El Premio Andersen y la literatura infantil francesa
Al Premio Andersen de Literatura Infantil se le ha reprochado a menudo su preferencia por los autores de lengua inglesa: en los últimos 10 años, dos de los seis escritores premiados son británicos y una de Nueva Zelanda. Su doble, el Premio Andersen de Ilustración ha sido más equitativo… por lo menos dentro de los límites de “Occidente” (y 2 de 6 de los premiados en la misma década son ingleses).
Es evidente que los autores estadounidenses, británicos y del resto del Communwealth tienen la ventaja de ser leídos en los numerosos países que tienen el inglés por lengua oficial, así como entre la vasta comunidad de personas cultas que se defienden en tan internacional lengua.
Pero no es solo una cuestión lingüística, puesto que el jurado del Andersen siempre ha sido multinacional y ha contado con varios miembros que dominan diversas lenguas. Sería curioso que estemos ante un caso de pereza intelectual; cosa inexcusable en un Premio que no solo pretende reconocer la mejor creación literaria universal, sino que es emblema de la Organización Internacional del Libro Infantil (IBBY, según sus siglas… en inglés), una institución que, inspirada por la UNESCO, proclama como misión mejorar el conocimiento y comprensión entre los pueblos a través del libro infantil.
Si España ha debido contentarse, en más de medio siglo, con un único Premio Andersen de Literatura (otorgado al discutido José María Asunción Silva en 1968, en excepcional ex aequo con el alemán James Krüss), Latinoamérica solo ha visto reconocida la obra de dos escritoras brasileñas: Lygia Bojunga Nunes (1982) y Ana María Machado (2000).
Siendo un país de más antigua y sólida presencia en el terreno del libro infantil, Francia no ha tenido mucha mejor fortuna: desde su fundación en 1956, el llamado (algo abusivamente) “Pequeño Nobel”, solo ha distinguido al escritor René Guillot (1964) y al autor-ilustrador Tomi Ungerer (1998).
El premio Andersen se otorga cada dos años, coincidiendo con los congresos bienales de la IBBY. La presentación de candidaturas supone bastante trabajo y no pocos gastos a cada país miembro, y como cada vez solo un escritor y un ilustrador, entre medio centenar de candidatos, serán recompensados, algunos países optan por presentar en dos ocasiones los mismos nombres.
Ibby-France escogió para 2010 y 2012 al narrador Jean Claude Mourlevat (nacido en 1952 en Anvert, Auvergne, en el centro de Francia). Quinto de los seis hijos de una familia de agricultores, Mourlevat estudió en Estrasburgo, Tolosa, Bonn y París. Ejerció brevemente como profesor de alemán antes de trabajar como actor y director teatral y, en 1997, se consagra a la escritura. Posee una bibliografía amplia, copiosamente premiada, de la que solo se han traducido al castellano: El combate de invierno (Ediciones SM, 2007), El hombre sin oreja (Verdehalago, 2005), El hombre que no poseía nada (Colibri-Dandelion, 2005) y El hombre que levantaba piedras (Dandelion, 2006).
Las novelas de Mourlevat permiten conocer la sociedad contemporánea y la realidad francesa incluso cuando incluyen un fuerte componente imaginativo; sea por vía de lo parapsicológico (La Balafre, 1998), los delirios imaginativos del protagonista (A comme voleur, 1998), los mundos imaginarios (El combate de invierno) o la ciencia-ficción (Terrienne, 2011). También puede tratarse de expresiones puras del fantástico (La prodigieuse aventure de Tillmann Ostergrimm, 2007) o del humor (La troisième vengeance de Robert Poutifard, 2004).
Rasgos dominantes de este narrador son su dominio de la prosa, la calidad de sus diálogos y la vitalidad de sus personajes; así como tramas originales y sorprendentes que, sin embargo, no eluden una que otra situación un tanto inverosímil. Este último aspecto es quizás un tributo al cuento, que predominó en los inicios de la carrera de Jean Claude Mourlevat. Elementos del citado género asoman en sus novelas, a veces a través de interesantes intertextualidades con los clásicos de la literatura infantil: “Pulgarcito”, en el caso de L’enfant Océan (1999) o “Barbazul” en su apasionante novela Terrienne. Traductor de Michael Ende (las dos novelas protagonizadas por Jim Botón y Lucas el maquinista, circulan en Francia gracias a sus logradas traducciones) no es imposible detectar en Mourlevat cierta afinidad con la excelente literatura infantil alemana.
Para disputar el premio Andersen de Ilustración 2012, IBBY-France ha escogido a Henry Galeron (Saint-Etienne-les-Grès, 1939). Su diploma de la Escuela de Bellas Artes de Marseille (1961) avala su carrera de pintor y la rigurosa factura de unas ilustraciones que destacan en el catálogo de Gallimard, el más creativo editor francés de libros documentales.
En la obra de Galeron hay, sin embargo, un toque de surrealismo que le permitió figurar entre los colaboradores de Harlin Quist, el editor neoyorquino que renovó el panorama del libro ilustrado en la transición de los 60 a los 70.
La impresionante trayectoria de este artista (bien conocido en Estados Unidos: a ver si esto lo hace grato al jurado del Andersen) también incluye tapas de discos, carteles cinematográficos y sellos de correo. En español se han publicado sobre todo sus libros de carácter documental: El libro del otoño (Altea, 1984), Viaje al país de los árboles (Altea, 1986), Los animales de la granja (SM, 2002), El carnaval de los ladrones (Brosquil, 2003), El cielo, el sol y el día (Santillana. 2006), El dinosaurio (SM, 2008), El castillo de los cuatro vientos (Brosquil, 2008) y Señor… (subtitulado en francés “un álbum para personas mayores”) en Océano, 2011
Tanto en el caso de Jean-Claude Mourlevat como en el de Henri Galeron es evidente que solo una pequeña parte de su obra ha sido traducida al castellano. La literatura infantil francesa contemporánea no ha sido excesivamente difundida al otro lado de los Pirineos; pero hemos de deplorar una situación semejante, o peor, en sentido inverso.
En realidad, la preferencia del Premio Andersen por autores de lengua inglesa refleja una característica del mercado editorial a nivel mundial: el abrumador predominio de títulos originalmente publicados en inglés. Esto demuestra que tanto jurados como editores se contentan con leer en la lengua de Albus Dumbledore y que la curiosidad y la apertura a otros panoramas lingüísticos es una excepción. Rara paradoja en un mundo supuestamente abierto, “plano” y globalizado.
Pero ya que estamos tan fascinados por la cultura anglosajona, ¿por qué no agarramos el toro por los cuernos y copiamos la táctica del lobby, tan anglo-norteamericana? Si determinados grupos de países, los de lengua francesa o los iberoamericanos, se pusieran de acuerdo para defender un grupo restringido de escritores e ilustradores, ¿no aumentarían consecuentemente sus posibilidades de verlos reconocidos en su justo valor? Un indiscreto me comentó que eso ya se hizo una vez con buenos resultados… O son prosas que pasan por mi loca cabecita?
En los últimos diez años, otros destacadísimos autores franceses que fueron candidatos (frustrados) al Andersen:
Escritores: Marie-Aude Murail (1998/2000), Susie Morgenstein (2002), Jean-Paul Nozière (2004), Pierre Marie Beaude (2006), Marie Desplechin (2008).
Ilustradores: Gregoire Solotareff (2002, 2004, 2006, 2010), Claude Ponti (2008), Philippe Dumas (2000)