"El diccionario del diablo", por Ambrose Bierce
Por Ignacio G. Barbero.
Este olvidado literato y periodista norteamericano del siglo XIX nos enfrenta, mediante breves e irónicas definiciones, a la realidad que justificamos con las palabras, a la dinámica cultural y moral de este mundo occidental del que formamos parte. Como situados ante un espejo, no podemos evitar contemplar nuestro rostro, no hay lugar para la hipocresía. Sin más presentaciones, les dejamos con una selección representativa de un escrito que merece ser leído integramente:
Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces fertilizan.
Alianza, s. En política internacional, la unión de dos ladrones, cada uno de los cuales ha metido tanto la mano en el bolsillo del otro que ya no pueden separarse para robar a un tercero.
Anormal, adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y conducta, ser independiente es ser anormal, y ser anormal es ser detestado. En consecuencia, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga, obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del infierno.
Cañón, s. Instrumento usado en la rectificación de las fronteras.
Comercio, s. Especie de transacción en que A roba a B los bienes de C, y en compensación B sustrae del bolsillo de D dinero perteneciente a E.
Conversación, s. Feria donde se exhibe la mercancía mental menuda, y donde cada exhibidor está demasiado preocupado en exponer sus propios artículos como para observar los del vecino.
Costumbre, s. Cadena de los hombres libres.
Distancia, s. Único bien que los ricos permiten mantener a los pobres.
Elector, s. El que goza del sagrado privilegio de votar a un candidato que eligieron otros.
Fanático, adj. Dícese del que obstinada y ardorosamente sostiene una opinión que no es la nuestra.
Frontera, s. En geografía política, línea imaginaria entre dos naciones que separa los derechos imaginarios de una, de los derechos imaginarios de la otra.
Hombre, s. Animal tan inmerso en la entusiasta contemplación de lo que cree ser que olvida lo que indudablemente debería ser. Su principal ocupación es el exterminio de animales de su propia especie que, a pesar de eso, se multiplica con tanta rapidez que ha infestado todo el mundo habitable, incluyendo Canadá.
Ignorante,s. Persona desprovista de ciertos conocimientos que tú posees y sabedora de otras cosas que tú ignoras.
Ineficaz, adj. Dícese de lo que no está calculado para favorecer nuestros intereses.
Justicia, s. Artículo más o menos adulterado que el Estado vende al ciudadano a cambio de su lealtad, sus impuestos y sus servicios personales.
Libertad, s. Uno de los bienes más preciosos de la imaginación, que permite eludir cinco o seis entre los infinitos métodos de coerción con que se ejerce la autoridad. Condición política de la que cada nación cree tener un virtual monopolio. Independencia. La distinción entre libertad e independencia es más bien vaga; los naturalistas no han encontrado especimenes vivos de ninguna de las dos.
Moral, adj. Conforme a una norma de derecho local y mudable. Cómodo.
“ Dícese que existe en el Este una cadena de montañas y que a un lado de ella ciertas conductas son inmorales, pero que del otro lado son tenidos en alta estima; esto resulta muy ventajoso para el montañés, porque puede bajar ora de un lado, ora del otro, y hacer lo que le plazca, sin incurrir en falta” – Meditaciones de Gooke
Océano, s. Extensión acuática que ocupa dos tercios del mundo hecho para el hombre, que casualmente carece de branquias.
Pesar,s. Poso que queda en la copa de la vida.
Política,s. Conflicto de intereses disfrazado de lucha de principios. Manejo de los intereses públicos en provecho privado.
Primitivo, s. Individuo convencido de que la mejor política es ser honrado.
Razonar, v.t. Sopesar probabilidades en la balanza del deseo.
(Fuente: «El diccionario del diablo», Edimat Libros, 2003)
Un libro fantástico que pasa muy desapercibido. Muy acorde para estos tiempos…