Entrevista a Marcos Giralt Torrente

He disfrutado buscando el equilibrio entre la intensidad del cuento y la profundidad de la novela”

 


Después de Tiempo de vida (Anagrama, 2010) Marcos Giralt Torrente se aleja de la voz que narra sobre sí mismo y de sus circunstancias personales lanzándose premeditadamente a la ficción como desfogue. Su nueva incursión en la ficción ha dado por resultado un libro de cuentos titulado El final de amor (Páginas de Espuma, 2011). Se trata de cuatro ejercicios que oscilan entre las características propias del relato y de la novela. Crudos, intensos y de gran actualidad respecto a la naturaleza de las relaciones personales, los cuatro textos componen el libro que ganador del II Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero.

 

 

Por Trifón Abad.


 

Trifón Abad: El narrador de ‘Nos rodeaban palmeras’, la narración que abre el libro, parece darse cuenta del desencuentro precisamente al rodearse de un espacio nuevo y amenazante, y a la vez al compararse con otros. ¿Es quizá esa lejanía de lo cotidiano y rutinario lo que nos hace no prolongar las relaciones?


Marcos Giralt Torrente: Las estadísticas dicen que es en verano cuando se separan más matrimonios, cuando se deja de trabajar y se convive más horas. No sé si es la lejanía lo que prolonga las relaciones, en realidad en mi caso situar a la pareja con esa trama en una isla fue una decisión puramente técnica. Quería fijar la mirada en una instantánea, hacia ese momento en el que una pareja se aleja, aunque no necesariamente para siempre. Todas las parejas pasan por situaciones así, ya sean segundos, días, semanas, meses o años. O para siempre. Son situaciones de incomunicación en las que uno intenta hacer todo lo posible para agradar al otro y sin embargo la caga. La isla me servía para exagerar la situación.

 

 

TA.: Ha mencionado a Willa Cather y Alice Munro como algunas de sus influencias directas. La segunda incluso aparece mencionada en el cuento ‘Joanna’. ¿Le ha servido para arrojar una mirada más totalizadora sobre el universo del amor, el tomar una perspectiva femenina sumada a su experiencia como hombre?


MGT.: Los cuentos son de intención deliberadamente clásica, y he utilizado referentes muy variados. Es cierto que el segundo de los cuentos podría emparentarse con el estilo de Willa Cather, y el tercero con ciertos personajes adolescentes de Alice Munro, pero también creo que el cuarto podría relacionarse con algunas narraciones de aprendizaje de Richard Ford, como ‘Incendios’. Son escritores muy variados y de épocas diversas, pero me gusta hacer guiños a autores que han cultivado el cuento. Es cierto que disfruto de la literatura de muchas mujeres, y de hecho, sin ninguna duda, considero a Alice Munro uno de los escritores contemporáneos más destacados. Si me pidieras que escribiera en un papel los cinco autores vivos más importantes, estaría en la lista. Pero no estoy seguro de que me hayan ayudado a enriquecer o a comprender mejor el universo femenino. He vivido en un mundo más femenino que masculino, soy hijo único, no tengo hermanos y mis padres estaban separados. En mis ficciones anteriores siempre ha habido personajes femeninos de peso.

 

 

TA.:¿Son las etapas de desamor especialmente creativas?


MGT.: Lo cierto es que, desde que me abandonó mi primera novia, no he vuelto a vivir una etapa de desamor. Llevo veinte años con mi mujer. En cualquier caso soy muy reacio a apoyar esa visión atormentada que cree  que el artista para crear tiene que pasar hambre, frío, no dormir y ser desgraciado en el amor. Opino que si tienes dinero, una casa cómoda y te quiere tu mujer, las condiciones para crear son muy favorables (risas).

 

 

TA.: Decía en una entrevista que “la novela es un género ambicioso, que tiene la pretensión de abarcar todo un mundo y contenerlo mientras el cuento se conforma con ser una viñeta”… sin embargo los cuatro cuentos de ‘El final del amor’ son extensos, quizá porque rescatar las discrepancias de las relaciones personales exigen una profundidad extraordinaria…


MGT.: No recuerdo esas palabras, pero si las has leído es porque estarán por ahí, así que aprovecho para corregirme. No creo que el cuento sea una mera viñeta exactamente, sino que es un instante revelador de una totalidad más compleja que lo supera. Mientras la novela tiene por fin abarcar la totalidad, el cuento es incapaz de hacerlo pero pretende insinuarla a través de una epifanía, por llamarlo de algún modo. Está claro que un cuento de cinco páginas, otro de quince y otro de treinta y cinco no son lo mismo, y estos cuentos que componen el libro son del tercer tipo. De hecho si fueran un poco más largos se acercarían mucho a la novela. Esto me permite jugar con más elementos, lograr mayor profundidad en los personajes, así como en las atmósferas. Uno de los placeres que me ha procurado este libro ha sido poder trabajar con holgura en estos aspectos, alcanzar así cierta profundidad que es habitual en la novela.

 

 

TA.: En efecto, el equilibrio entre la densidad de la novela y la intensidad característica del cuento es uno de los aciertos del libro

 

MGT.: La novela te permite perder intensidad, y el lector puede incluso “dormirse” durante treinta páginas sin perder el hilo o lo sustancial de la obra, mientras en un cuento si te pierdes tres páginas, puede que te estés perdiendo el cuento entero. He intentado no perder la intensidad propia del género corto, aunque lógicamente es menor a la de un cuento de cinco páginas, buscando ese punto intermedio para recrearme en ciertas florituras y aspectos ajenos a la senda que es la trama de cualquier narración.

 

 

TA.: Sin duda autores cuyas novelas han sido bien recibidas por la crítica, como es su caso, abren los ojos a los escépticos que consideran al cuento un género menor. ¿Cree que el cuento está comenzando a obtener el lugar que se merece dentro de nuestra literatura?


MGT.: Creo que afortunadamente es así. Cuando publiqué mi primer libro (Entiéndame, Anagrama, 1995) era realmente difícil que un editor apostase por un libro de cuentos, sobre todo si era el primero. Los autores muy consagrados tenían la oportunidad de reunir los relatos publicados aquí y allá y cualquier editor hubiera querido publicarlos. Pero ese no era mi caso. Hoy, en este punto del camino en el que me hallo, tendría relativamente fácil publicar en cualquier editorial, pero lo difícil era cuando tenía 27 años y un manuscrito bajo el brazo. Esto es algo por lo que siempre estaré eternamente agradecido a Jorge Herralde. Los editores decían que no leían cuentos porque no los vendían. Hoy las cosas han cambiado gracias a una serie de editoriales independientes que vieron en unos manuscritos que no hallaban cabida en los grandes sellos un nicho interesante para explotar. Ellos han forzado que exista un mercado y un lector de cuentos. Y una editorial como Páginas de Espuma, que es un verdadero premio para los amantes de los cuentos, que ha hecho del cuento bandera y su especialidad, ha contribuido a que existan lectores y autores de cuentos.

 

 

TA.: Me interesó mucho una reflexión suya en la que decía «hemos perdido la capacidad para recuperar a escritores que no fueron reconocidos en vida»… ¿a qué crees que se puede deber este hecho?


MGT.: Sí, es algo que sigo pensando. Seguramente se deba a la falta de pausa, todo en el mundo contemporáneo es acelerado, y quien no prende de manera inmediata lo tiene muy difícil, porque no se permite el juicio mesurado, a largo plazo, ni siquiera el estudio, ni el dar una respuesta meditada. Yo recuerdo cuando un entrevistador terminaba la pregunta, a veces pasaban dos, tres o cuatro segundos hasta que, Borges, por ejemplo, empezaba a hablar. Parece que hoy en día esos cuatro segundos no te están permitidos, y lo estoy experimentando en la promoción del libro, te lanzas a contestar sin pensar a veces ni lo que vas a decir.

 

TA.: Quizá se deba a que hoy se busca también un tipo de libro que podríamos llamar ‘fast reading’, y esto se debe al mundo consumista que ya alcanza todos los aspectos de la sociedad…


MGT.: Sí, está claro que la lectura rápida conecta con la sensibilidad contemporánea, pero no por eso tiene que ser bueno, ni mucho menos lo mejor.

 

 

TA.: Dice que antes que escritor, se considera lector, y especialmente lector de cuentos. ¿Qué ha de tener para ti un buen cuento?


MGT.: Fundamentalmente la tensión define al cuento, ese grado de tensión que te lleva a no poder dejar el relato desde la primera línea. Me refiero a lo que comentábamos anteriormente en la comparación entre la novela y el cuento. Además tiene que significar más de lo que la propia letra indica, pero esto es un rasgo común a cualquier otro tipo de obra literaria. Tiene que ser una ventana que te permita ver más allá, poder imaginar qué hay detrás del horizonte que ves a través de ella.

 

 

TA.: Esto es todo. Espero que hayas tenido tus cuatro segundos de reflexión tras las preguntas…


MGT.: Sí, y te lo agradezco. No te des por aludido, a veces es uno mismo el que se atosiga tras varias entrevistas.

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