El Leviatán de Ai Weiwei
Por Eloy V. Palazón.
Tacita Dean seguirá a Ai Weiwei en la Unilever Series de la Tate Modern este año, pero la instalación Sunflower Seeds del artista chino, que ocupó la sala de las turbinas el año pasado, sigue dando que hablar tras los acontecimientos ocurridos durante 2011.
El 11 de mayo de este año el artista angloindio Anish Kapoor mostraba ante el público de la cuarta Monumenta de París su obra Leviatán, una mole roja de 35 metros de altura y 120 metros de profundidad que dedicó a su amigo y artista chino Ai Weiwei. Días antes, el 2 de mayo, se había clausurado la instalación que Weiwei había llevado a la sala de las turbinas de la Tate Modern de Londres: Sunflower Seeds. Ésta consistía en una alfombra de más de 100 millones de pipas de porcelana hechas a mano por artesanos de la ciudad de Jingdezhen.
Weiwei declaraba, en referencia a la instalación, que “en el ámbito político todas las pinturas tienen las semillas de girasol. Siempre que el presidente Mao sale, hay girasoles alrededor de él: Mao es el sol y toda la gente ordinaria, leales al partido, son los girasoles. Los girasoles como apoyo de forma espiritual y material a la revolución”. La revolución cultural de Mao, iniciada en 1966, se tradujo más bien en una catástrofe cultural y, de hecho, esa masacre continúa hoy en día aunque de forma distinta, como el propio Ai Weiwei muestra en gran parte de su obra artística. El artista chino presenció cómo esa revolución cultural obligaba a su padre, el poeta Ai Qing, a destruir sus libros. En una entrevista con Hans Ulrich Obrist con motivo de la exposición de la galería Ivorypress que hubo en Madrid en 2009, Weiwei decía que su padre “pensaba que no era bueno que sus hijos leyeran, porque en China el futuro estaba muy claro, cualquiera que tuviera cultura o conocimientos sería castigado. No podías decir lo que pensabas porque te llevaría a la muerte”.
Pero él tuvo siempre ansias de libertad: en su célebre blog escribió que “la libertad es el derecho a cuestionarnos todo” y esta ha sido la divisa que ha marcado su vida y obra. En las fotografías Study of Perspective, una serie realizada entre 1995 y 2003, se ve el brazo del artista haciendo un corte de mangas a monumentos como la Casa Blanca, la plaza de Tiananmen, la Torre Eiffel, La Mona Lisa…, símbolos del poder institucional. Y este es el gesto que caracteriza al polifacético artista. No le importaron las repercusiones que pudiesen acarrear sus comentarios sobre las ineficaces medidas que se tomaron tras el terremoto de Sichuan en 2008 o su no asistencia por disconformidad con las políticas chinas a la inauguración de El Nido, el estadio olímpico de Pekín que diseñó para las Olimpiadas de 2008 en colaboración con los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron. Tales gestos eran obras en sí mismos. Y ese corte de mangas (más importante es la actitud, la idea, que el resultado material de la obra en sí) es el arpón con el que pretende acabar con el Leviatán. En la entrevista acerca de la instalación de la Tate tomaba partido sobre el carácter funcional del arte: “siempre he pensado que el arte es una herramienta para proponer nuevas preguntas. Crear una estructura básica que puede abrirse a diferentes posibilidades es lo más interesante de mi obra” y por ello, como él mencionó en algún momento, su arte es básicamente político (pues “la vida es enteramente política” añadió).
No cuesta imaginar que la consecuencia de todo esto sería, como mínimo, su arresto. Así se produjo, en el aeropuerto de Pekín, el 3 de abril, después de haber derribado su estudio (importante símbolo arquitectónico) y haber clausurado su gran fuente de ideas y parte importante de su concepción de arte y artista: su blog.
Tentadora es la comparación con su compatriota y activista Liu Xiaobo, Nobel de la Paz 2010. En esa ocasión, países como Reino Unido, Alemania, España, Francia o Estados Unidos pidieron la libertad para el disidente chino, pero esta petición cayó en el olvido cuando David Cameron visitó China en noviembre de 2010, también días antes cuando Hu Jintao era recibido por Nicolas Sarkozy en París o en la visita de Barak Obama a Asia esos mismos días. Pero bueno, ya se sabe que si China crece económicamente casi cinco veces más que Estados Unidos, China manda.
Dejando aparte los símiles queda claro que el 3 de abril el Leviatán ganó y el arpón del Ahab chino se partió en dos en las rojas entrañas del monstruo bíblico (monstruo lockeano, de la metáfora que propone Kapoor). A finales de junio fue liberado por buena conducta pero las autoridades chinas no le permiten hablar en público.
Tal vez, en un ejercicio de imaginación, las entrañas del Leviatán de Kapoor hubiesen sido un emplazamiento curioso y lleno de metáforas para las pipas de Ai Weiwei, por no decir más adecuado, teniendo en cuenta el eterno problema que plantea el arte político expuesto en una institución pública. Pero esto queda como un mero juego que se puede plantear tras esa dedicatoria que le hace Anish Kapoor a Weiwei.
Lo que uno se pregunta es si el Leviatán habrá conseguido convertir a Ahab en otra pipa más. Esperemos que la respuesta sea negativa.