La senda trazada

Por Jorge Díaz.

 

La senda trazada. Pedro de Paz. Editorial Algaida.

 

Un hombre que lo ha perdido todo, una extraña oportunidad que aparece delante de él, un juego del que se desconocen las reglas, una serie de decisiones que implican algo mucho más importante que salir de un agujero o no; finalmente, la derrota o la victoria, moral o material, que no siempre tienen que coincidir…

 

Pedro de Paz (Madrid, 1969) tiene la habilidad de iniciar sus novelas desde planteamientos clásicos para adaptarlos por completo al momento en el que se desarrolla la acción.

 

En El hombre que mató a Durruti, se trataba de la habitual trama policial, un “¿quién lo ha hecho?” ejemplar. El autor recreaba una investigación al más puro estilo holmesiano y la situaba en la guerra civil y con un acontecimiento histórico como excusa.

 

En Muñecas tras el cristal, utilizaba la visita del pasado. Un informático sorprendía a una antigua novia como protagonista de una serie de fotografías pornográficas, lo que le llevaba a intentar localizarla y a enfrentarse a las mafias de la pornografía en Internet.

 

En El documento Saldaña, Pedro de Paz se servía de un clásico mapa del tesoro. Una colección artística de incalculable valor había sido escondida tras estallar la guerra civil y allí estaban las claves para encontrarlo. El detective Miguel Cortés, personaje más completo del autor, iniciaba la carrera que le llevaría a una novela de aventuras que usaba Madrid como tablero de un juego de acertijos, pruebas, enfrentamientos y muertes…

 

En La senda trazada, obra de reciente publicación que ha sido galardonada con el XX Premio de novela Luis Berenguer, la tradición visitada es la del “libro con poderes”.

 

Un hombre, Alfonso Heredia, arruinado, abandonado y derrotado, entra por casualidad en una librería de viejo y encuentra un libro manuscrito en el que, a través de unas sentencias al estilo de las profecías de Nostradamus, se da noticia de la muerte de personajes famosos. La peculiaridad es que lo hace antes de que éstas sucedan, marcando, si se sabe descifrar, el día de la muerte, el lugar y las circunstancias.

 

Pocas profesiones podrían beneficiarse más de esa información que la de fotógrafo de prensa. Así que ésa es la que de Paz escoge para su protagonista. ¿Puede un fotógrafo aprovechar esa información para sacar partido profesional y económico? ¿Debería avisar a los afectados por las profecías para evitar sus muertes? ¿Es ético retratar el sufrimiento de esas personas y exponerlo a la curiosidad del público y la mirada de sus seres queridos?

 

La senda trazada parte de una cuestión eterna: ¿está escrito el futuro? La existencia del libro parece indicar que sí. Si todas las profecías que hay en él, centenares en los últimos años, se han cumplido, es evidente que nadie ha podido cambiar el devenir de los acontecimientos. Claro que tal vez nadie haya tenido la oportunidad de hacerlo y Alfonso Heredia es el primero al que se le presenta.

 

Pese a lo arbitrario que supone introducirse en un mundo mágico, en el que las reglas no responden a la lógica sino a las decisiones del creador de la historia, el planteamiento es interesante y la solución, como es evidente, imposible de predecir.

 

No siempre se ciñe el autor a la premisa central de su novela y en algunos fragmentos se embarca en una aventura con el objeto físico del libro que hace que se gane en agilidad e intriga pero quizá se pierda en concreción.

 

Probablemente esta dispersión de objetivos, que podría suponer un defecto, hará que su lectura sea mucho más amena para los aficionados a la novela de género.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *