No te signifiques (36)
Por Jorge Díaz.
Podría retractarme de lo que dije en la anterior entrega.
– Estos son mis principios, ¿no os gustan? Tengo otros.
Eso era de Groucho, ¿no?
Pues eso, que podría retractarme de mi columna de hace dos semanas pero no lo voy a hacer. Y reconozco que es posible que estuviera equivocado.
– Nadie se acuerda de tu columna de hace dos semanas. Han pasado muchas cosas: el dictador ha muerto y los que parecían buenos han demostrado que eran unos salvajes; sin embargo, los malos locales han dicho que iban a dejar de serlo, permanentemente. Como para acordarse de las tonterías que decías tú.
Es verdad, han sido dos semanas movidas, hago un resumen: hablaba de la autoedición. Básicamente, decía que si una novela no había logrado pasar los filtros de las editoriales convencionales no merecía ser publicada en papel. En realidad, yo no quería ser tan radical, lo que no me parecía bien era que se comercializara de la forma tradicional y entendía a los libreros que se quejaban de que los autoeditores les llegaran con sus novelas debajo del brazo pidiéndoles que las expusieran y las vendieran en su establecimiento.
– Por meterte donde no te llaman. ¿Qué más te da si los que se autopublican quieren vender allí? No tienes una librería…
– Es cierto, pero si sigo ese criterio no hablo nunca de nada.
Está claro que cada uno puede hacer lo que le dé la gana. Pero yo también puedo opinar lo que me dé la gana. Incluso que los que mataron al dictador eran tan salvajes como él y que no sé si hemos hecho bien en tener aviones dando vueltas por allí. O puedo opinar que los malos locales son como esos novios que dejan a la novia después de que ella les ha dicho que tienen que hablar, la relación ya no depende de ellos.
El caso es que mucha gente estaba en contra, no del asesinato del dictador, tampoco del comunicado de los malos locales, estaba en contra de mi opinión. Tanta que si existiera un botón de no me gusta le habrían pulsado muchas más veces que al de me gusta. Y eso me deja triste y cabizbajo, aunque no lo parezca.
Aún así no me voy a retractar.
– ¿Reconoces que los que no están de acuerdo contigo pueden tener razón y no te retractas?
– Así es.
– ¿Y qué necesitas para hacerlo?
– No lo haré nunca. O eso creo.
Me decían que había gente sin acceso a las editoriales principales. Y tienen razón. Aunque tengo entendido que todo lo que llega se lee. Se tarda, pero acaba leyéndose. Está claro que debe de haber cosas que se lean con más atención que otras y que algunos manuscritos se saltan la cola y se leen nada más llegar. Pero eso es normal, ¿no? O yo lo veo normal y estoy en otro error del que tampoco me retractaré. De cualquier forma, no sé por qué va a ser más fácil contactar con una editorial normal que con una de autoedición. Si vives en un pueblo, que era el ejemplo que más me citaban, las dos están igual de lejos. Y publicar sin enchufe, lo sé por experiencia propia, es como encontrar pareja siendo feo, un poco más complicado pero no imposible.
También me decían que hay productos diferentes, que no coinciden con lo que las editoriales buscan pero tienen el mismo valor. También tienen razón, tengo poco que alegar en mi defensa excepto que no sé qué productos son esos. Yo veo que se publica de todo, incluso cosas muy extrañas.
Me hablaban de las nuevas tecnologías, que permitían que se publicara de forma menos convencional, sin soporte en papel. Y una vez más estoy de acuerdo y es verdad que es algo que podemos aprovechar, no sólo para leer obras nuevas sino para poder consultar las que ya han sido descatalogadas. En el fondo es fantástico. Eso sí, o ponemos un filtro o no hay quien lo encuentre.
– Cada vez entiendo menos por qué no te retractas.
– Por principios, reivindico mi derecho a estar equivocado. Piensa sólo en la fijación de Gallardón con los Juegos, que los va a heredar quien le herede, que todos sospechamos quién es. Está equivocado y ahí sigue.
Otro argumento es que el filtro debe ponerlo el mercado, no las editoriales. En esto sí que no estoy de acuerdo. Si fuera el mercado sería mucho más injusto. Os aseguro que las novelas del sueco han vendido más que las que publicaron buenas a la vez.
Creo que lo mejor es que olvidemos lo de la autoedición, yo no me retracto y la semana que viene hablamos de otra cosa que nos divierta más a todos, que para eso estamos en este mundo.
Lo que hace falta es un Comisariado de la Cultura Popular que decida lo que se puede o no publicar y de paso si un autor se pone pesado se le reeduca o se le fusila.