Una semana en el motor de un autobús: el disco que casi acaba con Los Planetas
Por Diego Puicercús.
A finales de 1996 Los Planetas estaban al borde de la desaparición. Poco antes de acabar la gira de Pop la bajista May Oliver decide tirar la toalla en vista de los cauces que estaba tomando el grupo, al batería Raúl Santos (que a su vez había sustituido a Paco Rodríguez) le invitan a irse al terminarla y Florent, guitarrista y coautor de la mayoría de los temas, vive e
n un continuo “viaje” que lastra cada vez más a una banda que no sabe por donde puede salir… En este contexto y lleno de dudas J (cantante y letrista) comenzó a gestar el siempre difícil tercer disco y supone el punto de arranque de Una semana en el motor de un autobús: el disco que casi acaba con Los Planetas que ha escrito Nando Cruz y publicado la editorial Lengua de Trapo.
Desde el momento en que tocan fondo en un concierto en Copenhague hasta la salida del disco en la primavera de 1998, el libro nos va desgranando todos lo
s avatares por los que pasan a lo largo de ese interminable año y medio: la recomposición del grupo con la incorporación de Eric Jiménez y Kieran Stephen, el viaje a Nueva York para conocer el estudio en el que han decidido grabar, el sufrimiento con el que van naciendo algunas de las canciones, los ensayos, la frustración por el rechazo permanente de la discográfica a las sucesivas maquetas que van presentando, las angustias de J ante el incierto futuro, la estancia de Florent en Madrid desintoxicándose y su sustitución temporal por Banin, el paso de las semanas con todo preparado a la espera del visto bueno de RCA, más ensayos, la grabación en la Gran Manzana con Kurt Ralske, las mezclas…
Uno de los aspectos más interesantes es ver como los temas van impregnándose del momento de transformación que se está produciendo en el grupo, no solo en lo musical si no sobretodo en lo personal. Lo han pasado muy bien los años anteriores pero se encuentran ante el dilema de profesionalizarse o dejarse llevar hasta un irremediable final. J lo tiene claro pero el precio que tendrán que pagar si las cosas no salen bien es demasiado alto. Madurar en todos los sentidos o morir, y como telón de fondo un disco que lo absorbe todo. Esta lucha universal que acaba con la pérdida de la inocencia hace que el libro, con una temática muy concreta y aparentemente destinado a fans, pueda interesar a toda clase de público y leerse sin ningún problema aunque no se conozca a Los Planetas y nunca se haya escuchado Una semana en el motor de un autobús. Como pega para estos lectores es que en las referencias al pasado de la banda se dan cosas por sentadas que no tienen porque saberse.
Es de agradecer también la forma en que se tratan las canciones. Durante años la moda en los libros que analizaban discos era bucear en lo que quería decir el autor en cada línea obviando cualquier otro detalle. No digo que eso no pueda interesar a determinadas personas, pero el fan o estudioso no necesita que otros le digan lo que él mismo puede hacer (una canción tiene tantas interpretaciones como personas que la escuchan) y lo que le apetece es saber lo que estaba haciendo el autor cuando surgió el tema, cuándo y cómo se grabó, qué músicos tocaban en la maqueta o en la versión del disco, si la interpretaron en tal o cual concierto…, y de ese tipo de información es de la que se alimenta el libro gracias a las conversaciones del autor con todos los que de una u otra manera participaron en esa aventura.
El resultado de todos es sabido. Los Planetas consiguieron su mejor disco al que muchos definieron como el de madurez del movimiento indie y Nando Cruz ha logrado dar forma a una magnífica historia para el disfrute de todos. Esperemos que el buen hacer de Lengua de trapo en esta nueva colección llamada Cara B se vea recompensado como merece y que a este título (y a Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick también recién publicado) le sigan muchos más. En el horizonte el Honestidad brutal de Calamaro, Cajas de música difíciles de parar de Nacho Vegas y El estado de las cosas de Kortatu. Para chuparse los dedos…
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