Cabaret poético: “Polipaleta” de la compañía Human Trash
Por Agustín Calvo Galán
Una de las muchas anécdotas que se cuentan del genial Joan Brossa es que, una de las veces que le tocó renovar su DNI, quiso poner “poeta” en la casilla destinada a profesión. Brossa se extrañó, tras entregarle la ficha, convenientemente rellenada, al policía nacional que tramitaba su carnet de identidad, al ver la falta de sorpresa de éste. Cuando le entregaron el documento renovado, comprobó que se habían confundido y el “poeta” se había transformado en “paleta” (albañil, en catalán), cosa que no le desagradó en absoluto, pues la transformación, el cambio de apariencia o el transformismo, puede generarse en la anécdota más aparentemente banal. Como es sabido, Joan Brossa fue el gran adalid de la complicidad creativa y transformista entre poesía y artes escénicas.
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De esta manera hemos de entender la referencia a “paleta” en al título “Polipaleta”, del espectáculo que la compañía Human Trash (compuesta por Laura Gutiérrez y Txus García) están presentado estas semanas en diferentes salas de Barcelona y que lleva como subtítulo aclaratorio: Cabaret poético.
Con “Polipaleta” la procacidad se abre paso sobre el escenario y entre el público, que se convierte en parte de la obra, no en simple testigo de lo que sucede. Pero, sobre todo, como cabaret, es un espectáculo que combina por un lado poesía o polipoesía, con Txus García recitando sus propios poemas -creo que los más provocadores- y, por otro lado el teatro, con Laura Gutiérrez reinterpretando las pretendidas esencias de la mujer catalana más tradicional. Transformismo y música se unen al espectáculo, en el que las pin-ups bailan sardanas o flamenco y regurgitan banderas.
Así nos encontramos, en realidad, ante un lesbianismo reivindicador y para nada autocomplaciente, y con clímax desafiante. Laura Gutiérrez es la mirada, es el disfraz, la envergadura de un gesto, el silencio y la lengua que siempre deseó ser arma de doble filo. Txus es la payasa vertebral, escamoteadora en su traje negro y sus calzones blancos, consigue expresar, en los poemas que recita, muchas de las cosas que algunos quisiéramos gritarle al mundo actual. Un espectáculo en flor de piel que combina a la perfección teatralidad y poesía y que, sin duda, hubiera hecho las delicias de Joan Brossa.
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