Logicomix. Búsquedas y paradojas

Por Rubén Varillas Fernández.
 

Como veis esto no es un cómic común y corriente. De hecho, cuando lo empezamos, nuestros amigos creían que estábamos locos. Y cuando por fin decidían tomarnos en serio, era por lo general por razones erróneas, como creer que el libro es lo que no es. Como una especie de lógica para torpes o algo parecido a un manual o un tratado ¡con la típica apariencia de una novela gráfica!

 

Efectivamente, Logicomix es un cómic atípico es desde el mismo preámbulo (la introducción del volumen corre a cargo de Fernando Savater) en el que se inscriben estas palabras del propio guionista del cómic, Apostolos Doxiadis, en el instante que las pronuncia, personaje del mismo. Hace muchas décadas que los autores-protagonistas son una constante dentro de la arquitectura narrativa de los cómics. Sin embargo, no hemos visto muchas veces un tránsito tan fluido entre varios niveles narrativos de una misma ficción (entre su primer nivel del relato y sus metarrelatos internos, por decirlo de otro modo). La autoconsciencia ficcional que se observa ya en el preámbulo de Logicomix hace presagiar que no estamos ante una novela gráfica más.

 

En las primeras páginas de este trabajo, los autores hablan con el lector y le preparan para la historia que tienen que contar, como en aquel soneto que mandara hacer Violante. Lo hacen con ciertas dosis de ironía narrativa, no sólo porque ellos sean los primeros personajes de su historia, sino porque su autoconsciencia llega hasta el punto de implicar a otros personajes («…mejor no le decimos que estamos ‘en directo’. ¿Vale?», le espeta Doxiadis al lector antes de saludar a su amigo Cristos Papadimitriou, el segundo padre del relato, el documentador principal del mismo).

 

La historia que nos van a contar es la de «¡La búsqueda de los fundamentos de las matemáticas!», nada menos, o lo que es lo mismo, la semblanza biográfica de Bertrand Russell. En la historia de los cómics hay muchos ejemplos de biografías. Muchos de ellos, a su vez, son deudores de la biografía literaria tradicional: tebeos cargados de texto, densos, en los que se quiere contar mucho más de lo que la narración en viñetas permite. Podríamos decir que han una un relato fechas y acontecimientos esenciales.

 

Logicomix intenta romper con el apunte historiográfico, con la historia del dato, basándose en la fuerza de los personajes y en la motivación que se esconde detrás de sus acciones:

 

He de decirte que me incomoda un poco el tema de “lógica deriva de locura” que nopara de salir en la historia. No es que no me parezca también interesante abordar ese asunto…

– ¡Para mí es el tema central!

– ¿Y eso por qué?

– Mira: Olvídate por un momento de que son personajes históricos que intentan edificar los fundamentos de las matemáticas y piensa en la “búsqueda” como una historia de ficción.

– Como escritor, ¿dirías que influyen más los personajes o la acción?

– Ambos, creo yo.

– ¡Para mí es 100% personajes! No sólo se derivan de ellos sus acciones, sino sus ideas: ¡Sólo hombres como ellos pudieron pensarlas!

– ¿Quieres decir que, si no fuesen unos neuróticos o algo así, no habrían tenido la suficiente pasión y tenacidad para crear lógica?

– (…) Adonde quiero llegar, creo, es que unos personajes menos torturados no habrían pagado ese precio.

 

 

Este diálogo entre Apostolos Doxiadis y Christos Papadimitriou se desarrolla en uno de los diferentes dibujos-trayecto que se incluyen en el cómic (excelentemente recreados gracias al talento gráfico de Alecos Papadatos, el dibujante del cómic, y Annie di Donna, su colorista). En todos ellos, observamos en un raccord espacial los recorridos de los dos autores por las calles de la vieja Atenas; le vemos y les “oímos” discutir acerca de los entresijos de su narración. Es el recurso postmoderno a la autorreferencia, el soneto de Lope, los ratones de Spiegelman, el reciente cómic-telenovela de Rayco Pulido. El cómic se va haciendo mientras los autores discuten su contenido y su organización, la metahistoria crece ante nuestros ojos: “…cuando algo se refiere a sí mismo la paradoja acecha. Como en los libros autorreferenciales”, como en Logicomix, lógicamente.

Pero, ¿cuál es la historia que se escribe detrás de estás páginas?, ¿cuál es su paradoja, si es que la hay? Logicomix narra la “búsqueda” de un imposible por parte de uno de los grandes sabios del S.XX: la construcción de los cimentos de las matemáticas, la edificación del edificio lógico definitivo que permitiera crear un álgebra universal y dotar a aquellas de unas bases sólidas. Así, asistimos al nacimiento de las obras clásicas de Russell: Los principios de las matemáticas, su famosa paradoja, el Principia Matemática, junto a Alfred Whitehead, etc. En el fondo, sospecha el lector, toda búsqueda, no es sino un recorrido interior, la búsqueda de uno mismo. Así sucede en esta biografía de Bertrand Russell.

 

El material biográfico del cómic se organiza a partir de las palabras que el profesor Russell pronunciara en una conferencia que dio en una universidad norteamericana en septiembre de 1939 (justo después de que Reino Unido le declara la guerra a Alemania); en ella habló de “El papel de la lógica en los asuntos humanos”, y en ella hizo un recorrido vital personal que servirá de base argumental para hilar su autobiografía en Logicomix. Una nueva autorreferencia, un Bertrand Russell personaje-conferenciante, hablando de sí mismo, de su infancia, de su juventud: otro metarrelato dentro del metarrelato.

En este sentido, podemos leer Logicomix de dos maneras. Podemos mostrarnos interesados en su aparato científico, en sus razonamientos lógico-matemáticos, en su recorrido por la historia de la lógica y de todos sus nombres relevantes (desde Euclides al mismo Russell, pasando por Frege, Cantor, Poincaré, Hilbert y, sobre todo, Wittgenstein). Si somos neófitos en la materia, podemos perdernos entre las cábalas y los sueños racionalistas del protagonista, entre los meandros de su búsqueda, por momentos tan hipnótica y fascinante, como demencial; o podemos intentar reconstruir el edificio de la lógica a partir de la precisión intelectual de unas páginas tan documentadas y rigurosas como las que componen este volumen, si somos entendidos en la disciplina.

 

 

Por otro lado, la obra de Doxiadis, Papadimitriou, Papadatos y di Donna permite un segundo acercamiento mucho más ordinario, pero quizás más satisfactoria para el lector: el del relato de personajes, el que se esconde detrás de aquella “búsqueda como una historia de ficción”, que mencionaban antes los propios autores. Nos sorprende la honestidad del Bertrand Russell conferenciante ante su atenta audiencia, pero sobre todo, nos sentimos atraídos hacia su imperfecta humanidad, la que se esconde detrás de su igualmente imperfecta autobiografía: con sus miedos, sus infidelidades, sus decepciones, su egoísmo y su difícil carácter. La contradicción, la paradoja, nos atrae como un imán aunque ya conozcamos la lección de antemano: la genialidad intelectual no implica el virtuosismo personal. Nos sentimos comprensivos (y como dueños que somos de nuestra propia lectura) nos compadecemos de él, creemos comprender al genio imperfecto, al ser humano que respira detrás del mito.

Y la paradoja genera una nueva paradoja, pues resulta que quizás lo más interesante de Logicomix no sea su escrupuloso relato biográfico, ni su brillante perfilado (no siempre fácil de seguir) de la creación del edificio de la lógica moderna, sino la mucho más ordinaria recreación que hace del ser humano, de Bertrand Russell, un hombre tan imperfecto como cualquiera de nosotros, y de esos cuatro locos griegos que se embarcan en la peliaguda misión de contar su historia.

 

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