Summer Wind
Por Fernando Marañón.
Anoche soñé que volvía a otro verano
Cuando yo era niño, uno sabía que el verano se aproximaba porque las ventanas del patio del edificio se habrían para aliviar el calor. Nadie tenía aire acondicionado y los diálogos de las películas salían por nuestros televisores llenando de ecos la oscuridad, como si aquel patio fuese un cine de verano.
A lo mejor, por eso, cuando se acaba el verano, parece que el cine de nuestra memoria se tiñe de melancolía. Porque el verano de la pantalla es ese en el que podemos encontrarnos el amor inesperado, como les pasó a Audrey Hepburn y a Gregory Peck en Vacaciones en Roma (1953), para perderlo enseguida y también por amor. El verano es ese tiempo y lugar en el que un humilde cartero puede decirle a Pablo Neruda que la poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesita. El verano es La rodilla de Clara (1970), que no sabes si podrás tocar antes de regresar a tu ciudad, y El último Tango en París (1972), aunque suceda en invierno.
El verano es Kathleen Turner sudorosa y mortífera, invitándote a escuchar las campanitas de su terraza a cambio de la perpetua, y Grace Kelly dispuesta a investigar un crimen de tu vecindario a condición de que te cases con ella. La joven viuda de la casa en la colina que te desvirga en el Verano de 42 (1971), o los amigos capaces de buscar un cuerpo en el bosque y decirte pase lo que pase Cuenta conmigo (1986).
El verano son las banderitas de la última feria tiradas en la playa, cuando ya empieza a hacer frío, como al final de Calabuch (1956) o Novio a la vista (1954), las películas veraniegas del gran Berlanga, o Los inútiles (1961) y La Dolce Vita (1960) del gran Fellini.
Y el verano es sobre todo, un pueblo italiano donde un proyeccionista de cine guarda los besos de todas las películas y de todos los veranos, para regalárnoslos envueltos en la música más triste y más hermosa del cine: La que suena cuando el verano se ha acabado, la que nos hace sentir que siempre queda un verano de nuestra vida en el que fuimos completamente felices.
Emocionante. Y de fondo la canción de Sinatra, The summer wind.