La piel que habita Almodóvar
Por María Zaragoza.
Estos días he escuchado una sandez tantas veces, que me voy a tener que pronunciar. En casi todos los medios que he escuchado o visto, se dice que Almodóvar se reinventa con La piel que habito (2011). Y no es sandez por ser mentira, sino por responder a una obviedad, ¿en qué momento ha dejado Almodóvar de reinventarse? Quizá por ser manchega como él, e incluso de un pueblo de Ciudad Real, lo sigo de toda la vida (llegando incluso hace años a mandar a la productora un paquete para darle las gracias por tantos momentos maravillosos que no sé si recibió), y esto viene a ser literal porque nací el año que terminó Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980). Y si recordamos esa película y la comparamos con cualquiera de las siguientes, que venga alguien a contarme qué tienen que ver. Ah, sí, una cosa bastante importante: la arrolladora forma de narrar y de tratar a los personajes de Pedro. Bien, eso, como en todo creador sin miedo, y si hay algo que admiro de Almodóvar es su ausencia de miedo al rodar, forma parte de su personalidad y no puede perderse y ni tan siquiera camuflarse. Es la primera vez que realiza una adaptación de una historia ya existente, sí, ¿y? Bien, estoy ya deseando leer el libro para apreciar con más placer la forma en la que el manchego se la ha llevado a su terreno. Porque los personajes son almodovarianos hasta tal punto que, como fan, pude llegar a adivinar la última frase que pronunciaría Marisa Paredes en la película.
Por lo tanto, la última película de Pedro Almodóvar no deja de ser una película de Pedro Almodóvar; hace años en una entrevista de La edad de oro (TV) dijo que le gustaría llegar a parecerse a sí mismo algún día, y lo ha conseguido: Pedro Almodóvar siempre se parece a Pedro Almodóvar incluso haciendo una adaptación. Y una de las características que lo han seguido a lo largo de su carrera ha sido la capacidad para reinventarse, para no contar siempre la misma historia, aunque haga alusiones constantes a sí mismo o a otras de sus películas. De hecho la elección de la historia en sí, ya deja entrever su personalidad. Es obvio que la Vera Cruz de esta nueva no podría existir sin aquella Victoria Abril de Átame! (1990) o la Assumpta Serna de Matador (1986) por poner algunos ejemplos. Pero también resulta obvio que Pedro es un espíritu inquieto y no se conforma jamás. En cada película añade algo nuevo. En este caso la crueldad. Todos los personajes de Almodóvar hasta la fecha, aunque fuesen criminales, resultaban tiernos. Y esta es una película maravillosa pero incómoda. Y creo que por eso resulta distinta, porque por una vez, la dureza no se palia con nada. Pedro ha hecho una película de una factura impecable, con unos personajes impresionantes (mi descubrimiento: Jan Cornet, por favor atentos a ese muchacho), una dirección de actores en su línea magnífica, un cuidado en los detalles digno del mejor, pero ha hecho una película cruel. Eso sí, como los genios no pueden dejar de ser fieles a ellos mismos, contaré una anécdota. Vi la película en París, el día del estreno, a sala llena. Y en el momento más crítico de la película, el más insoportable si eso que estábamos viendo sucediera en la vida real, el público entero prorrumpió en una carcajada conjunta tan imparable, que por unos cinco minutos tuve que seguir los diálogos por los subtítulos en francés. Eso es Almodóvar. Al final aplaudimos, como no podía ser de otra forma. Y creo que a todos nos hubiera gustado abrazarlo en ese momento y darle un beso de gratitud. Yo, al menos, cuando salgo del cine así, es de lo que tengo ganas. Y hacía mucho que nadie lo conseguía.
La piel que habito (2011) se estrena en España hoy 2 de septiembre de 2011.