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Entrevista a Ernesto Mallo: "El policía descalzo de la Plaza San Martín"

Por Benito Garrido.
Fotografías Pablo Álvarez.
 

Hace unos días salió a la venta su última novela El policía descalzo de la Plaza San Martín.  Se trata del segundo caso del comisario Lascano, protagonista de la también genial Crimen en el Barrio del Once, ambas publicadas con la Editorial Siruela (2011).  Para charlar de sus novelas y de más cosas hemos entrevistado al escritor argentino Ernesto Mallo.

 

Ernesto Mallo (La Plata, Buenos Aires, 1948) es un guionista, dramaturgo y periodista independiente argentino, que se inició en la literatura como escritor de teatro, pero que desde 2004 nos engancha con sus novelas tanto de género policiaco como histórico.  En 1974 a su volumen de cuentos titulado Bautizo y otros cuentos se le concedió el Premio Recopilación de la Cultura de la Liberación.  Nunca le fue entregado ya que la irrupción de la dictadura de Videla y sus secuaces lo obligó a pasar a la clandestinidad.  Ganó el Premio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón (2007) con la novela Crimen en el Barrio del Once, protagonizada por el comisario Lascano, y que fue seleccionada por The Crime Writers´Association para el prestigioso Premio Dagger a la Mejor Novela Policiaca Internacional 2011. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano, inglés y alemán. Vive y trabaja en Buenos Aires.

 
Crimen en el barrio del Once.  Ed. Siruela, Madrid 2011.  Policíaca.  192 páginas.  16,95€
 

El comisario de policía Lascano recibe el que parece ser un habitual aviso más: dos cuerpos han aparecido tiroteados cerca del Riachuelo.  En un momento tan convulso como la dictadura argentina de los años 70, y en una ciudad tan marcada por la violencia política como Buenos Aires, este aviso podría pasar por uno más.  Pero cuando el comisario llega al lugar marcado, descubre un tercer cuerpo que no tiene las características de los fusilados de la época: un prestamista judío del barrio del Once.  Lascano tendrá que sobreponerse a la reciente muerte de su mujer, para llegar hasta el final de un crimen que no se presenta nada fácil.

 
El policía descalzo de la Plaza San Martín.  Ed. Siruela, Madrid 2011.  Policíaca.  220 páginas.  16,95 €
 

Llega un nuevo caso para el comisario Lascano: intriga, pasión y peligro que atrapan desde la primera línea.  Recuperado de sus heridas, Lascano decide ponerse en acción y salir en busca del peligroso general Giribaldi con el fin de recuperar la pista de Eva, la misteriosa mujer de la que está enamorado. Asesinos, ladrones, policías y militares se dan prisa en redefinir sus roles en esta etapa de la transición argentina que supone el paso de la dictadura a la democracia. Lascano acepta un trabajo que le dará el dinero suficiente para plantearse en firme esa búsqueda.  Ese trabajo consiste en encontrar al Topo Miranda, un extraño delincuente que robó dinero negro de un banco.  Lascano tendrá también que vérselas con policías involucrados en el negocio de la droga, así como con el propio Giribaldi, y terminará estableciendo una relación íntima con el ladrón al que persigue.

 
Entrevista:

P.- Cuando un escritor decide hace novela negra.  ¿Es algo que uno ya tiene dentro desde hace tiempo?

Realmente yo vengo del teatro, pero llegó la crisis del 2001 y con ella nadie dispuesto a poner dinero para financiar las representaciones.  De manera que sin nada que hacer y con mucho tiempo libre (algo peligroso para cualquier pensante) decidí escribir una novela.  Después me he dado cuenta que me ha ido mejor con la novela que con el teatro.  Fueron las circunstancias las que me llevaron a este mundo.  Está claro que yo no busqué a la novela, fue ella la que me buscó a mí.  Y me enganchó.

 
P.- ¿Cómo fue ese enganche, ese proceso de enamoramiento con la novela?

La aguja en el pajar (título en Argentina de Crimen en el barrio del Once) es una novela escrita en el peor momento de mi vida, con un millón de problemas encima.  Estaba sin trabajo.  Hasta entonces había dirigido un semanario que se llamaba La voz del Bajo que con la crisis tuvo que cerrar.  Además de eso, mi hija mayor enfermó gravemente, y mi mujer decidió que nos separásemos.  Estaba en un momento terrible.  De manera que La aguja en el pajar fue como un salvavidas, ya que me dio algo en lo que ocuparme para pasar ese trago infernal.  Eso, de algún modo, está en la novela: tiene suficientes elementos para estar integrada en el género policial, pero yo creo que en el fondo es una novela sobre la locura.

 
P.- ¿Sobre la locura…?

El momento en que están ambientadas estas dos novelas realmente es un momento de una gran locura, la dictadura de Videla y sus secuaces.  Lascano, el protagonista, anda viendo fantasmas por todos lados, Fuseli habla con los muertos, Eva anda huyendo de la represión y de su propia militancia, Giribaldi está loco como un plumero.  Están todos un poco rematados en estas novelas.  Ahora bien, el tema es que toda la sociedad está loca.  Y si todos estamos locos, entonces nadie lo está.  La normalidad es la locura.

Yo creo que hay muchas maneras de definir una sociedad: por el producto interior bruto, por su nivel de alfabetización o cultura, por otros indicadores económicos…  Pero también la puedes definir por el tipo de criminales que produce.  Cada sociedad produce un tipo de criminal específico y eso no es una casualidad, es algo que está latente en la sociedad.  Así, por ejemplo, es más común que surjan asesinos seriales en una sociedad industrializada que en otra que no lo está: automóviles en serie, teléfonos en serie, asesinos en serie.

 

P.- ¿Estarían entonces este tipo de criminales originados por la situación social en que nos hallamos inmersos?

No es una cuestión de justificación, sino de saber el porqué esta sociedad actual produce este tipo de criminales.  En el caso de Argentina, sería entender por qué tiene con tanta frecuencia estos arranques de gobiernos autoritarios y tiránicos.  Existe incluso un debate aún por tener, que es la participación de la población civil en las distintas dictaduras.  Si una sociedad no las admiten, entonces no pueden prosperar, es imposible.  Esa violencia social por tanto, ya estaba instalada en la sociedad argentina antes de la dictadura, y esa violencia sigue estando allí, cambia de forma pero no desaparece.

 
P.- ¿Podríamos pensar que Lascano es un alter ego del autor?

Me lo han comentado muchas veces.  Por supuesto que Lascano tiene mucho de Ernesto Mallo, pero como todos los demás personajes.  No hay escritor inocente, todo escritor es deliberado.  La buena literatura es en principio un viaje por uno mismo, al interior de uno mismo.  A mis alumnos yo les digo siempre esto: no busquen afuera, busquen adentro; lo que no esté dentro va a ser falso cuando lo saquen afuera, no copien la realidad, miren su percepción de la realidad.

 

P.- Ahora que estás instalado en la novela, ¿te has planteado quizás volver al teatro o hacer otro tipo de literatura?

El año pasado precisamente publiqué una novela histórica titulada El relicario.  Y sí que me lo he planteado, pero creo que el género policial, la novela de crímenes es lo que más me interesa.  De hecho El relicario es un recuento de diferentes crímenes a lo largo de trescientos años.  Yo de todas formas no creo mucho en los géneros, creo que los géneros tienen más que ver con la vida académica, con la crítica y la teoría literaria.  Temas de los que yo ignoro todo.  El género tiene una utilidad que es orientar al lector hacia determinados formas de expresión, y poner género a una novela permite encasillarla.  Pero la buena literatura siempre trasciendo el género, incluso cuestiona el género en el que se inscribe.  En mis novelas existen muchas transgresiones al género literario como tal, pues yo suelo incluir momentos líricos, poéticos.  Algo que normalmente no forma parte del género negro como tal, y por lo que se me ha criticado en algunas ocasiones sobre todo en el mundo anglosajón.  Pero bueno, al cuestionar la novela la instalas y la vitalizas.

 

P.- Viniendo del teatro, el planteamiento con el que tratas los diálogos en tus novelas, es realmente curioso por atractivo: dejas que el lector sea quien localice por el contexto a cada uno de los interlocutores.

Este planteamiento en los diálogos surgió de verdadera casualidad.  Mi primera novela fue originalmente un guión de cine, que decidí transformar en una novela.  Cuando para ello estaba trabajando en el ordenador, lo primero que hice fue borrar todos esos nombres de los personajes que hablaban en el guión.  Al borrarlos, el ordenador automáticamente juntó todas los textos con los diálogos.  Entonces empecé a ver que era posible escribir diálogos sin las típicas acotaciones, que yo tanto detesto (me distraen, me están sugiriendo lo que tengo que ver).  Cuando hay dos personajes hablando, cada uno debe conservar su identidad en el diálogo, sus maneras, su tono de voz.  Tuve la sensación que eso estaba conseguido, y que por tanto, no necesitaba acotarlo.  Además, yo siempre digo que mis novelas son novelas incompletas, que están por terminar.  El que las termina es el lector, es él quien pone su imaginación, yo solo le doy pequeñas guías, detalles para que con esas piezas él complete en su mente la biografía y perfil del personaje.  Mi intención es que el lector sea el autor final de la novela.

 
P.- ¿Eres constante en la escritura? ¿Cómo es el sistema de trabajo de E. Mallo?

Sí.  Yo lo que hago es quitar.  Cuando termino de escribir una novela, después me dedico a quitar.  Es como una emulación de las técnicas de escultura.  En escultura existen dos procedimientos de trabajo: añadiendo (obra en arcilla) y quitando (obra en piedra) material.  Yo utilizo en mi escritura los dos procedimientos: en una primera etapa planto la novela y voy agregando palabras y frases hasta que configuro el texto; en una segunda etapa lo que hago es quitar, quitar, quitar y quitar, hasta llegar a ese punto en el que ya no se pueda quitar nada más pues entonces la novela se caería a pedazos.  De ahí que mis novelas sean más bien cortas.  Y es en ese equilibrio inestable donde el lector participa agregando sus propias conclusiones e ideas.  Yo soy de los que piensan que todo aquello que no es imprescindible, es un obstáculo.

 

P.- Cuando el escritor se plantea un personaje como el comisario Lascano, realmente ¿se da cuenta ya que va a tener una continuación, un avance en otra historia?

Cuando escribí Crimen en el barrio del Once, nunca me planteé que ese personaje tuviese una continuidad, pero el inconsciente sabe más que uno mismo.  Por la dinámica de esa novela, Lascano tenía que morir (de hecho le balean), pero ese inconsciente que comentaba me llevó en la escritura de la novela, a que nadie en ella diga definitivamente que el policía ha muerto.  Entonces el final queda abierto.  Una vez publicada esta novela y vista la repercusión que tuvo en el público, vuelvo a leerla, ahora con otra mirada.  Inmediatamente empieza a formarse en mi mente una continuación.  Yo estoy convencido que Crimen en el barrio del Once y El policía descalzo de la Plaza San Martín son un solo libro.  El hilo argumental no se pierde en ningún momento, se podrían incluso leer juntas, una detrás de otra.

 

P.- ¿Cómo lo haces para que todos tus protagonistas resulten tan impactantes, tan atractivos?

Yo estudio mucho los personajes.  Por ejemplo, mi personaje cuando comienza la historia tiene cuarenta años, pero yo escribo la biografía del mismo hasta ese momento.  Luego no la publico, pero yo me la escribo.  Tengo que saber como se forjó su carácter, su temperamento, porqué hacen o dejan de hacer determinadas cosas.  Con todos los personajes hago lo mismo, y una vez que ya les he dado una historia, esos personajes van solos, yo solo tengo que seguirlos.

 

P.- ¿Es una trama bien estructurada la que completa junto con los personajes el desarrollo de una buena novela?

Si a los personajes les acompaña un plan de obra muy bien diseñado, el círculo se cierra.  El modelo que yo tomo es el viaje del héroe mítico.  Una novela es un viaje.  El autor se juega la vida en el primer párrafo de la novela, es ahí donde el lector va a decidir si le gusta o no, si sigue adelante con la lectura o no.  Ese comienzo es una invitación a un viaje que el escritor pretende hacer con el lector.  Un viaje vital a nuevos mundos plagados de emociones, peligros, cosas nuevas y por descubrir.  Solo hay que ver los clásicos.  Si tomas por ejemplo al Hamlet de Shakespeare, es una continua revisión de la duda.  El protagonista duda todo el tiempo, como nosotros todos.  Se trata de un sentimiento que nos engancha a la historia desde el principio hasta el final.

Cuando uno no sabe adónde va, llega donde no quiere.  Tienes que tener claro el comienzo y tienes que saber adonde va tu novela, cual es el final, y después llenar el bocadillo.  Hay muchos escritores que trabajan siguiendo lo que llaman el fluir de la conciencia.  Yo no los puedo seguir porque es el fluir de su conciencia, y a mí me interesa más la inconsciencia, escribir con la mayor inconsciencia posible, dirigiéndome al inconsciente del lector que es precisamente donde está todo.

 
P.- ¿Qué o quiénes te han influido más a la hora de escribir?

No leo mucho mis contemporáneos, leo más los clásicos.  Esto en el fondo, es también como una medida de protección de mi propia voz: no quiero saber cuales son las tendencias, las modas, qué es lo que creen las editoriales que se vende.  No me interesa nada esa dinámica.  Lo que quiero es conseguir una conexión muy profunda conmigo mismo, incluso con las partes más deleznables y oscuras de mi propia persona, para luego volcar eso en el papel.  Para eso tienes que cerrar un poco las ventanas, encerrarte en tu cámara oscura, y ahí dejar que ya vayan saliendo las cosas.

 
Muchas gracias maestro Mallo.  Ha sido un verdadero lujo compartir este tiempo contigo.
 

Mailer dijo una vez que uno no puede ser más inteligente que aquel que le entrevista.  El escritor de ficción tiene una sola obligación: ser verdadero.  En cualquier novela, si haces una lectura muy profunda del texto, sabrás perfectamente como siente ese autor, como piensa, cuales son sus debilidades, sus temores.  Llegas a conocer al autor mejor de lo que se conoce él mismo.  Esto para el escritor es como si lo hicieran preso pues se está revelando, se está exponiendo, está mostrando las tripas.  Y esto requiere un cierto nivel de coraje, o de irresponsabilidad, o una combinación de ambas.

 

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