"Sueño silencio", Sheila L. Lastra
“Sueño Silencio”, de Sheila L. Lastra.
Algo es el silencio.
No se oye, como tantas otras cosas que no se ven.
Luego cierras los ojos y te roza los nudillos,
como esas otras cosas que no saben a nada.
Luego te lo pasas por los labios para ver a qué
huele. A saber si le toco un pie o el ombligo o la
punta de cualquier pestaña. A saber de dónde
me tiene desde que me sostiene, desde que lo
siento en todas partes. Desde que late conmigo
o desde que lato.
Luego lo sostengo en el vientre para ver a qué
duele. A saber de dónde ha empezado a vivirme
desde que me vive en todas partes, sin tenerlo.
Desde que me crea a sueños. A fuerza de creer
en tardes que crecen hasta donde les dan las
líneas.
Algo es silencio. No se ve, como tantas otras
cosas que no huelen a nada.
Entonces nada. Crecer tarde y ponerle líneas a
los labios. A saber si le toco una oreja o un diente
o la punta del corazón. O el corazón. Como una
de esas cosas que sientes cuando ya no son. Una
de esas cosas que no están hasta que las sueñas.
Luego me siento el vientre hasta dónde. A saber
de dónde sangra desde que es, desde que lo creo
en todas partes, desde que lo sé y no.
Como una de esas cosas que crecen sin que te las
creas. Una de esas cosas que al cerrar los ojos
alborotan las líneas. Como esas otras tardes de
lágrimas que
pesan.
Luego es silencio.
Como tantas otras cosas que no son
nada.
Sheila Lucas Lastra (Salamanca, 1980), es licenciada en Filología Hispánica (Universidad de Salamanca, 2002). Ha trabajado como profesora de español (Universidad de Salamanca, Escuela Oficial de Idiomas de Madrid) y ha colaborado como preparadora de textos, correctora y asesora lingüística con varias instituciones y editoriales (Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Real Academia Española, SGEL). Actualmente cursa un máster en Gestión de la Documentación en la Universidad Complutense de Madrid, y trabaja como investigadora en la Universidad de Salamanca.
Escribe desde que aprendió a hacerlo, pero ni la extensión ni el alcance de sus letras le han rebasado apenas el diámetro del ombligo.
Escribe para buscar la pregunta a la que es respuesta. Para devolverle esas (pocas) palabras justas al silencio.