"La prisionera de Roma" de JOSÉ LUIS CORRAL: entrevista y reseña.
Por Benito Garrido
A propósito de su nueva novela La prisionera de Roma (Editorial Planeta, 2011) hemos entrevistado al escritor zaragozano José Luis Corral.
José Luis Corral Lafuente (Daroca, Zaragoza, 1957) es historiador y escritor. Profesor de Historia Medieval y director del Taller de Historia en la Universidad de Zaragoza, es uno de nuestros escritores de novela histórica más reconocidos por la crítica y por los lectores. Ha publicado numerosos artículos, colaborado en programas de radio y televisión, ha sido asesor histórico en cine y director histórico de la serie Historia de Aragón. Como escritor es bastante prolífico. En su haber cuenta con más de una treintena de obras publicadas, de las que forman parte tanto ensayos, como exitosas novelas históricas, de entre las que podemos destacar El Salón Dorado, El amuleto de bronce, El invierno de la Corona, El Cid, Trafalgar, El número de Dios, ¡Independencia! o El caballero del templo.
La prisionera de Roma. José Luis Corral. Editorial Planeta, Barcelona, 2011. 826 páginas. 22,90 €.
Hubo un tiempo, a finales del siglo III, en el que una bellísima mujer — se dijo de ella que fue la más hermosa que había existido— desafió al poder de Roma. Esa mujer, descendiente del linaje de Cleopatra, se llamó Zenobia y fue señora de Palmira, reina de Egipto y emperatriz de Oriente. Gobernó un imperio sobre la mitad del mundo conocido desde una ciudad de leyenda, y soñó con construir un mundo nuevo. Ésta es su historia.
Así comienza esta asombrosa novela en la que José L. Corral nos recrea en la ficción, la vida de una de las mujeres más interesantes de la historia, Zenobia, emperatriz de Palmira. Estamos ante una novela que destaca sobre todo por un acentuado rigor a la hora de enclavar todos los acontecimientos históricos que rodearon la vida de la protagonista. Así, el autor reproduce fielmente desde las batallas hasta los gobiernos, pasando por las ciudades, hechos, monumentos, ejércitos y personajes reales que participaron de aquella época en la historia del imperio romano.
En el año 267, Zenobia se convirtió en soberana de la fabulosa ciudad de Palmira tras el asesinato de su esposo Odenato. Dotada de una elogiable capacidad de gobierno, y aprovechando la convulsa época que vivía Roma, Zenobia llegó a materializar su sueño imperial durante casi cinco años. Así, se independizó del imperio romano, reinó sobre Asia occidental, conquistó Egipto, y mantuvo alejado al ejército persa. Fue entonces cuando, Aureliano, emperador de Roma, decidió recuperar las originarias fronteras del imperio, enfrentándose al ejército de Palmira. Zenobia fue derrotada y apresada. El Imperio romano llegó así a recuperar la gloria de otros tiempos.
Una novela apasionante, cuidadosa, perfectamente documentada, y de extenso contenido (más de ochocientas páginas), que nos hace revivir aquellas novelas de romanos que a más de uno nos alimentaron en la universidad. Recomendable para cualquier amante de la Historia con mayúsculas.
Entrevista:
P.- Siempre que leo novela histórica, me planteo una pregunta, que en cierta manera puede resultar un tópico, pero que a mí me parece importante de cara al lector y a su credibilidad. ¿Dónde acaba la realidad y comienza la ficción en una novela como esta?
R: La línea que separa la historia de la ficción no es tan contundente como pudiera parecer. Los hechos pueden ser narrados de formas muy diversas según quien lo haga, y en cuanto a las interpretaciones del pasado, la variación es tal que a veces algunas ficciones están más próximas a la realidad que ciertas historias. No obstante, aunque no existe una única manera de abordar la historia desde la novela, el lector tiene que tener muy claro que cuando lee una novela está leyendo ficción, y que por tanto la imaginación del escritor no puede sustituir al trabajo del historiador.
P.- ¿En que momento decide el historiador y profesor J. L. Corral lanzarse al mundo literario y comenzar a escribir novelas?
R: Fue en 1993. Yo acababa de recibir la medalla de plata en el XXXIV Festival Internacional de vídeo y TV de Nueva York por la serie “Historia de Aragón” y había sido asesor histórico de Ridley Scott en su película “1492. La conquista del Paraíso”. Entendí que había que llevar el pasado a la gente del presente de otra manera, y la novela histórica bien hecha y con rigor podía contribuir a ello.
P.- A la hora de escribir, ¿es la novela histórica compatible con otros géneros literarios?
R: En mi caso, sí. De hecho he escrito otras cosas, como relatos, novela de intriga, además de ensayos académicos, incluso literatura infantil y juvenil.
P.- ¿Cómo surge la idea de novelar la vida de un personaje tan atractivo, pero a la vez tan poco conocido en los libros de texto de nuestro país, como fue la emperatriz Zenobia?
R: Fue durante un viaje a Siria en compañía de José Calvo Poyato, el gran escritor e historiador, y Juan Carlos Benavides, entonces alcalde de Almuñécar. Visitamos Palmira y me quedé prendado de esa ciudad, de sus ruinas, del palmeral en medio del desierto, de sus monumentos, del valle de las tumbas. Un amanecer prodigioso, sin duda el más bello que he visto en mi vida, me empujó a escribir sobre esa ciudad, sobre su reina Zenobia y sobre una época, el siglo III, de crisis, convulsiones y cambios trascendentales para la historia del mundo.
P.- Una fantástica mujer rodeada de hombres: Odenato, Giorgios, Zabdas, Aureliano, Longino. ¿Todos existieron realmente o alguno de ellos es ficticio?¿Resulta difícil generar personajes alternativos a la historia real?
R: En “La prisionera de Roma” mezclo personajes históricos como el príncipe Odenato, el general Zabdas, el emperador Aureliano, el filósofo Longino o la propia Zenobia con otros inventados por mí, como el mercenario Giorgios. En mi caso, cuando introduzco un personaje de ficción en una de mis novelas, procuro que su presencia no altere el pasado, y que, aunque sea uno de los protagonistas, como es el caso de Giorgios, no cambie las cosas. Creo que ésa es la gran virtud de la buena novela histórica, que lo inventado por el escritor, aunque no existiera en el pasado que se novela, sea verosímil y no chirríe en medio de los acontecimientos que se narran.
P.- La recreación que haces de las ciudades, de los templos y otros monumentos, incluso de las batallas, es realmente portentosa. El trabajo de documentación supongo que ha sido duro y riguroso. ¿Es importante mantener el rigor histórico en una novela de este tipo?
R: Todo escritor, sea del género que sea, tiene que documentarse, y el novelista histórico mucho más. En el caso de “La prisionera de Roma” el trabajo de documentación me ha llevado casi tres años, y ha sido tremendamente complicado porque el siglo III es el menos documentado de todo el Imperio romano, y de Zenobia apenas se conservan tres o cuatro páginas en crónicas escritas por autores romanos, que, por tanto, la veían como una enemiga. Desde luego cada autor es muy libre de interpretar la historia como crea oportuno, pero en mi caso procuro ser riguroso con el pasado, de ahí que documente la historia política de la época, pero también su vida cotidiana y los sentimientos, miedos y pasiones de su gente.
P.- La sociedad multicultural palmirena que nos muestra su libro, ¿es algo que quedó en el pasado? ¿o quizás hoy en día estamos viviendo un reflejo similar de la misma?
R: En efecto, Palmira en el siglo III era una ciudad que hoy llamaríamos “multicultural”. Al ser un centro de comercio y de paso de caravanas, a camino entre oriente y occidente, en la ciudad, de unos 30.000 habitantes, vivía gente de medio mundo conocido y la del otro medio pasaba alguna vez por allí. En cierto modo, Palmira fue una de las primeras ciudades donde convivieron en cierta armonía, al menos no hay noticias de disturbios sociales, gentes de todas partes. De hecho se hablaban varios idiomas (griego, latín, persa, arameo, árabe, palmireno, que era una lengua propia de la ciudad) y se practicaban varias religiones y diversos cultos; allí convivieron en el siglo III cristianos, judíos, mazdeístas, paganos de diferentes credos, animistas… En cierto modo, Palmira sí fue un precedente muy avanzado de la multiculturalidad actual.
P.- ¿Existe o ha existido algún personaje tan carismático y a la vez tan desconocido como Zenobia, cuya vida merezca la pena ser contada?
R: Sí, claro que sí, y además en todas las épocas. Habitualmente los que pasan a los grandes titulares de la Historia son personajes que han gozado de la atención de los historiadores y los escritores, como Alejandro Magno, Aníbal o Napoleón, protagonistas de los que los antiguos llamaban las “grandes gestas”. Pero sigue habiendo muchos personajes olvidados que en su día fueron gigantes aunque la historiografía no los ha tratado como merecía. En España hay muchos casos; por ejemplo, en la conquista de América hay una cantera de personajes extraordinarios a rescatar, y, no sé porqué, los españoles no hemos prestado la atención que merecían. La llamada “conquista del oeste”, es decir, el avance de los estadounidenses hacia la costa del Pacífico, ha creado un sin fin de narraciones en forma de novelas y películas que ha llegado a crear un verdadero género, el “western”; en cambio, siendo mucho más apasionante la epopeya de los españoles en América, no hemos sabido convertirla en un género de éxito.
P.- Cuando se escribe novela histórica, ¿se pierde espontaneidad en la escritura? ¿debe seguirse una estructura fija, una línea ya claramente marcada por la historia real?
R: Es cierto que si pretendes escribir una novela histórica debes atenerte a unas pautas fundamentales. No se puede poner un teléfono móvil en las manos de Napoleón para dar órdenes a sus mariscales en Austerlitz ni tampoco presentar a Patroclo como primo de Aquiles, o a Calígula con los sentimientos de un macarra del Bronx. Para escribir una buena novela histórica es preciso saber captar lo que yo he llamado “el espíritu de una época”. Y eso condiciona, por supuesto, pero a la vez supone un reto considerable para el escritor, que debe resolver con parámetros diferentes al de un escritor de novela de ficción o de novela negra. En la novela histórica debe haber ficción, pero el adjetivo, “histórica”, debe tenerse muy en cuenta.
P.- ¿Qué distingue esta novela de otras de serie histórica que se están escribiendo ahora?
R: La mayoría de las novelas históricas que se están publicando hacen referencia a lo que los historiadores llamamos “el acontecimiento” o la novela biográfica. En “La prisionera de Roma” he pretendido, no sé si lo he conseguido, eso lo dirán los lectores, escribir una “novela total”, donde a partir de un personaje central, como es Zenobia, se cuenta todo un mundo con todos sus presupuestos vitales: la política, la guerra, la religión y las creencias, los sentimientos, los miedos, la capacidad de resistencia de una sociedad, los cambios… Creo que todo eso convierte a esta novela en algo singular; al menos es lo que pretendí cuando comencé a escribirla.
P.- ¿La novela histórica española, de la que eres uno de nuestros mejores representantes, podría llegar a convertirse en best-seller tipo Follet?
R: Algunas novelas ya lo son. “En busca del unicornio” de Juan Eslava Galán es un best-seller de larga duración, y “La dama del dragón” de José Calvo Poyato, tiene argumentos para serlo. El problema de este país, al menos en este sentido, es que los españoles, y aquí incluyo a algunos periodistas, aprecian mucho más la literatura que viene de fuera que la propia. En España tenemos un elenco de escritores de novela histórica que son tan buenos o mejores que las grandes firmas como el propio Follet, Gordon o cualquier otro. Autores de larga trayectoria como los citados Juan Eslava Galán y José Calvo Poyato o Jesús Maeso, Toti Martínez de Lezea, Santiago Posteguillo y los más jóvenes como la estupenda Margarita Torres tienen un nivel literario y un rigor histórico que hace presagiar un futuro luminosos para nuestra narrativa histórica.
P.- ¿Satisfecho con el resultado? ¿Esperas con este libro tener la misma buena acogida que ya tuvieron tus anteriores novelas históricas?
R: Los que somos muy exigentes con nuestro trabajo nunca estamos del todo satisfechos, porque siempre pensamos que se podría haber hecho mejor. Pero sí, el resultado final de “La prisionera de Roma” me ha llenado de satisfacción personal. Y, por supuesto, espero que a los lectores les agrade y sigan leyéndome, porque el trabajo está ahí y el esfuerzo ha sido muy grande. Ahora bien, los lectores son siempre los que tiene la última palabra, y su veredicto es inapelable.
P.- A mí hay una cosa que me gusta siempre saber de los escritores que entrevisto: ¿Qué influencias has tenido en tu escritura?
R: Muchísimas. De algunas soy consciente, e imagino que de otras ni siquiera me he dado cuenta, aunque seguro que están ahí. Afortunadamente he leído, y sigo haciéndolo, mucho, y todas esas lecturas se van acumulando en el subconsciente hasta que en un momento determinado salen fuera. Me han influido los clásicos como Homero y Virgilio, los novelista de la Edad Media como Cristiano de Troyes, y los clásicos españoles como Cervantes y Quevedo, la gran literatura francesa del XIX, los norteamericanos de mediados del XX y autores contemporáneos como Gore Vidal, para mí el mejor novelista del último medio siglo, o el alemán Gisbert Haefs, el magnífico autor de “Aníbal”, para mí una de las cinco mejores novelas históricas de todos los tiempos, y ya en España, considero verdaderos maestros a Juan Eslava y a José Calvo Poyato. Pero también aprendo de los jóvenes valores como la seriedad y claridad expositiva de Margarita Torres, la imaginación de Javier Sierra, la rotundidad de Santiago Posteguillo, la riqueza del lenguaje de Jesús Maeso, la sensibilidad de Juan Carlos García Marín o la capacidad de Almudena de Arteaga.
P.- Conocida tu relación con el cine, ¿para cuando el guión de una película?
R: Ya existe. En 2006 y 2007 colaboré con Michel Gaztambide en un guión para llevar al cine mi novela “¡Independencia!”, que se iba a estrenar en 2008 en una coproducción de Antena 3. Había guión, director y proyecto, pero tres meses antes de comenzar el rodaje en Aragón se paró todo y ahí quedo el asunto. No obstante, entiendo que mis novelas, tal cual están concebidas, requieren de un enorme presupuesto para llevarlas al cine. Un gran director norteamericano se interesó por mi novela “El Cid” para hacer una película, pero al final se echó atrás porque aunque han pasado ya muchos años, sigue siendo un clásico “El Cid” de Anthony Mann, y pese a que en esa película hay muchos errores históricos, el espectáculo cinematográfico y los actores son verdaderos iconos de la historia del cine. ¡A ver quién se atreve a rodar un nuevo Cid con el precedente de Charlton Heston y Sofía Loren como protagonistas! Todo el mundo los compararía.
P.- ¿Existen nuevos proyectos en el horizonte de J. L. Corral? ¿Podemos conocerlos?
R: Mi agenda y mi cabeza están llenos de proyectos. Estoy acabando un ensayo sobre novela histórica, un libro sobre la historia medieval de Aragón y un manual sobre la Edad Media, y en cuanto a novelas, Planeta editará a comienzos de 2012 una novela sobre el hurto del Códice Calixtino de la catedral de Santiago. En cuanto me enteré del suceso pensé que ahí había una historia que contar. En el diario El país me pidieron dos artículos, uno académico, como historiador, sobre el Códice, y otro de ficción sobre una recreación imaginaria del robo. Al escribirlo decidí meterme de lleno en este asunto y le estoy dedicando a tiempo completo seis meses. En esta novela, que no va a ser una novela histórica, habrá intriga, acción, suspense, misterio, y algo de historia. Al fin y al cabo el Códice Calixtino no deja de ser un manuscrito medieval sobre uno de los grandes mitos de la historia de España, como es el culto al apóstol Santiago, una crónica de las batallas del emperador Carlomagno en España y una guía sobre cómo hacer el Camino de Santiago en el siglo XII. Y en verdad que estoy disfrutando mucho escribiendo esta novela.
José Luis muchas gracias por tu tiempo y mucha suerte con tus nuevos proyectos.
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