me eche, o yo me vaya o me quede. Y todo vendrá determinado por distintas corrientes, que en un momento dado serán el dinero, que te lleves bien o que te traten mal, vamos, como en cualquier empresa. Porque hay una cosa que sí debemos tener clara, y es que este libro no es más que un puto producto comercial.
P.- En el actual mundo editorial donde muchas novelas son el resultado de un mestizaje de géneros. ¿Cómo llamarías a tu novela: thriller, novela social….? ¿y qué te impulso a escribirla?
Pues como género no sabría decirte. No es una novela negra o policíaca al uso, al comienzo de la novela hay un crimen que me sirve de columna vertebral para que se agarre todo el andamiaje de la historia. En esta novela he seguido la pauta que me he marcado siempre, desde que publiqué en el 98: escribir lo que me gusta leer, que es lo que en teoría hacemos todos los escritores. Y a mí lo que me gusta leer son metáforas, adjetivaciones, juegos con el idioma y pasajes digamos subrayables. Yo por ejemplo, si leo Madame Bovary de Flaubert me aburro, pero disfruto mucho leyendo La sonata a Kreutzer de Tolstoi. En Tolstoi como en Dostoievski hay muchas ideas. Y ese mundo de las ideas es lo que me interesa.
En mi novela hay básicamente ideas que yo creo pueden ser interesantes pero no como para hacer un ensayo. Estoy hasta los cojones de que me pregunten por qué no he hecho un ensayo. El que en mi novela se hagan reflexiones y se viertan opiniones, y conceptos, no quiere decir que me tenga que plantear la redacción de ensayo. Escribo lo que me gusta leer y eso, es una novela. Tenía la sensación de que últimamente me estaba aburguesando, entonces he tratado de volver a la crudeza de mi primer libro. Estaba escribiendo novelas que podían ser más o menos buenas, pero no tenían esa vocación de impacto que busco ahora. Me dije, vamos a abrirnos un poco en canal y ver que tenemos dentro. Y esa ha sido mi intención . De entre todo lo que he escrito, esta novela es la mejor, sin lugar a dudas.
P.- ¿En tu novela encuentro muchas frases categóricas?
Lo que yo pienso es que el libro que más te ha gustado es del que más citas sacas, en el que más marcas dejas. Y esos son los libros que yo trato de hacer. Me interesan las novelas que van al grano, que te hacen pensar con reposo, pero sin tener que ser ensayo. Yo quiero que la gente abra el libro y en seguida reciba un impacto y un beneficio, en lugar de tenerle cincuenta páginas contándole por ejemplo que la casa donde vivía la familia tenía ocho ventanas. Voy al grano porque sé lo que tengo que decir.
P.- ¿Estamos ante un alegato contra la izquierda capitalista y su hipocresía?
No es así especialmente. Simplemente me parecía un punto de apoyo. Es realmente irritante la cantidad de millonarios de izquierdas que pueden señalar con el dedo a alguien, cuando nadie tiene el derecho a posicionarse moralmente por encima de otro. Así se posicionan aquellos que se sienten capacitados para salvar el mundo económicamente hablando, porque ellos ya están forrados.
P.- ¿Estás convencido de que hoy en día la solidaridad con todo lo que ello significa ha fracasado?
La frase es solo una propuesta, un punto de arranque sugerente. Antes de escribir el libro leí en el periódico una noticia sobre el supuesto balance que resultaba de analizar datos contundentes, tipo cuántos niños se morían de hambre en el mundo hace 20-30 años y cuántos hoy. Y creo recordar que o estaba igual, o habían aumentado todos los guarismos negativos.
Mira, hace veinte años adopté como otros muchos el discurso ecológico. Después vino la contienda por el cambio climático, y también estaba la lucha contra las minas anti-personas. Todo un bombardeo de concienciación que configuró el andamiaje de las distintas ONG’s y agencias de cooperación que se han ido creando. Pues bien, después de todo, resulta que ahora hay más problemas que antes. Y ahí fue cuando se me ocurrió la frase esa de “la solidaridad ha fracasado”. Una frase potente para proponer (la literatura tiene que ser así) una cosa extrema e interesante. Que tú digas: vale, estoy con este tío, o estoy en el otro lado. Si pones una cosa que permita una posición neutra, así como templadita, todo el mundo se siente muy cómodo, y en estos momentos, quizás es cuando más haya que posicionarse.
P.- Entonces, ¿el concepto de globalización ha llegado ya también hasta los ideales básicos del hombre?
Todo está organizado para que la minorías globalizadas que viven en las capitales de cada país, y que son las que controlan el mundo, compartan todo: piensan lo mismo, opinan lo mismo, dicen las mismas tonterías. Eso debería ser irrelevante en el conjunto de la población mundial, pero no es así. La gente cree que hablar de Nueva York ya es hablar de Estados Unidos, o que hablar de Madrid ya es hablar de España. Y no es así, Ohio está en EEUU, y no tiene nada que ver con Nueva York, o Valladolid con Madrid, pero eso ya no le importa a nadie (y lo que ocurre allí tampoco) porque los que marcan la línea son esas minorías globalizadas. Y así podríamos seguir mucho tiempo, pero eso da igual.
P.- ¿Podríamos hablar entonces de moralidad o eso sería algo inmoral?
Desde hace mucho tiempo lo de ser moralista es algo como recriminatorio. Pero yo siempre he pensado que ser moralista es lo propio, lo que mola, porque está claro que no va a venir una máquina a juzgar las cosas. Alguien tiene que juzgar, y además cuando uno juzga se pone en el disparadero, es algo arrojado y valiente. Tener una actitud así en un novelista es para mí algo fundamental.
A todos les encanta el capitalismo, esa es la realidad. El único problema surge cuando no disfrutas del capitalismo tanto como otros, que eso es lo que muchas veces sucede, o cuando no lo disfrutas en absoluto. Pero vamos, si tú tienes una vida de viajes a Nueva York, hoteles, ipod, iphone, comidas en restaurantes y amigos modernos, entonces el capitalismo es maravilloso.
El otro día un tío me dijo que ahora que he fichado por Mondadori podría comprarme un iphone, pero eso me parece una soberana tontería. No tengo afán consumista y por tanto, no tengo esas necesidades. La obsolescencia programada es una gilipollez que se han inventado cuatro idiotas. A veces cada vez que saco mi móvil, un pijo de esos que tanto abundan, hace algún comentario hiriente sobre que sea un móvil viejo, como si yo fuera un muerto de hambre que no tuviera dinero para comprarse un jodido iphone. Eso es lo que hace que todo el mundo se lo cambie y se compre un teléfono nuevo cada dos años. A mí, en realidad, me da igual lo que piensen.
P.- ¿Qué de positivo nos ha traído internet en las relaciones personales?
Lo que tiene sobre todo tiene internet es ese concepto de territorio salvaje y de despersonalización. Lo que pasa es que entonces uno pierde responsabilidad. Es como cuando eras adolescente y en el instituto te llevaban de excursión a un país extranjero: la gente robaba, fumaba, bebía… Era como si en ese país por el hecho de ser extranjero, las normas de urbanidad y las leyes no existiesen. Yo creo que internet ha sido, o es algo así. Entonces la gente no siente que tiene las mismas responsabilidades on-line por el hecho del anonimato, que en la vida real. Se pierde la noción de lo que puede ser normal.
P.- ¿Es provocar lo que en el fondo pretendes con tu escritura?
No. ¿Qué significa provocar? Provocar significa que yo en mi cerebro me planteo: qué puedo decir que a la gente le haga reaccionar, que se sienta como agredida. Y éste, en el fondo, no es mi caso, yo no pretendo provocar al lector, yo no quiero adulterar mi propio pensamiento para producir una reacción en los demás. Yo estoy diciendo lo que pienso o he pensado, un conjunto de ideas particulares, que no las piensan los demás, y que he puesto en un libro. Puedo prever que la gente se pueda sentir provocada por esas ideas, pero yo no quiero provocar a la gente, porque eso es lo más barato que existe. Es como lo del cantante ese que cortó un crucifijo en trocitos y luego lo asó: eso es provocar, ideas simples y bobas, algo super obvio que no es precisamente lo que yo quiero hacer. Yo, honestamente, no creo que esté provocando. Tengo ideas y discursos que pueden resultar provocadores.
P.- Personajes bien definidos, historias cerradas. ¿Te planteas una estructura narrativa previa sobre la que trabajar?
Algunos escritores seguro que trabajan con una estructura previa, pero yo no. Yo pongo una cosa primero, luego la siguiente, luego otra, y así hasta que se me van estrechando las posibilidades y voy dando cuerpo a algo coherente. No parto de ninguna estructura previa, yo no puedo saber lo que voy a escribir porque me aburriría, y entonces la novela terminaría siendo muy mala.
P.- ¿Narrada en primera persona quizás para hacer al protagonista más alter ego del autor?
No puedo entender este tipo de preguntas sobre qué tiene de ti el personaje, y mira que ya me la hecho muchas veces. Para soltar todo lo que suelto en este libro, para poder legitimar determinadas salidas de tono, tengo que escribir en primera persona. Esta es la voz natural de la novela, y vamos, tampoco hay que darle tantas vueltas. El protagonista no soy yo, simplemente lo cuento así porque me interesa más para la historia y ya está. Si lees Trenes hacia Tokio, ahí sí que podrás ver una novela autobiográfica, aunque tampoco sea totalmente mi vida.
P.- ¿De dónde sacas tiempo y ganas para escribir y llevar dos blogs? ¿qué te han aportado y permitido precisamente esos blogs?
Mis blogs los escribo para mí. Yo no pienso y luego escribo, sino que solo pienso cuando escribo. Cuando leo un libro, me planteo si ese libro me ha gustado, y por qué. Y entonces me pongo a escribir para pensar sobre ello, para reflexionar. En ambos casos, esa es la razón básica, no es una acción de auto marketing, ni de dialogar o aportar nada a nadie. Yo hago un blog porque me gusta escribir, y me gusta sentir que he pensado al hilo de las cosas que he leído o que me han pasado.
P.- Tras varios libros, trabajos, vidas en otros países… más años ¿qué te ha dado la experiencia de los años?
Ya estoy a cuatro años de no ser joven, que ya era hora… como escritor joven todavía y ya cerca de los cuarenta… Yo creo que era más escéptico e hijo de puta cuando tenía veinte años que ahora. No creo que me esté agriando el carácter la edad. Como autor que empieza con 23 años y con varias novelas publicadas, es difícil seguir escribiendo si no tienes la sensación de que eso sirve para algo, que es lo que muchos señores que están en mi contra, no van a entender nunca.
P.- ¿Nuevos proyectos a la vista?
Esta novela me la cogieron en febrero, y ha salido en octubre. Es la primera vez que he tenido que esperar tanto. Para mí ha sido tensa esta larga espera. Y ahora, llevo tres semanas explicando esta novela a los medios, entonces no me puedo poner a pensar en otra. Ya tengo bastante con llegar a casa y tener cuarenta insultos por aquí y veinte por allá, que quizás a veces sería lo justo. En ese estado de ánimo voltaico y radiactivo no me puedo poner a pensar en otra novela, desde luego no a escribirla.
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