Vila-Matas: obras incompletas
Por Jesús Villaverde Sánchez.
El viajero más lento. El arte de no terminar nada. Enrique Vila-Matas. Seix Barral. 224 páginas. 17’50 €.
Vila-Matas es una de esas personalidades literarias especiales, uno de esos escritores que nunca sabes con qué te pueden sorprender. En este caso, la sorpresa es menor, ya que su volumen El viajero más lento de Seix Barral no es más que una recuperación del conocido compendio de ensayos literarios que publicó Anagrama en 1992. En esta reedición el autor, eso sí, completa el conjunto con dos nuevos textos: el epílogo que da subtítulo a la obra, El arte de no terminar nada, y Café Bénabou. En el primer ensayo habla de la posibilidad que ofrece la literatura al lector de continuar él mismo la obra una vez finalizada la lectura.
Puede ser el subtítulo de la obra –y así mismo el del nuevo texto incluido- una declaración de intenciones sobre lo que supone para Vila-Matas la Literatura: el arte de no terminar nada. Un constante cambio en el que tratamos de sacar algo en claro y encontrar respuestas a preguntas que quizá no las tengan. O tal vez sólo un juego. Muchos de los ensayos contenidos en este volumen tienen mucho de ese recreo. Es más, muchas de sus obras lo tienen.
En El viajero más lento se atisban ya a lo lejos algunos de los caminos que el autor cogería después con su escritura. Muchos de los personajes que aparecen aquí mencionados serán los que aparezcan en obras posteriores del escritor catalán. Las ciudades son otro de los motivos, e incluso personajes, más importantes de su obra y también intuimos ya su relevancia. Lisboa, Dublín, París o Barcelona, que aparecen en la obra, serán los escenarios posteriores de París no se acaba nunca, Dublinesca o Una casa para siempre, entre otras.
Una de las virtudes –o de los defectos, bendito defecto en ese caso- de Vila-Matas es la capacidad de hacer literatura de base literaria. Hablar de otros escritores, fundamentar sus obras en otras obras o hacer que giren en torno a la Literatura. Muchas veces he oído que se le critica por hacer algo que muchos llaman meta literatura y que, supuestamente, excluye de la obra a cierto tipo de lector. No lo creo en absoluto: cualquiera que se asome a las páginas de cualquier obra de Vila-Matas, en este caso de la que nos atañe, saldrá con un conocimiento mayor sobre los escritores y sobre los mecanismos de la Literatura en general.
En El viajero más lento son muchos los nombres de escritores que salen a la palestra, dando muestra de lo que hablaba anteriormente. Conrad, Céline, Adolfo Bioy Casares, Echenoz, Jorge Luis Borges o su admirado Perec, que, entre otros, desfilan impasibles por las páginas de ruta de este viajero de la mano de uno de Bartleby, el escritor que dejó de escribir. Pongamos nuestra confianza en las musas para que Vila-Matas no deje de hacerlo nunca.