Los tres M

Por José Vaccaro Ruíz

 

Que el género de la novela negra en España está en auge es un hecho. Mankell, Murakami, Connelly, Baldacci y toda una pléyade de escritores allende de nuestras fronteras invaden las librerías. Pero por encima de importación,  modas o temporalidades, hay tres autores que desde siempre han marcado el compás de esa literatura en nuestro país. Sus tramas, escenarios y personajes nos son próximos. Significan cercanía, y sus historias nos hacen revivir un ayer o un hoy cargados de vivencias propias.

 

 

 

Malos Tiempos

 

 

Se trata de José Luis Muñoz, Andreu Martín y Juan Madrid. Las tres M -de maestros- hoy ya veteranos pero tremendamente frescos y rompedores en lo que escriben. Representan el vitalismo de la novela negra del sur, opuesta a la matemática de la anglosajona o la nórdica. Lo que allí es intriga policial, aquí es contingencia existencial. Donde hay linealidad, cálculo, pistas y rastreos, aquí hay azar, ruptura y quiebros en la trama. El perfil maniqueo que separa los buenos de los malos en ellos se hace borroso cuando no transversal, y asi sus personajes contiene una riqueza de matices que impide su etiquetaje.

 

Para hacer un simil con la pintura, y por citar a un autor, las novelas de Mankell son como un paisaje decimonónico donde todo está encajado, desde la perspectiva a los colores, la composición y los personajes. Ese clasicismo es un valor difícil de alcanzar porque requiere oficio e imaginación, no se trata en absoluto de una valoración peyorativa. Pero en ese canon de creación el devenir de la historia y sus protagonistas se configuran como un camino pretrazado en base a un módulo de referencia “deja vu”.

 

Marea de Sangre

 

Por el contrario, en la novela negra española de los tres autores reseñados, el símil sería un cuadro cubista, tal vez de Picasso, Braque o Gris: perspectiva rota, multiplanos de visión, collage y hasta, ¿porqué no decirlo? fealdad. Cada rincón de la obra tiene importancia y personalidad por sí mismo. No es una estructura unitaria, sino una suma de elementos asistemáticos, con frecuencia opuestos y contradictorios.

 

Esa diferencia entre las dos formas de entender la novela negra tiene una manifestación importante en su diálogo con el lector. Nadie dudará que en Jesús en los Infiernos de Martín, Marea de Sangre de Muñoz o Malos tiempos de Madrid la relación escritor-lector es más potente por existir una mayor y más libre interpretación del texto que en el caso, –por citar uno extremo- de Agatha Christie. Esa es la ventaja de manejar a la vida en su plenitud en lugar de tomarla como si pudiera encerrarse en una ecuación matemática. Cuando lo que interesa es despejar la incógnita y hallar la solución el camino es un devenir teleológico que conduce a un final ensimismado, único y cerrado. Con frecuencia se plantea un crimen en el primer capítulo y en el último se apresa al asesino. Y no es eso, no eso, o no es solamente eso.

 

En nuestros tres M, es la vida, lo aleatorio aquello que cuenta. Camilo José Cela decía que hay escritores de plano y escritores de brújula. Yo añadiría una tercera categoría: escritores del azar, en donde la trama se desdibuja en beneficio de eso llamado desconstrucción, porque en ella juegan un papel relevante la piel y la tripa de los personajes que se mueven en una acción asintotica  No existen, utilizando a Kant esquemas aprioristicos en las novelas de Muñoz, Madrid y Martín, –o en apariencia no existen- y sí un vitalismo que renueva desde dentro la ficcion con impulso propio.

 

 

 

Jesús en los infiernos

 

 

He citado a Aghata Chistie. El elemento clave para desentañar los misterios que la autora inglesa plantea a Hercules Poirot son las famosas células grises, arquetipo de lo cerebral y lo racional. Con frecuencia el motor de la trama de sus novelas es la ambición. Por el contrario, en Madrid, Muñoz y Martín son otros pecados capitales los que aparecen en sus páginas, (lujuria, gula, ira, pereza, soberbia) y es la parte del cuerpo situada por debajo y a partir del cuello la que entra en acto: las gónadas, los intestinos, el corazón.

 

Desde el análisis de aquello que la literatura puede tener de reflejo de la realidad, José Luis Sampedro decía en la edición del Getafe Negro del pasado año que la novela negra es adecuada a los tiempos de crisis en que vivimos. La sociedad busca conocer los entresijos y la trastienda de los intereses, las corruptelas, el poder y la maldad que subyacen y alimentan los casos Pretoria, Gürtel, Faisán o Palau de la Música. Y no hay otra literatura capaz de ahondar en las alcantarillas y los pozos de reptiles por donde campan a sus anchas esos mal llamados “casos”, (como si formaran parte de una declinación latina) más cercano a la realidad que este género. Es en la novela negra donde mejor cabida tiene aquello que no por ser lo peor deja de ser lo más íntimo y propio del genero humano.

 

En tiempo de crisis nacen los monstruos. Si recordamos la depresión del 1929 en USA y buscamos en las pantallas de sus cines nos encontraremos con King Kong, Frankenstein o Drácula, cuando no con La Parada de los Monstruos de Browning. Tal vez ello responda a la necesidad que tenemos los humanos de saber que siempre hay algo más oscuro, malvado y tenebroso que la realidad que nos toca vivir.

 

Vuelvo a nuestros tres M como una lectura que recomiendo para este verano. Las páginas de Prótesis, La Frontera Sur o Adiós Princesa ofrecen un contrapunto equilibrante al sol, la paella o la sangría que preparan, Dios nos coja confesados y en gracia en esta España, para la llegada de septiembre.


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