Más cultura

Egipto, en la obra de Naguib Mahfuz.

Por Johari Gautier Carmona

Si hay un país que brilla por su riqueza cultural y su historia, es Egipto. El país de los faraones. Un pueblo en constante movimiento que vive al ritmo del prestigio de sus dirigentes, la decadencia de dinastías interminables y las injerencias de otras naciones. 2011 ha sido un año de grandes cambios. Las revoluciones árabes han marcado el norte de África con un baile contagioso de revueltas y, siendo una de las dictaduras más arraigadas, Egipto ha caído en la tormenta de la manera más apasionada. La libertad se ha impuesto a la autocracia. El deseo de la juventud ha desquiciado los planes de unos dirigentes corruptos y distanciados de la base. Todo esto quedará reflejado en la literatura de los próximos años. Esa literatura que recoge los últimos avances sociales, que se alimenta de las vivencias y retrata los sentimientos de muchos anónimos. Con el deseo de conocer más de este país, nos acercamos a uno de sus máximos representantes: el premio nobel de literatura, Naguib Mahfuz. Un hombre que renovó las letras árabes con una obra moderna y prolífica, basada en la inmensa historia de su país pero, también y sobre todo, en la realidad de una sociedad marcada por el colonialismo, la religión, el nacionalismo, el excesivo poder de sus elites y la escasa educación de las bases.
Nacido en 1911 en la ciudad de El Cairo, Mahfuz compagina desde muy temprano su actividad literaria con su puesto de funcionario en el ministerio de Asuntos Religiosos. Con un gusto notable por el detalle, rescata algunos de los momentos más destacables del Egipto faraónico, consagrándose como un autor de novelas históricas. Luego, aborda una fase de realismo que le llevará a escribir una de las trilogías más destacables del panorama literario, compuesta de “Entre dos Palacios” (1956), “La azucarera” (1956) y “Palacio del deseo” (1957). La mayor parte de su obra describe la ciudad de El Cairo que tan bien conoce y de la cual se ha distanciado en contadas ocasiones. Mahfuz es un escritor que ha viajado poco y que, sin embargo, ha sabido construir una obra universalmente reconocida, construida sobre una perspectiva crítica y progresista. En ella se encuentran las claves para conocer el Egipto de hoy y el de los próximos años.
El Antiguo Egipto.
En “Akhenatón” (1985), Naguib Mahfuz retrata una de las épocas más interesantes de la historia egipcia con la llegada al trono de un faraón obnubilado por sus creencias y el deseo de reformar toda una sociedad. Su iluminación le lleva a imponer una deidad a la que pocos egipcios pueden entender y forzar el traslado de la capital a una zona retirada que más tarde recibe el nombre de Ajetatón. En pleno siglo XV antes de Cristo, el país de los faraones expone un grado de organización incomparable, con sus diferentes estratos sociales, ministerios religiosos y económicos, pero también unas costumbres milenarias que vertebran el día a día de todos sus habitantes. Un joven investiga el legado de Akhenatón unos años después de su muerte y descubre los secretos de unos tiempos marcados por el miedo y la incertidumbre. En sus pasos se percibe el esplendor de una civilización trastocada por los impulsos de un solo hombre y las repercusiones de unos sentimientos apasionados. “Akhenatón” es el retrato de un gigante en pleno cambio. Un coloso asustado por sus propios fantasmas.
Otra obra destacable de Mahfuz recrea la belicosidad y el orgullo del Egipto Antiguo: “La batalla de Tebas”. En esta maravillosa novela histórica, el autor reconstruye una época inestable en el que Egipto se enfrenta a la invasión de un pueblo venido del norte: los Hicsos. Las escenas épicas predominan en un relato sencillo pero eficaz y la trama lineal sirve para retratar la evolución de los sentimientos patrióticos. El rey de los Hicsos, Apofis, provoca la muerte del faraón Sekenenre en una batalla sangrienta que obliga los egipcios a refugiarse en Nubia. Diez años más tarde, los descendientes del faraón ––Kamose y Ahmose–– se enfrentan a los invasores para recuperar el prestigio perdido. El relato termina con un triunfo simbólico que supone el fin de doscientos años de sumisión.  Es el reencuentro con el pasado. La vuelta a la gloria egipcia.
El Egipto del siglo XX.
“Entre dos palacios” (1956), la primera obra de una trilogía publicada entre 1956 y 1957, representa una etapa estilística importante en la cual Mahfuz eterniza la realidad social de El Cairo. Su protagonista principal ––el padre de familia Ahmad Abd el-Gawwad––  impone un control férreo y una moral que choca con su estilo de vida fuera de la casa. El destino de sus hijos y de su mujer se ven afectados por las exigencias y la autoridad de un hombre que vive bajo la dictadura de su orgullo y prestigio. La doble moral se establece como un principio fundamental en un panorama en el que conviven ––a veces difícilmente–– la vida familiar y las salidas nocturnas en
solitario. El carácter del padre es ambivalente, se impone a través del miedo y la fuerza, y sin embargo, no puede etiquetarse de hipócrita puesto que, en todo momento ––y  en cualquiera de los lugares en los que se expresa––, persigue lo que considera mejor para sí mismo, para el resto de sus familiares y la sociedad en general.
Así pues, la prosa del escritor egipcio retrata una cultura en la cual el peso de la familia, los criterios religiosos y la proximidad del vecindario hacen de la cotidianeidad algo extremadamente inflexible, y muchas veces sofocante. Dentro de esa cotidianeidad, varios mundos conviven sin nunca conocerse. Las mujeres ven desde el interior de sus casas, detrás de la ventana, cómo los hombres van a trabajar o sus hijos cogen el camino de la escuela. Se imaginan la fachada de un monumento y el ruido de las calles, y esperan a que los hombres vuelvan con las últimas noticias para comentarlas a la hora del té. Una vida vivida a través de otras miradas.
En el libro de cuentos “Historias de nuestro barrio” (1975), Naguib Mahfuz ilustra la magia, las paradojas  y la evolución de un barrio de El Cairo. Recoge con gran precisión los tiempos en los que los ingleses dominaban el país, la revolución que permitió la independencia, el
orgullo y patriotismo que siguieron. Egipto ha pasado por numerosos cambios políticos a lo largo del siglo XX y todos quedan reflejados en las páginas de esta magnífica obra. También destacan el poder religioso de los derviches y las escuelas coránicas, los tabúes de una sociedad donde el amor sólo puede evidenciarse de ciertas maneras, el orgullo de ser funcionario y trabajar en un puesto estable, los cotilleos incesantes que marcan la vida de las familias, el conservadurismo ante ciertas prácticas y costumbres extranjeras, pero también, el abuso de poder de los futuwwa: esas figuras que se alzan después de la independencia para defender a los barrios de posibles amenazas e imponen sus
reglas con intimidaciones y violencia. El abuso de poder es una práctica común que, ante la resignación de los lugareños, se perpetúa, corrompe y perjudica a los que desean crecer.
La primavera de las revoluciones árabes.
Naguib Mahfuz murió en 2006, sin alcanzar a ver lo que podría considerarse uno de los eventos más destacables de este inicio de siglo: la revolución egipcia que finalizó el 11 de febrero del 2011 con la dimisión del presidente Mubarak.  Sin embargo, conociendo su carácter crítico y
progresista ––que  le valió serias amenazas de sectores fundamentalistas y un atentado a su persona cuando tenía 82 años–– es posible intuir que el intelectual hubiera respaldado la revolución con el entusiasmo de quien defiende las libertades y los derechos de un pueblo entero.
La revolución del 2011 ha marcado profundamente el rostro de El Cairo. Las manifestaciones de la plaza Tahrir recuerdan esas inmensas protestas que Mahfuz describe en sus relatos. El deseo de justicia, el patriotismo y la fatalidad se entrelazan con un sabor eufórico y agridulce. La literatura del premio nobel sigue siendo, por lo tanto, una referencia ineludible para entender las dos caras de Egipto: la tierna y la cruel. Muchos de los elementos que el autor egipcio integra en su obra perviven en el Egipto de hoy, se observan en las calles, se ocultan en los hogares oscuros y cogen una dimensión inesperada. Ésa es la fuerza de la literatura de Naguib Mahfuz.

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