El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina (2008)
Por Alejandro Contreras.
Una llamada de teléfono desde Alemania derrumba al ya viejo Bai Dan (Miki Manojlovic). Un accidente de coche se ha cobrado la vida de su hija Yana (Ana Papadopulu) y su marido Vasil ‘Vasko’ Georgiev (Hristo Mutafchiev). Dentro de este zarpazo de la vida, hay que dar gracias porque su nieto, Aleksander ‘Sashko’ (Carlo Ljubek), aún sigue vivo y está ingresado en un hospital. Destrozado al igual que su esposa, Bai Dan no se lo piensa dos veces y decide irse de Bulgaria en busca de la única familia que le queda.
El terrible golpe le ha ocasionado amnesia a Sashko y no recuerda nada anterior al accidente, ni siquiera que sus padres han fallecido. La llegada de su abuelo Bai Dan, al que no logra reconocer, sólo hace inquietarle. Los días pasan sin que Bai Dan vea ninguna mejoría en el estado de su nieto y decide prescindir de los fármacos y consejos médicos para exponer a su nieto a un tratamiento de choque. No es otro que regresar a su Bulgaria natal realizando el viaje inverso que 25 años atrás hizo con sus padres, aunque él siga sin recordar nada. Y nada mejor que una bicicleta tándem para los más de dos mil kilómetros de recorrido que le esperan.
Junto a los personajes de Bai Dan y Sashko, gracias a una generosa cantidad de flashbacks que duran casi tanto como la historia presente, iremos conociendo qué empujo a esa joven pareja de casados a abandonar Bulgaria en 1983 con un niño de apenas 7 años, cuando aún era un país satélite del comunismo, burlando fronteras y convirtiéndose en refugiados para poder llegar a su Alemania soñada.
Stephan Komandarev además de dirigir esta película participa en este guión que nos invita a los occidentales a conocer algo más de la historia más reciente de un país tan desconocido como Bulgaria. Y a pesar de los numerosos premios y menciones que ha tenido la película, realmente esa idea es lo que hace que esta película sea distinta y atractiva frente a tantas secuelas y películas clones entre sí que dicen tan poco.
La crudeza del viaje de ida de los años ochenta se compensa con un viaje de retorno que resulta ser una manera no sólo de que el nieto recupere su memoria, sino que también su abuelo pueda ir transmitiendo sus vivencias y sabiduría. Aunque pudiera parecer por momentos que el personaje del abuelo recuerde al Guido Orefice al que dio vida Roberto Benigni en La vida es bella (1997), está más cercano al tono que tenía Paco Martínez Soria en películas como La ciudad no es para mí (1966).
Con la excusa de la amnesia capan al personaje del nieto que es incapaz de enseñar nada a su abuelo, y termina cansando este tono condescendiente.
Desde su producción en el 2007, la película ha ido ganando premios y críticas positivas que le han llevado a conseguir numerosos galardones, más de 20, en festivales como el de Zurich, Sofia e incluso en uno de España aún no muy conocido como es el Festival Internacional de Benalmádena. Fue preseleccionado por Bulgaria para competir en los Oscars 2010, e incluso pasó el corte de las mejores nueve del año pero finalmente no consiguió la preciada nominación a la estatuilla.
Muchos de los premios conseguidos por la película han sido por la interpretación de Miki Manojlovic como el abuelo Bai Dan. Realmente creo que han premiado más el personaje y lo que representa que al trabajo de actor que no consigue sacarle apenas jugo a un personaje bombón como el que tiene entre manos. Justo lo contrario ocurre con el personaje del nieto, que no tiene tanto que mostrar a priori, y está excelentemente interpretado como adulto por Carlo Ljubek y como niño por un jovencísimo Blagovest Mutafchiev que riega con ternura su paso por la película.
Y aunque estos dos personajes centran la película, el hombre que queda entre ellos dos, el yerno de Bai Dan y padre de Sashko, interpretado por Hristo Mutafchiev, consigue una composición intachable de un personaje complejo y que representa a una generación admirable. Lástima que la película no termine de explicar claramente que ocurre durante los 15 años que Sashko se cría solo con su madre, y que es parte esencial para cerrar el puzzle de la historia. El backgammon es otro personaje importante en la historia, aunque metido con calzador todo sea dicho también, y que termina por aburrir. Ni siquiera la partida final que tiene poderes terapéuticos consigue justificar tanta presencia en la película.
A pesar de los pesares se agradece que lleguen títulos como estos a la cartelera española en un verano con títulos tan poco apetecibles. Se habla de crisis de guionistas, pero habría que mirar más a los productores y distribuidores que no quieren arriesgarse y sólo están interesados en las secuelas, precuelas y demás derivados de películas de éxito.
El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina (2008) se estrenó en España el pasado 29 de julio de 2011.