Por Carlos Javier González Serrano.
 
Psicología y religión. C.G. Jung. Paidós, 2011, 168 pp., 15 €.

Es sorprendente la transformación que se opera en el carácter de un individuo al irrumpir en él las fuerzas colectivas. Un ser humano afable y sensato puede tornarse un maníaco o una bestia salvaje. Propendemos en todos los casos a inculpar a las circunstancias exteriores, mas nada explota en nosotros que no existiese de antemano.

Jung, Psicología y religión

 

Jung nace el 26 de julio de 1875 en Kesswil, cerca del lago suizo de Thurgau. El propio autor nos explica, ya anciano, que su juventud no puede entenderse más que a partir del concepto de misterio: una personalidad solitaria que creía tener consciencia de un saber desconocido. Muchos años más tarde, el rechazo absoluto de los últimos escritos de Jung por parte de sus antiguos colegas en el comienzo de la Primera Guerra Mundial aceleró su crisis personal, entrando en un proceso que él mismo califica de “confrontación con lo inconsciente”. En una conferencia pronunciada en 1914, un mes antes del estallido de la guerra, Jung define lo inconsciente como “todos los procesos psíquicos que están bajo el umbral de la conciencia”, y nos recuerda que “en las personas normales la función principal de lo inconsciente consiste en efectuar una compensación y producir un equilibrio”, roto el cual aparecerá el trastorno mental.

 

¿Qué es propiamente la psique? Un prejuicio materialista indica que no es sino un mero epifenómeno, un producto secundario de los procesos orgánicos del cerebro. [Pero] es un prejuicio casi ridículo suponer que la existencia no puede ser sino corpórea. De hecho, la única forma de existencia de la que poseemos conocimiento inmediato, es psíquica. […] Nuestro espíritu no puede aprehender su propia forma de existencia, porque no tiene su punto de Arquímedes en lo exterior; no obstante, existe. La psique existe, más aún, es la existencia misma.

Jung, Psicología y religión

 

A principios del siglo XX, Jung defiende a ultranza los trabajos de Freud, aunque cuestiona desde el principio la etiología exclusivamente sexual de la histeria. No obstante, se adhiere completamente a su método psicoterapéutico e intenta adentrarse con él en las psicosis. Nuestro autor llegó incluso a mostrar veneración por el maestro, y éste afirmó que Jung sería, sin duda, el “continuador y perfeccionador de mi labor y sucesor”. Nada que ver con el turbio final de la relación entre ambos alrededor de 1914. Karl Abraham, tercero en discordia, afirmaba sobre algunas conferencias que Jung pronunció criticando la libido y el incesto que “Jung ha hecho una exposición totalmente incorrecta de las enseñanzas de Freud” en contradicción “con sus anteriores escritos” sobre sexualidad infantil. Incluso, Abraham percibe “en los escrito de Jung la obra de tendencias destructoras y reaccionarias”, y concluye que “no tiene ya el derecho de aplicar la designación de ‘psicoanálisis’ a las opiniones que propone”.

 

Sin embargo, nadie hoy se atreve a dudar de la genialidad de una mente como la de Jung. En esta obra imprescindible que Paidós nos presenta, queda expuesto el enfoque junguiano del problema psicológico de la religión como consecuencia natural de su teoría de la realidad de lo psíquico («La psique existe, más aún, es la existencia misma», leíamos en la cita anterior). Jung califica su método como fenomenológico, en el que «trata de sucesos, de acontecimientos, de experiencias, en resumen, de hechos. Su verdad es un hecho, no un juicio».

 

En 1930 Jung escribía (distanciándose notablemente de tesis freudianas) que «el psicoanálisis […] no es sólo un método terapéutico, sino también una teoría psicológica que no se limita en absoluto a las neurosis y a la psicopatología general, sino que trata también de incorporar a su dominio el fenómeno normal de los sueños y, más allá, el extenso ámbito de las ciencias del espíritu: la literatura, las artes plásticas en general, la biografía, la mitología, el folklore, la ciencia comparada de las religiones y la filosofía». En 1953, Jung confesaba en una entrevista que aceptaba «los hechos que Freud ha descubierto, pero sólo parcialmente su teoría. Únicamente pongo objeciones a la exclusividad de la sexualidad».

 

En el completo «Prólogo» de Enrique Butelman a Psicología y religión, éste nos explica que la psicología, a juicio de Jung, sólo se ocupa del fenómeno de la experiencia religiosa como actividad de la psique humana, es decir, de cómo se manifiestan en la mente del hombre las ideas religiosas, las ideas que éste tiene de Dios, o del hecho que no tenga ninguna. Estas ideas son aceptadas por la psicología como hechos, «pues –afirma Jung– es el hombre quien las tiene y quien crea para sí mismo imágenes», aunque no pueda inmiscuirse en el problema de la realidad absoluta que la fe religiosa les atribuye.

 

En definitiva, los fenómenos religiosos no suponen una mera sublimación, sino una auténtica y legítima función del psiquismo humano. Esta psique es un factor autónomo, y sus manifestaciones religiosas ponen de manifiesto ciertas confesiones psíquicas que en último término obedecen a procesos inconscientes. Una oportunidad única para conocer la opinión de Jung sobre la relación entre psicoanálisis, psicología y religión.

 

Podemos suponer que la personalidad humana comprende dos cosas: primero, la conciencia y todo cuanto ésta abarca, y segundo, el amplio fondo indeterminablemente grande que constituye la psique inconsciente. La personalidad consciente es definible con menor o mayor claridad; tratándose de la personalidad humana en su conjunto, hemos de reconocer la imposibilidad de una descripción completa. En otros términos: en toda personalidad hay, inevitablemente, algo adicional, ilimitado e indefinible, puesto que la personalidad muestra una parte consciente y observable, pero a fin de explicar determinados hechos nos vemos obligados a postular ciertos factores no contenidos en dicha parte consciente.

Jung, Psicología y religión