Poemas de Erika Martínez

Por Jorge Díaz Martínez

©Lucía Martínez

La poesía de Erika Martínez se sirve de una enunciación clara y un uso libre de los cauces métricos clásicos para dibujar sobre el fresco contemporáneo (urbanita) los avatares reconocibles, sean reales o imaginarios, exteriores o, sobre todo, interiores, de un sujeto argumentativo que responde ante esas encrucijadas mediante el desenfado, el humor, el compromiso y una sana falta de respeto hacia las compartimentaciones poéticas convencionales, instalándose en esa apertura de miras gracias a la que el poema puede dar cabida al mismo tiempo tanto a la referencia popular (o incluso folklórica) como a la elevada, a lo íntimo o a lo generalizable, avanzando hacia esa magia de la identificación en la que ambas distinciones se disuelven. Y un sujeto, no creo que sobre decirlo, marcadamente emocional y femenino. Una voz reciente pero madura que da sus primeros pasos en la siempre movediza poesía sobre terreno bien firme.

 

ERIKA MARTÍNEZ

Erika Martínez (Jaén, 1979) es licenciada en Teoría de la Literatura y doctora en Filología Hispánica. Su primer libro de poemas, Color carne (Pre-Textos, 2009), obtuvo el Premio de Poesía Joven Radio Nacional de España. Ha publicado, además, el libro de aforismos Lenguaraz (Pre-Textos, 2011).

Como editora, ha preparado los volúmenes Quiroga íntimo (Páginas de Espuma, 2010), La voz en bandolera (Visor, 2007), antología de la poeta argentina Diana Bellessi, y Me incitó el espejo (DVD Ediciones, 2010), antología del poeta chileno David Rosenmann-Taub, junto con Álvaro Salvador.

Escribe una columna semanal en el diario Granada Hoy y colabora con la revista National Geographic (Viajes). Es miembro del Consejo de Redacción de la revista Letral. Actualmente desarrolla su labor investigadora en La Sorbona. Su página web es www.erikamartinez.es

 


GENEALOGÍA

 

El día que me atropellaron

mi madre, en la consulta,

sintió que le crujía

de pronto la cadera,

mi hermana la clavícula,

mi sobrina la tibia,

mi pobre prima la muñeca.

Les siguieron mis cuatro tías

y mis firmes abuelas,

con sus costillas y sus muelas,

con sus sorpresas respectivas.

 

Entre todas, aquel extraño día,

se repartieron

hueso por hueso

el esqueleto

que yo no me rompía.

 

Les quedo para siempre agradecida.

 

 

(Color carne, Pre-Textos, 2009)

 

 

ALBADA VERTICAL

 

Escalador de mi fachada,

artesano del aire,

el hombre que contemplo

ensaya técnicas de altura,

conoce con sus manos la ciudad.

 

Cada mañana posa sus zapatillas de ave

sobre mi alféizar:

desciende sistemático, puntual

como las pesas de un reloj de cuco

y remueve con su cabeza

la paz de mis cortinas.

 

A veces imagino que su arnés,

celoso de mis besos, le retira el abrazo.

Mi amante vertical me mira entonces,

suspendido un instante entre las nubes,

y se esfuma

dejándome un rumor de cuerdas.

 

 

(Color carne, Pre-Textos, 2009)

 

 

CARAMELOS

 

¿A quién le importa si fue sincero?

Jugaba a las canicas en mi espalda

y se tragaba mis pulseras

como un faquir.

Yo le soplaba la pelusa del ombligo.

Lo llamaba su alteza por las noches,

al levantarnos malandrín.

 

La última vez, lamí su piel de chuchería

hasta que no quedó ni rastro.

Su pene se escoraba hacia la izquierda,

igual que su nariz.

 

 

(Color carne, Pre-Textos, 2009)

 

 

HUNDIMIENTO DEL ERIKA

 

12 de diciembre de 1999

Golfo de Vizcaya

 

Las grietas estremecen su coraza

y el petrolero muge desbocado

antes de convertirse en submarino.

Alguien llevó hasta el golfo

la negra carga que se extiende

sobre la piel del mar

como un cáncer líquido,

pero hasta hoy no hay juez ni compañía

que sepa cuánto valen

peces, aves, kilómetros de costa.

 

Observo cómo el buque

zozobra en mi pantalla

dejando ver durante unos segundos

el nombre que hay grabado

sobre su proa.

 

No existen túneles secretos

que comuniquen ser y nombre.

Me retracto de lo que me impulsó

a comenzar este poema.

 

(Color carne, Pre-Textos, 2009)

 

 

LA CASA ENCIMA

 

Tantos siglos removiendo esta tierra

que ha pisado el ganado

y alimentado al ganado y a los hombres

que regaron esta tierra

con el cauce negro de su sangre

–la sangre cambia de color fuera del cuerpo–.

Tantos siglos alineando ladrillos,

aquí hubo un establo

sobre el que se construyó una iglesia

sobre la que se construyó una fábrica

sobre la que se construyó un cementerio

sobre el que se construyó un edificio

de protección oficial.

Tantas mujeres fregando sus baldosas,

pariendo en sus baldosas,

escondiendo la mierda debajo de las baldosas

que pisaron sus hijos ebrios

y sus santos maridos

que trabajaron y fornicaron

por el bien de un país en el que no creían.

Tantos siglos para que yo,

miembro de una generación prescindible,

pierda la fe en la emancipación,

mire el techo de mi dormitorio

y se me venga la casa

encima.

 

(Inédito)

 

LO SUBLIME

 

Observo con desconfianza la máquina de productos lácteos enriquecidos con fibra. Me hipnotiza su armazón inaccesible, sus entrañas de frío multicolor.
 
Nunca me ha hecho falta palparme los bolsillos para saber que estaban vacíos. Me palpo los bolsillos.
 
Vigilo la máquina, su realidad totémica y expendedora, a la espera de que suceda algo. Ni un solo parpadeo. Pero  mi sed.
 
Toco su cristal como se toca la ventanilla de un coche con el motor encendido, a punto de marcharse con nuestras huellas dactilares sobre el rostro del conductor.
 
No me bastaría con poseer una de sus dosis de belleza esterilizada. Quisiera ser ella, forma reciclada, materia inerte expendedora de materia.

 

(Inédito)


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