"Principiantes", Raymond Carver
Raymond Carver
Por Estelle Talavera Baudet.
Editorial Amagrama, 2010
314 páginas
Definir a Carver es poco menos que imposible. Situaciones que, dentro de una normalidad carente de fantasías, vienen envueltas de ese aura a lo Chéjov: no son del pan de cada día, pero podrían ocurrir. Son escenas a medio camino entre la ruta decadente –y candente- (a los Salinger, a los Coetzee) y la teatralidad literaria (sin caer en lo falso pero con tintes que me recuerdan a Beckett); entre el acontecimiento narrativo y el limbo: ese punto en el que el personaje y tú permanecéis en una habitación imposible y os miráis a los ojos sin hablar. Esa bisagra imposible que chirría y abre todas las puertas.
Lo dije: difícil de explicar.
Pongamos un ejemplo: un tipo vende todos los muebles de su casa. Pongamos un jardín típicamente americano, cuyos límites dan con la acera, las farolas iluminan el sofá, la mesa, el somier por la noche. Una pareja se para a mirar y, poco a poco, la conversación, las inseguridades de los personajes, y ese minuto impreciso de sus vidas, ese presente laxo e interminable, les une a los tres (pareja y tipo que se deshace de sus pertenencias) en un teatro improvisado sin horas, bailando, bebiendo, perdiendo el hilo, cambiando papeles y desorientándose sin previo aviso bajo la luz de las farolas en plena madrugada. Y el regusto que deja es lo que convierte a este escritor en un auténtico maestro de la pluma. Nunca se sabe a ciencia cierta a dónde nos quiere llevar. El caso es que nos lleva, y en volandas, y sin maleta, y despeinados, a otro sitio muy distinto, a ese limbo sin mapas ni horas en el que observamos y nos sorprendemos siempre a un paso entre el lamento y el desnorte.
El diálogo en narrativa es el hueso, aquello duro de roer, impenetrable, de la escritura. Raymond, en esos derroteros, se maneja como un malabarista. Frases que dan a entender otras muchas no dichas. Ligereza, profundidad, todo al mismo tiempo. Como sus historias, estos diálogos bailan entre la simplicidad y la complejidad y nos atontan y enamoran.
Principiantes, recopilación de 17 relatos que forman un puzle desigual y fascinante de este extraño escritor. Se trata de la versión original de De qué hablamos cuando hablamos de amor, libro que fue corregido y depurado hasta la extenuación en su intensa lucha por la perfección narrativa.
No sólo es recomendable su lectura, sino absolutamente necesario. Carver ya es un clásico, y a quien le gustó La Catedral, le enamorará Principiantes, pues todos somos ingenuos, principiantes, cuando entramos en la telaraña de sus personajes.
me convenci de leer el libro leyendo el articulo, que no por eso deja de ser pesimo. saludos.