"¡Tiempos de crisis, tío!", de Lucía Feliú Zamora
«¡Tiempos de crisis, tío!», un relato de Lucía Feliú Zamora.
El día que me despidieron, sabes, me sentí el tipo más desgraciado del mundo, ¡qué contarte! Recuerdo que salí a la calle nada más recibir la noticia de mi jefe, bueno, de mi ex jefe, le dejé con la palabra en la boca y me perdí, ¡tío, me perdí entre la gente! ¡Iba zumbao! ¡Je, quién me lo iba a decir a mí! Y después de aquel palo tan gordo me tiré una semana sin pisar la calle, ¡con una angustia, tío! Mi mujer sólo repetía: ¡Pepe, no te preocupes que ya te saldrá algo! Pero yo la miraba así, sin que se diera cuenta, y a la pobre se le escapaban de vez en cuando unos lagrimones… Fíjate que dejé de fumar para no gastar porque no teníamos ni para el vicio y fue cuando… comencé a ayudarla en casa. ¡Qué le iba a hacer! Le hacía la colada, le planchaba, le ponía un cafelito cuando llegaba de la oficina, recogía a los niños del colegio, bajaba la basura y… ¡sí, señor!, ¡eso, la basura fue mi bendición!, porque mi mujer es muy despistada ¡uf!, ella jamás se detiene a mirar por dónde va pero yo no, yo me fijo muy bien en todo y menos mal que yo era el que últimamente se encargaba de tirar la basura…
Aquella noche, tío, recuerdo hasta la hora, las once menos diez, me puse como siempre la gabardina encima del pijama que es azul marino y no se nota mucho y bajé mi bolsita de basura. Fue entonces cuando vi una flamante bolsa de deporte dentro del contenedor, después de mirar a un lado y a otro de la calle me dio por hurgar dentro. No sé, me dio por ahí porque parecía bastante nuevecita, pensé que en casa alguien la podría utilizar y mira cómo fue la cosa que abriendo la cremallera, allí mismo, casi metidos a presión estaban los billetes, ¡sí, lo que oyes!, ¡una tira de billetes en fajos de quinientos, tío! Jamás había visto un billete de quinientos hasta ese momento. Si te digo que al principio creí que eran los del “Monopoly”, ¡pero no!, ¡eran de verdad, je! Tiré con fuerza de la bolsa de deporte y me puse tan nervioso que me subí la basura de nuevo. Mi mujer al verme se pensó que me había pillado algún vecino en pijamas y zapatillas y ya estaba a punto de echarme la bronca cuando se la tuvo que tragar.
¡Un montón de kilos, tío! ¡Un montón de kilos! Y te lo digo, que yo sepa, nadie los reclamó por la tele ni en los periódicos. La verdad es que todavía no me lo creo. ¡Anda que si llega a bajar mi mujer!, ¡qué digo yo, anda que si no me llegan a despedir!
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