CreaciónNo ficción

"Infancias. Un recorrido por la niñez de intelectuales y artistas"

Infancias. Un recorrido por la niñez de intelectuales y artistas. Denise Despeyroux. Océano, 2011, 248 pp..

 

Por Carlos Javier González Serrano.

 

¿Qué tienen en común, se pregunta Denise Despeyroux, Francis Bacon, Albert Einstein o Edith Piaf? «Antes de que alguna mente sagaz se moleste en especular sobre complejas asociaciones mentales que pudieran haber conducido a esta elección, aclaro que todos los personajes que aparecen en el libro tienen al menos dos cosas en común: una es que tuvieron infancia y por esfuerzo propio o ajeno quedó de ella un registro; otra es que dicho registro o parte de él se hallaba en alguna de las bibliotecas que frecuento y por alguna razón despertó mi interés».

 

La verdad sale de la boca de los niños. Como aún están muy cerca de la naturaleza, son los primos del viento y del mar; a quien sepa entenderlos, sus balbuceos ofrecen enseñanzas amplias y vagas.

J.-P. Sartre

 

A través de un recorrido histórico muy atractivo, la autora de esta obra generosamente ilustrada nos acerca a los primeros pasos en el mundo de ilustres filósofos y científicos (Newton, Nietzsche, Einstein o Stephen Hawking), escritores y poetas (hermanas Brönte, O. Wilde, V. Woolf o Stephen King), artistas pictóricos (da Vinci, Picasso, Dalí o Andy Warhol), cantantes, compositores y bailarinas (Mozart, Verdi, R. Wagner, E. Piaf o Maria Callas) y artistas del espectáculo (como Sara Bernhardt, Ingmar Bergman o Ava Gadner).

 

A decir verdad pienso en mis años infantiles con placer y curiosidad. Nunca me faltó alimento para la fantasía y los sentidos, y no puedo recordar haberme aburrido jamás. Al contrario, los días y las horas desbordaban de cosas curiosas, parajes inesperados, instantes mágicos. Todavía puedo pasearme por los paisajes de mi infancia y revivir luces, aromas, personas, habitaciones, instantes, gestos, acentos y objetos. Raras veces se articulan en episodios que contar; son más bien películas rodadas al azar, cortas o largas, sin sentido. La prerrogativa de la infancia: moverse sin dificultad entre la magia y el puré de patatas, entre el terror sin límites y la alegría explosiva.

Ingmar Bergman

 

Es en el siglo XIV cuando se empieza a conceder a la infancia cierta importancia en el desarrollo de la persona, pero no será hasta el siglo XVI cuando los niños comiencen a adquirir un auténtico valor por sí mismos. Habrá que esperar hasta la modernidad, cuando surgirá la pedagogía, para que la sociedad acepte crear y emplear ubicaciones y lugares específicos para el correcto crecimiento de los niños, a los que definitivamente se empieza a amar y proteger de modo específico, surgiendo en paralelo la necesidad de contar con un período de escolarización.

 

No se trata, explica Denise Despeyroux, de que los niños no recibieran instrucción hasta entonces, pero cuando eran educados en sus casas, aun a través de profesores, dicha educación solía hallarse ligada a un ideal de severidad, y probablemente vinculada al objetivo de convertir lo más rápido posible a esa especie de adulto en miniatura en un adulto en toda regla. Una cosa parece clara a ojos de la autora de esta obra: no basta con ser niño para tener una infancia; es necesario también que alguien ame tu niñez, y que con ese amor la sostenga y la afirme.

 

Hace poco, casi unos días, era una niña que caminaba por un mundo de colores, de formas duras y tangibles. Todo era misterioso y ocultaba algo; descifrar, aprender me gustaba como un juego. Si supieras qué terrible es conocer todo súbitamente, como si un relámpago iluminara la tierra. Ahora habito en un planeta doloroso, transparente como de hielo, pero que nada oculta; es como si todo lo hubiera aprendido en segundos, de una vez. Mis amigas, mis compañeras se han hecho mujeres despacito, yo envejecí en instantes y todo es hoy blando y lúcido.

Frida Kahlo

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