A mesa puesta: cocinar, comer (y beber) en el cine (y II)
Por Aurora Pimentel Igea.
El pasado año se estrenó la película Bon Appétit (2010), de David Pinillos, cuidada y medida, justos los ingredientes de melancolía y romanticismo, algo raro a veces dentro del subgénero de películas de restaurantes y amor, donde tan fácil es el exceso de lo dulce.
¿Fallidos intentos en este apartado de restauración? Aunque la lista sería más larga, Women on top (2000) de Fina Torres y con Penélope Cruz es un ejemplo: pastelosa y que vivan las mujeres, que somos las más buenas. Y es que el género se presta a la deriva femenina autocomplaciente como veremos al final con algún título reciente.
Fallido intento por otro lado lo fue también Un buen año (2006), del mismísmo Ridley Scott , una cinta de otro subgénero: el de yuppy (él o ella) fascinado por el slow food & wine y slow life en … rellenar como se quiera -la Provenza, la Toscana, Oriente, etc… -. Los actores hacen lo que pueden, pero el guión es dos por dos, previsible en exceso.
Como ocurre con la comida, hay platos fuertes no aptos para estómagos delicados. Tal fue el caso de Delicatessen (1991), dirigida por Jean Pierre Jeunet y Marc Caro, un clásico bastante bestia de humor negro.
Claro que si seguimos por ahí, la película Solyent Greeen de Richard Fleischer, titulada en España Cuando el destino nos alcance (1973), también trata de un tema similar desde la ciencia ficción. Sigue siendo una muy atractiva cinta por la que no ha pasado el tiempo con Charlon Heston, Joseph Cotten y Edward G. Robinson.
Tomates verdes fritos (1991), de Jon Avnet también acaba incluyendo algo similar desde el dulce sur de Estados Unidos y el secreto de la salsa y el caldo ese. Vuelta a ver piensas que fue sobrevalorada en su época, aparte de que los tomates estén mejor maduros que verdes y que los actores estén muy bien, especialmente Kathy Bates.
El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante (1989) de Peter Greenaway tiene la impronta de su director, su barroquismo y también sus recovecos. Así que podemos decir que es una película de difícil gusto aunque Helen Mirren salga en ella.
Si hablamos de comer en casa, Mi gran boda griega (2002), comedia amable y sin pretensiones de Joel Zwick, incluye a una familia que come como una posesa. Tiene una de las mejores escenas de choque cultural –más bien encuentro- vía el alimento y lo que éste representa: cuando los padres de él, anglos a tope, traen un mínimo pastel de regalo, mientras los griegos les ofrecen un banquete lleno de excesos, incluyendo un cordero que se asa en el patio. De lo mejor que yo recuerdo.
La película taiwanesa Drink, man, woman (1994) de Ang Lee, en España Comer, beber, amar (1994) es una obra maestra que no hay que perderse, espléndida en guión y en puesta en escena. Mantiene 30 años después todo su encanto.
Tortilla Soup (2001) de María Ripoll fue un remake de ésta en versión familia latina, mucho más simple y comercial, pero correcta.
No hay que confundir la obra maestra del director taiwanés con la más reciente Come Reza Ama (2010), de Ryan Murphy, basada sobre un bestseller, donde el placer de la comida cuenta. Sin embargo, me parece que esta película, que contiene los ingredientes de Julia Roberts y Javier Bardem en ella, es como el subgénero cinematográfico del yuppy convertido al slow food & life, en este caso autoayuda a través de una buena cartera. O sea, que es tramposilla como tanto chicklit reciente, o chickmovie en este caso.
¿Quedan algunas en el tintero? Muchas todavía, porque la comida es un buen argumento de fondo o tangencialmente.
Está El viaje de Felicia (1999), de Atom Egoyan, que uno no puede perderse (comer solo nunca fue bueno). Siguiendo la línea hacia oriente Un toque de canela (2003) de Tassous Boulmetis, muy recomendable, como lo es La joven de las especias (2005) de Paul Mayeda Berges. La comida de Acción de Gracias ha sido tema de muchas películas, Qué se está cociendo (2000), de Guringher Chada, es una cinta donde da pie ese encuentro para contar una historia coral con sus más y sus menos.
Y para cerrar todo esto, sabiendo que me dejo varias películas fuera, hagámoslo con el dulce por antonomasia. Charlie y la Fábrica de Chocolate (2005) de Tim Burton sobre la novela de Roal Dahl es un divertido juego visual, excelente y no solo para niños. Con el mismo ingrediente, Chocolat (2000) de Lasse Halstrom pretendía dar otra vuelta al tema de la comida frente a la rigidez moral, pero parece quedarse en intento al tener demasiado dulce, tópicos, y malos y buenos.
Seguro que hay más, pero con estas dos entregas sobre la comida en el cine yo creo que es suficiente, son las dos y me espera una buena comida con una buena película luego.
Si quieres volver a leer la primera parte de este artículo: A mesa puesta: cocinar, comer (y beber) en el cine (I)