CríticasPoesía

Vinuesa, Zahara y otros lugares

Bernardo Santos
Vinuesa, Zahara y otros lugares
Ed. Soria Edita, 2011. 97 páginas.
Por Mª Ángeles Maeso
 
Bernardo Santos (Vinuesa, 1972) en su cuarto poemario entrega un canto del ser humano itinerante. Aunque el título remita a los lugares, se trata por encima de todo de una celebración del movimiento y del viaje.
 
Señala la imposibilidad de una vinculación a un territorio único, si la tierra de la infancia está imantada, pertenecemos también a muchos otros que elegimos. Si la Vinuesa del origen, que ocupa la primera parte (sin duda, la mejor del libro) es la naturaleza a la que regresar, los otros lugares que elegimos o que nos salen al paso nos conforman como dioses en camino. Eso nos dice el poeta, poniendo más énfasis en la importancia de estar laberínticamente vinculados: “polígamos, elegimos una vez el mapa entero/ como único evangelio. (…) ¡Ay! del hombre (la mujer) que se esclaviza a un solo paisaje;/ monógamo compulsivo se perderá sin remedio”
 
Una defensa pues del movimiento, para la que no necesita citar a Aristóteles; el poeta soriano compone las imágenes recurriendo a una genealogía trashumante y a una indagación de la materia que constituye lo que somos: “un contenedor de electrones imparables”, “un ADN en movimiento” que nos identifica con la naturaleza.
 
Con esta idea como núcleo levanta grandes poemas este libro en los que precisa que ritmo del viaje ha de ser la lentitud -de ahí el canto a la bicicleta- el que permita atender las sensaciones para el paseo evocador entre la memoria y el deseo; para mirar también lo soñado y reparar en su hueco y defender otra forma de conocer mediante el silencio, la omisión, lo que no ha ocurrido y lo que puede suceder; mirar y proceder con la esperanza de Mendeleiev al definir la primera tabla periódica: “dejando huecos para aquellos elementos que aún no habían sido descubiertos”
 
Los poemas que ocupan la segunda parte tienen como referente un paisaje marino, Zahara, el sur. La naturaleza, vista con sus ecuaciones y sus leyes físicas, domada por diluvios de cemento, encerrada entre alambradas como el cuerpo adulto del que mira el mundo gobernado por el caos. Ascensión del oleaje en lucha contra simas de silencio.
 
Otros lugares con nombre de ciudades completan el mapa: Madrid, Managua, Sevilla, Viena, Vaticano, Tánger…En esta parte, la expresividad emocional del poema en prosa que predomina en el libro se diluye, en ocasiones, hacia reflexiones de diario, fragmentos de prosa más discursiva que lírica, sin que esto quiera decir que los textos nos hablen de una geografía o una anécdota: Casablanca es evocada cinematográficamente; en Florencia el paso es reflexivo y sensitiva la mirada, capaz de abstraer el valor del instante feliz. Moguer, con el guiño del autor a una filiación poética de la conciencia crítica, y que considera el sentido de pertenencia a un grupo más que la noción de originalidad. Como manifiesta Bernardo Santos con este libro que no debe perderse.
 
(Si quieres leer algunos poemas de Bernardo Santos pincha AQUÍ)
Estelle Talavera

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