Más culturaPeleando a la contra

Hubert Selby Jr.

Por Juan Carlos Vicente

Si alguien merece estar en esta sección es Hubert Selby Jr. Si alguien peleó a la contra y, ante las circunstancias, decidió seguir vivo, es este escritor nacido en Brooklyn.
Selby se alistó como marino mercante a los quince años, tres años después contrajo tuberculosis y tuvo que regresar a tierra firme. Era la primera vez que los médicos le daban pocos meses de vida. Años más tarde, y con una nueva complicación pulmonar, se volvió a encontrar en la misma situación. Lo poco que quedaba de sus pulmones parecía una masa negra de carne putrefacta y la medicina vaticinó lo peor poniendo fecha de caducidad a su breve existencia. Sí, otra vez.
Selby pensó que era el momento idóneo para dedicarse a escribir, cinco años después apareció el primer relato de lo que más tarde sería su novela Última salida para Brooklyn (1965). La novela, formada por varios relatos entre los que el nexo de unión es el bar donde confluyen todos los personajes, fue atacada e idolatrada a partes iguales debido a su lenguaje y a sus escenas de violencia explícita.
Aunque Selby no tenía formación académica, entre sus influencias pueden apreciarse la huella de escritores como Melville, en la profundización y retrato de la psicología de los personajes, o de Céline, compartiendo con este último la necesidad de transcribir, de manera casi literal, el lenguaje hablado, dotando de una característica onomatopéyica a la mayoría de sus novelas. Podría decirse que Selby buscaba una recreación auditiva lo más verídica posible, de ahí que sus diálogos no aparecieran la mayoría de las veces estructurados de manera clásica, si no que aparecían como partes de la propia narración, la cual era abordada en un mismo párrafo por diferentes narradores y voces, reproduciendo de esta manera una literatura cercana al pensamiento y a la conversación, en sus formas más inmediatas y caóticas.
Durante años padeció trastornos graves de salud, además de adicciones a drogas como la heroína, la cual, comenzó a usar como anestésico terapéutico y tuvo que abandonar más tarde, debido a los problemas pulmonares que desde muy joven padecía. La mayor parte de sus años transcurrieron entre largas temporadas de obligado reposo, y otras, de actividad literaria más o menos constante.
En todas sus novelas hay una gran huella biográfica, si no en forma, sí en el fondo de las mismas. Selby era un hombre compulsivo, obsesionado con retratar los rincones más oscuros de la psique. Sus personajes, todos ellos, tienen una gran carga que soportar, una carga casi siempre oculta o disfrazada de inquietante normalidad, como una de las tantas conversaciones mentales que mantienen en un grito silencioso sus personajes. Todos los retratados, ya sean prostitutas, violadores grupales, reos en una celda, adictos a los concursos de televisión, a las drogas o al sexo, forman parte inextirpable de la personalidad de Selby.
Las dudas, la confusión, el odio más visceral hacía lo establecido o impuesto de manera social, eran el fiel reflejo de un hombre que durante años jugó a ganarle la partida a la muerte. Y supo jugar, vaya que si supo.
Publicó seis novelas de las cuales dos, Última salida para Brooklyn y Réquiem por un sueño, fueron adaptadas al cine, contando con cameos del propio escritor. Otra de sus novelas más conocidas es La habitación, la cual el propio autor fue incapaz de releer durante casi veinte años debido a la dureza y al planteamiento (basado en el odio visceral) que el protagonista, un preso que mantiene un enloquecido diálogo interior, supuso anímicamente para Selby.
Aunque muchos la han catalogado como su novela más comercial, El demonio, recientemente publicada por Huacanamo, es la que en realidad retrata al Selby más auténtico. El personaje, un joven triunfador al más puro estilo yanqui, va degradándose de manera paulatina a medida que el libro avanza. Las obsesiones del principio, el sexo y las mujeres, van cediendo paso a nuevas búsquedas que satisfagan la sed y el hambre del demonio interior, y es que, como dice Selby “Un hombre obsesionado es un hombre poseído por un demonio”.
Y es fácil creerle; sus adicciones, su necesidad de crear algo distinto, su enfrentamiento continuo con la Dama de negro. Casi como si se asfixiara en cada bocanada de aire, en cada paso que le acercaba al abismo, y sin embargo, le alejaba de sucumbir a la enfermedad
Un hombre obsesionado con vivir, con escribir. En definitiva, un demonio encerrado en una habitación.

BIBLIOGRAFÍA.
Última salida para Brooklyn. 1965.
-La habitación. 1971.
-El demonio. 1976.
-Réquiem por un sueño. 1978.
-Canción de la nieve silenciosa. 1986.
-El árbol del sauce. 1998.
-Periodo de espera. 2002

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