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Cándida diplomática

Por Francisco Balbuena.

 

Cándida diplomática. Helena Cosano. Algaida Editores, 2011, 210 páginas.

 

Estamos ante una novela sorprendente de una escritora con una madurez narrativa que va más allá de su por ahora corta carrera literaria. Digámoslo desde el principio: “Cándida diplomática” es una obra divertidísima, una visión a la vez ácida y simpática del mundo diplomático y, sobre todo, una reflexión conmovedora sobre el destino de una singular mujer.

 

La obra trata acerca de Cándida, una joven ingenua y voluntariosa que se abre paso en el cerrado y, a menudo, extravagante cuerpo diplomático. En base a su tenacidad y su valentía ─que raya con la temeridad frente a la dura vida que elige─, Cándida se ve destinada a la embajada de España en Japutistán, adonde nadie en su sano juicio dentro del cuerpo diplomático quiere ir. Japutistán es un remoto país del centro de Asia, de clima desapacible, de duras costumbres que van del exotismo a lo chocante, gobernado por un Presidente megalomaníaco. Pero que sobre todo tiene yacimientos de petróleo recién descubiertos, lo que de repente lo convierte en un lugar muy goloso para las potencias extranjeras. Circunstancia que origina que de la noche a la mañana una sociedad campesina y tradicional se trasmute en un emporio postmoderno y descabellado donde se plasman las empresas más disparatadas de sus dirigentes. Su capital se llama Bielosmiert, que significa Muerte Blanca en la lengua local. Y aquí surge la primera clave de la narración, ya que Muerte Blanca guarda un simbolismo que se revelará bello y sobrecogedor conforme la obra vaya hacia su final.

 

Porque entre tanta aventura y experiencia hilarante, sobre todo nos vamos a encontrar en sus trepidantes páginas con una novela simbólica y filosófica, al modo de las novelas didácticas del siglo XVIII, cuando todavía el género no había perdido su frescura y su inocencia a favor de las tendencias plúmbeas de la novela contemporánea. “Cándida diplomática” se inspira en el “Cándido” de Voltaire. Cándida, al igual que Cándido, es una persona optimista pese a los muchos contratiempos e infortunios que la van asaltando. Cree que vivimos en el mejor mundo posible, contra la evidencia de la realidad, en su caso de su arriesgado destino diplomático en Bielosmiert.

 

Desde el principio las desdichas la acosan, pero ella logra sobreponerse frente a un señor embajador cretino, unos compañeros de legación intrigantes, un novio insustancial y unas tareas absurdas. Y con ese afán logra convencernos de que, al igual que opinaba el filósofo Pangloss de Voltaire en su “Cándido”, «tout est au mieux», es decir: todo sucede para bien. ¿Por qué Cándida se guía por el pathos de la fortuna en el mundo pese a la vida hostil que la rodea y a los energúmenos que la acompañan? La respuesta se halla en el hermoso movimiento argumental que anima a la novela y que a la postre convertirá a Cándida, a semejanza del personaje de Voltaire, en otra persona, más sabia y que se mueve en una dimensión superior. Esta es la lección moral de “Cándida diplomática”: sumerjámonos en la vida por muy dura que sea,  ya que merece la pena sufrirla con tal de salvarse. Y esto, en los días tan aciagos que vivimos, hay que valorarlo en su justo término.

 

La autora, Helena Cosano, posee un dominio sobresaliente de dos factores cruciales en la novelística pero que de forma repetida se soslayan en multitud de obras: el lenguaje y la visión argumental. Su lenguaje es ágil y lleno de desparpajo, pero también y además frecuentemente en tantas páginas se revela con una gran altura literaria. El siguiente es un fragmento de los muchos que en tal sentido podríamos destacar a lo largo de la obra: “…Y entonces llegaba ella. La Muerte Blanca. Cálida y fría, malvada y dulce y suave, misteriosa y conocida, temida y secretamente invocada, todas las leyendas la describen. Una bella mujer vestida de etéreos velos blancos, muy joven según unos, tan vieja como el mundo según otros, delgada, casi transparente, casi invisible entre la niebla helada, con largos cabellos sin color y ojos vacíos como las noches frías…” Con esta prosa, la presente novela es más que una sugerente aventura y una transformación espiritual en el centro de Asia, se convierte en un placer lector.

 

Pero es que Cosano posee un agudo sentido de la visión argumental. Esta autora no se unce al tópico ─no falto de abundantes ejemplos─, de la escritora que se observa el ombligo, a menudo muy pequeñito y de mirada mezquina. En otras palabras, que todo su imaginario intelectual gira en torno a una supuesta sensibilidad de la vida como mujer mientras se veda campos inmensos para la creación. El mercado editorial está saturado de historias de mujeres escritas por mujeres, mujeres que se quejan de amor o de desamor, que no saben si estudian o si trabajan, que no se deciden a poner los cuerpos antes de que se los pongan. Helena Cosano tiene sensibilidad de mujer, en efecto, pero asimismo es una autora de un poderoso aliento conceptual. Como si ella dijera para quien todavía no lo sepa: las mujeres también pensamos en conceptos profundos. El argumento de “Cándida diplomática” reflexiona sobre un símbolo abrumador: la feminidad como fuerza engendradora de la naturaleza desatada. Ella, por lo tanto, sí libera a su protagonista.

 

 

 

 

 

 

 

 

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