Escena

“¡No se puede dejar morir a los poetas!”

Por Teresa Mora.

Irina Kouberskaya y Hugo Pérez, productores, directores, actores y dramaturgos, no las tenían todas consigo cuando, siete años atrás, convirtieron una vieja ferretería de Madrid en el actual teatro Tribueñe. Hoy cuentan con el apoyo de público y crítica y se enfrentan a un verano lleno de actividades.

 

Esta es una historia de poetas asesinados, de sus asesinos, y de aquellos que, a pesar de ser disparados, lograron sobrevivir. Federico García Lorca, adalid por excelencia de la primera categoría, muerto hace 75 años, ha nutrido con algunas de sus obras al teatro Tribueñe, fundado y dirigido por Irina Kouberskaya y Hugo Pérez, quienes, hoy en día, pueden ser clasificados en el grupo de aquellos afortunados que pudieron seguir viviendo y emitiendo, de ese modo, su propio arte, toda su sabiduría. El pasado fin de semana era la despedida veraniega de su conmovedora representación de ‘La casa de Bernarda Alba’, que recuperarán el próximo octubre; en medio de los aplausos del público, Hugo Pérez, su director junto a Kouberskaya, pidió silencio para decir algo. “Yo sólo quiero añadir algo muy breve, lo mismo que dijo la actriz Margarita Xirgu cuando esta obra se estrenó por primera vez en 1945 en Buenos Aires: ‘Malditas sean las guerras y los hombres que las inventan y matan a los poetas’”.

 

El teatro Tribueñe surgió en 2003 para evitar otra muerte, explica Irina Kouberskaya, una muerte de otro tipo, más actual, más silenciosa, una muerte al fin y al cabo: “Me produjo reacción ver que Hugo, que siendo español -yo entiendo mi problema: soy rusa-, también tenía un camino tan tortuoso con tantas puertas cerradas, pese a todo el arte y el talento que tiene… Pensé: ‘¡Es que no se puede dejar morir a los poetas!’, y me lancé a esta aventura y le arrastré conmigo porque quería abrir camino para su arte, pero de esta forma me encontré con grandes posibilidades en el teatro y además me abrí camino a mí misma porque él también me exigía. Tribueñe es, pues, el resultado de un gran cansancio, de muchos años, de entrar por muchas puertas, salir con muchas promesas y no ver ninguna cumplida; el resultado de tanta crueldad e ignorancia hacia los artistas en este país tan duro”, concluye.

 

Continúa con una sonrisa: “En cambio, ahora el mundo se nos abre; estamos felices”. A partir de julio, participarán en varios festivales nacionales e internacionales y desde octubre, volverán a su centro de emisión en Tribueñe con las dos obras que más éxitos les han reportado, ‘La casa de Bernarda Alba’ y ‘El jardín de los cerezos’, así como con nuevos proyectos como una zarzuela escrita por Hugo Pérez, una obra de Dostoievski y un experimento teatral totalmente novedoso que contará con participantes del público.

 

Son dos directores de teatro que actúan en algunas de sus obras, que también son bailarines, cantantes, productores, dramaturgos, escenógrafos y que además inventan los trajes y el maquillaje de sus actrices y actores, pero lo aceptan como algo natural: el resultado del cambio de civilización. “Creo que estamos tocando fondo después de tanta especialización y que pronto seremos todos como Leonardos da Vinci. El hombre tiene una capacidad infinita”, alega Irina Kouberskaya.

 

Bien acogidos por los espectadores, después de representar obras de Valle Inclán, Chejov o Lorca, así como creaciones propias, también lo han estado por la crítica, que valora la belleza de sus creaciones, su sensibilidad, lo mucho que se acercan al espíritu del autor cuya obra representan. ‘La casa de Bernarda Alba’ es, en ese sentido, profundamente surrealista, muy emotiva, cargada de un lorquianismo que supera al propio Lorca y que consiguen gracias a música como la que ofrece el sonido de la corneta característica de las procesiones de Semana Santa, los gestos y movimientos llenos de simbología de las actrices, las continuas alusiones al mundo del toreo.

 

“Somos tan exigentes que nunca damos por terminada una obra”, comenta Hugo Pérez, “y por ello siempre nos sorprenden las críticas tan buenas y tan inteligentes que acompañan nuestra labor”, explica. “Hay muchos que dicen, no obstante, que si tanto Lorca y tanto Valle Inclán”, matiza Kouberskaya, “pero ¿tanto de qué? Si pocos han entendido este universo de nueva conciencia que está detrás de ellos y todavía son grandes desconocidos, si no podemos perderlos como luces de la humanidad que son”. “Es que aunque sólo existieran estos dos dramaturgos en España ya seríamos millonarios”, asegura Pérez y añade “me da rabia cuando dicen que en España no hay teatro contemporáneo”. “Por eso siempre representaremos a autores que, como ellos, nos enseñan algo, pues abarcaron todo lo que representa a la humanidad, desde los pensamientos más elevados hasta los más viles y tienen una conciencia mucho más elevada”, argumenta Kouberskaya.

 

El eje principal que rige a Tribueñe, la elección de grandes autores para sus representaciones, enlaza con su idea de la recuperación de las raíces y la herencia que da vida a su propio nombre: Tribueñe, o la tribu de la eñe, y son conscientes de la escasa preocupación por este tema en nuestro país. “España vive de espaldas a su gran herencia cultural, porque no sabe dónde está el baúl de los recuerdos, porque no encuentra nada cuando lo abre y porque sólo le sabe a moho”, bromean. “Con el complejo de no ser moderno que tiene España, nunca llega a descubrir lo antiguo. Creo que un país debe saber beber de sus raíces, pero la gente vive avergonzándose de ellas y por eso no se sienten herederos ni responsables del gran legado cultural que les han dejado los grandes artistas. Eso ha creado esta sociedad tan sordomuda, en la que gente tan rica vive como nuevos pobres”, se queja ella. Le encantan las raíces de este país y su cultura, y tiene esperanza en que se produzca un cambio a mejor: habla de un cambio global de conciencia. “El modelo actual se va a transformar porque está tan mal que ya no aguanta, es un absurdo y no nos lo creemos”.

 

Ella es mucho más espiritual, más mística; él, más práctico. Se nota en su forma de hablar. Y sin embargo, o quizá debido a ello, se compenetran tan bien cuando trabajan que a veces no pueden recordar quién ideó cada detalle de la obra. “Tenemos nuestras peleas, no es ideal”, reconocen. “Pero sí que se ha dado un gran logro en nuestra colaboración y es que rápidamente distinguimos qué propuesta se acerca más al espíritu de Lorca”. Aseguran que la creación es difícil, “son momentos de parto, siempre duelen”, según Kouberskaya, “pero sabemos que es así el proceso”.

 

“Somos exigentes con los actores, en ese sentido”, dice Pérez. “El director siempre sabe cuándo está mintiendo el actor; no sabe lo que tiene dentro, pero siempre sabe cuándo miente”, dice. “De todas formas, siempre vamos desnudos y esta desnudez e ingenuidad nos abre grandes caminos”, añade la directora. “No tenemos coraza ni ninguna imagen de nosotros mismos, cada vez vamos de nuevas, y cuando no sabemos qué hacer, se lo decimos tranquilamente a los actores y nos vamos a casa a dormir con deberes. Esta es nuestra pauta normal de creación”, comenta. “Y el secreto de este éxito, tal vez”. Así evitan que el mundo les coma (lo dice Kouberskaya), y sortean la muerte.

 

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