No te signifiques (37)
Por Jorge Díaz.
– ¿Le vas a poner mi nombre a un personaje?
– ¿Para qué?
– No sé, me hace ilusión… Se lo podría contar a mis hijos. Mirad, esta chica se llama así por mí.
– Dudo que te hiciera ilusión contarlo.
– ¿Por qué?
– Mis personajes son casi siempre asesinos o putas… No les vas a contar eso a los niños al meterlos en la cama, justo antes de lo de las cuatro esquinitas tiene mi cama: mirad, esta puta se llama así por mamá…
– No, claro, visto así… Oye, eso es machista, hombres asesinos y mujeres víctimas.
– No, las mujeres también pueden ser verdugos y los hombres víctimas.
– Entre una asesina y una prostituta no sé qué es mejor escoger… La verdad es que no me gusta ninguna de las dos cosas.
– No te olvides de que la prostituta tiene todas las papeletas para acabar siendo víctima del asesino.
– Entonces sólo puedo escoger entre un asesino y una puta asesinada.
– Sin exagerar. Hay algunas que sobreviven.
– Pues mejor, mi nombre para una puta que sobreviva, pero una que no folle por dinero.
– Si no folla por dinero no es puta, es como las que salían en Princesas, que en lugar de cobrar por follar recitaban poesías.
– ¿Las auténticas nunca recitan poesías?
– Supongo que no, como mucho, canciones de Sabina.
– Lo que pasa es que no quieres darme el gusto. Y no sé por qué. ¿Qué beneficio sacas de no escribir un personaje con mi nombre?
– Ninguno, claro que quiero escribirlo. Además siempre es una ayuda, ¿sabes lo que cuesta ponerles nombre a los personajes? No te creas que es fácil.
– Pues aprovecha el mío.
– Lo que pasa es que te expongo la situación tal como es. Si le pongo tu nombre a un personaje es posible que no te sientas feliz al leerlo.
– ¿No escribes nada además de asesinos y putas?
– Travestis, una vez escribí un travesti pero la novela está sin publicar. Aunque los travestis tienen nombres mucho más bonitos, el tuyo es muy normal.
– ¿No escribes personajes normales?
– Los asesinos, las putas y los travestis suelen ser normales. También son personas, o por lo menos lo intento. Además, me caen bien. Bueno, los asesinos no. Las que me caen bien son las putas.
– Por una vez podías escribir un personaje con buenos sentimientos, blanco.
– Los personajes que me gustan tuvieron buenos sentimientos en la infancia, quizá los perdieron por el camino, por los golpes de la vida. Pero en el fondo no son malos, se defienden, nada más que eso.
– ¿Y uno que no haya perdido los buenos sentimientos por el camino?
– Es que no me interesan los buenos sentimientos. En persona sí, claro, pero en una novela no.
– ¿Una novela no es un poco como un pedazo de la vida?
– Sin tiempos muertos. Los buenos sentimientos son tiempos muertos: a la niña se le murió el perrito y perdió la inocencia, después conoció a un desalmado que la engañó, entonces se hizo puta y al empezar la novela estaba esperando, sin saberlo, a que el asesino la matara. El resto son tiempos muertos.
– Tengo una idea: policía. Puedes ponerle mi nombre a una mujer policía.
– A mí me da igual lo que investigue la policía. Los policías pueden no tener ni nombre. Podría llamarles Policía 1, Policía 2 y Policía 3 sin el menor pudor. No me interesa si cogen al culpable o no, sólo me interesa cómo vive él su culpabilidad, cómo justifica lo que ha hecho.
– ¿Qué interés tiene eso?
– Nadie se considera a sí mismo un hijo de puta. Yo he conocido hijos de puta, muchos y muchas. Cuando llegaban a casa, jugaban con los niños. Estoy seguro.
– ¿Y tus asesinos juegan con los niños al llegar a casa?
– Nunca lo he escrito pero lo haré. Es más, estarán convencidos de que han hecho bien matando. Se irán a la cama y pensarán: hoy ha sido un buen día.
– Eso es imposible.
– Todo es posible, aunque sea difícil de entender. A lo mejor escribo para eso, para saber cómo consiguen dormir los hijos de puta.
Un amigo me dice que no le gustan nada las partes dialogadas de la columna. ¿Le gustará ésta?