Ana Gorría
Por Jorge Díaz Martínez, Fotografía de Rebeca Yanke
Más allá de lo supuestamente descriptivo, la atribución pictórica con la que frecuentemente suele aludirse a la poesía de Ana Gorría puede entenderse mejor desde la propia plasticidad de una poética que no distingue dicción de condición, ni sabe de gratuidades, y sí mucho de silencio. Dicho de otra manera, sus figuras sacan punta al sentido, o son el propio sentido, un filo inteligible atento al velo, la distancia, el giro y la sorpresa. Una estética que ha elegido indagar en el símbolo y no tanto en la anécdota. Una escritura que estima, como Gracián, la densidad mejor que la acumulación y la concentración mejor que la divagación. Un camino, tal vez, si se puede decir, hacia el tuétano abstracto de unos procedimientos comunes a diversas disciplinas artísticas, admitiendo que un poema permita tocar un contrapunto o una partitura un travelling vertical. Y así va, como araña euclidiana, a la caza de la física cuántica. Entre la anáfora y la alegoría.
Ana Gorría (Barcelona, 1979) ha publicado Clepsidra y Araña y los cuadernillos De lo real y su contrario y Latidos.
Celda
Recogimiento,
voz
que alumbra las paredes.
Primavera en secreto.
Tela de araña
The light that burns twice as bright burns half as long.
Blade Runner
Anochecer ajeno y desprendido
el que llega despacio.
El tiempo, un viento blanco
que entretiene las formas
cada vez que dedica sus manos
a la noche.
Y todo es más oscuro.
La opacidad,
morir en el silencio,
parpadear lentamente,
no ver nada.
Saber del desarraigo. Retrasarse
en alfabetos rotos.
Sumirse en otros cauces.
Pero nace la rosa de las ascuas
y suspende el ocaso.
Crecer, un paso más hacia la muerte.
De Araña
en ausencia de símbolos
La voz en su mediana incandescencia.
Así,
la lejanía
leve espiral de sol: vientre, llanto,
tú.
Decir es lo que duele.
en apariencia
Suave melancolía en lo estival, las formas:
Espacios que podrían resultar transparentes.
umbilical
Si estación transparente resuelta en luz herida,
lento espacio sin voz
abriéndose a la tierra.
Canción hasta el dolor, sueño de cal:
ardiendo,
qué hilo no nos separa de la nada.
vigilancia desnuda
Contra la piel el aire forma
las palabras, arde la lengua.
Descansa ya en la voz el ojo:
la rosa recién muerta de
la rosa recién brota para
nunca una rosa es una rosa
corazón
Golpe tras golpe,
como pólvora seca
sobre la escarcha.
(Inéditos)