Stella (2008)

Por Luis Muñoz Díez.
 

 

Stella (2008) es una película honda y sencilla, en la que cabe la esperanza. Una historia de iniciación a la vida. Está escrita y dirigida por la polifacética Sylvie Verheyde (Francia, 1967), que es escritora, guionista, directora y actriz. Inició su carera como guionista y directora rodando cortometrajes. Su primer largo es Un frère (1997) que  fue seleccionado en “Cinemas in France” del Festival de Cannes, su segundo trabajo es  Princesses (2000) y Stella (2008) es su tercera película para cine. Entre Princesse (2000) y Stella (2008) ha desarrollado una interesante carrera como guionista y directora para la televisión y ya ha rodado una cuarta, la esperada Confession of child of the Century (2011).

 

Este detallado historial sería excesivo para una reseña si no fuera porque es un dato importante para saber dónde puede llegar una niña si se le da la oportunidad de asistir a una buena escuela, y quien mejor define el vínculo de la película con su verdadera historia son las propias palabras Sylvie Verheyde: “Sí. Como Stella crecí en un café de clase trabajadora, un mundo duro, violento, lejos del mundo de la infancia. Como ella, me catapultaron a una prestigiosa escuela secundaría de París. Y como ella también, llegué allí sola con un balón de fútbol debajo del brazo. Igualmente le escupí a un niño en el patio del colegio y regresé a casa con un ojo morado la primera tarde”.      

 

Sylvie Verheyde hace una cuidada recreación de los años setenta, con un vestuario cuidadísimo y una ilustración musical precisa y adecuada, pero esta historia podría contarse a día de hoy con la misma vigencia. El espacio es un bar parisino, regentado por Serge y Rosalynne, los padres de Stella, interpretados por una pareja realmente atractiva formada por Karole Rocher y por el famoso cantante Benjamin Biolay. Son asiduos al local unos personajes poco mimados por la vida, pero Verheyde, que hace un retrato sensible y realista, no quiere ahondar en el desencanto ni en la marginalidad, porque esta condición, mientras las fuerzas no fallan, se es joven y hay alcohol para compartir, tiene mucho de atractivo y va acompañada de un sentido gregario que te hace pensar que no estás solo ni lo estarás nunca  y, sobre todo, porque su película, aunque narre una situación dura, tanto para la propia Stella como para los personajes con los que convive, es un canto de esperanza y al futuro.

 

Este es del desordenado mundo de Stella, que vive y duerme en el mismo bar donde se bebe, se juega al póker, al billar, se ve el football, películas y se baila por la noche en una improvisada discoteca.  La niña, en un momento de lucidez infantil tras sus primeros fracasos escolares, toma consciencia de que sabe más cosas que los niños de su edad: sabe de sexo, domina los naipes y conoce toda la música moderna que se oye sin parar en el local, y lo más importante, sabe distinguir si una persona viene con buenas intenciones o no; pero ninguno de estas conocimientos la sirven para el colegio.

 

Stella, con la orientación que te da el instinto para alejarte de lo que ves y no te gusta, sabe que el colegio es una oportunidad y como en una fábula con moraleja le salvará el conocer a una Gladys niña de la que se hace amiga. Hija de un psiquiatra argentino, le abrirá el camino de la lectura y con él el del conocimiento.

 

La película se podría considerar una fábula, pero la historia y el camino que recorre Stella es un trayecto más largo, que narra la suma de los pequeños logros que nos hacen felices o desdichados. Stella, tendrá la menstruación por primera vez, sabrá de la infidelidad y de la infelicidad de su madre, que en un arranque de sincero desengaño le dice a la niña, ante su fracaso escolar, que ella no le va a obligar a estudiar porque ella no ha estudiado y vive. Se sentirá impotente ante la actitud de un padre que sufre su fracaso personal y la infidelidad de su mujer. La niña lo adora y lo observa abatido e incapaz de salir de ese estado, ni tan siquiera un momento para responderle a una sencilla pregunta que le formula. Pasará del amor idealizado por Alaín Delon, ídolo francés indiscutible en esos años, y de la fascinación por el atractivo cliente fijo del bar, interpretado por el prematuramente desaparecido Guillaume Depardieu, a su primera ilusión con un niño de su edad.

 

La película está narrada con una sinceridad precisa, sin estridencias, y la actriz Léora Barbara, que da vida a Stella, traspasa la pantalla tanto como la atractiva Karole Rocher, que es la tercera película que hace con la directora, como Benjamin Biolay que hace un trabajo impecable, paralelo a su brillante carrera musical en popjazz. En Francia es considerado como el sucesor de la chanson francesa y legítimo heredero de Serge Gainsboug. Le pudimos oír en el Festival de jazz de San Sebastian (Jazzaldia), en el 2008. Mención aparte merece la composición del personaje que realiza Guillaume Depardieu. Tanto la niña como los tres adultos están magníficos. Mérito indiscutible de los actores pero también del buen trabajo de Sylvie Verheyde como guionista y directora, que nos propone, y dibuja, unos personajes con toda honestidad, de carne y hueso. A la banda sonora se integran baladas y canción pop interpretadas por Sheila, Gérard Lenoman, Vince Taylor, Eddy Mitchell y Umberto Tozzi. Éxitos de los años 70 y canciones de referencia hoy, que la distribuidora Good ha tenido el acierto de subtitular, y el subtitulado funciona muy bien porque sus letras aportan lirismo a la imagen y ayudan a entender el estado de ánimo de los personajes.

 

Al salir de los cines Verdi, donde vi la película en versión original, olía a otoño por la sencilla razón de que estamos en septiembre y en las papelerías niños y padres  compraban el material para el nuevo curso. Sentí una mezcla de nostalgia y optimismo, y aunque ya no estoy en edad escolar me pareció que merecía la pena empezar este curso con las mismas expectativas que lo empieza Stella y fijándonos, como nos muestra la película de Sylvie Verheyde, en las pequeñas satisfacciones que nos ofrece la vida, que a veces no apreciamos lo suficiente esperando otras mayores que quizá no lleguen nunca.

 

Stella (2008) es una película que merece ser vista, para reconciliarse con el cine y, sobre todo, para reconciliarse con la vida.

 

 

Stella (2008) se estrenó en España el 8 de septiembre de 2011.

 

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