"¡Comprometeos!", Stéphane Hessel

 

Tras el éxito de la edición española que Destino publicó de ¡Indignaos! (más de 450.000 ejemplares vendidos en cuatro meses), la misma editorial nos ofrece el nuevo libro de Stéphane Hessel: ¡Comprometeos! Ya no basta con indignarse (2011, 96 pp., 7,50 €).

 

El autor, cuyo alegato contra la indiferencia ha contribuido a desperezar las conciencias de miles de indignados, proclama ahora la necesidad de comprometerse, a través de una vibrante conversación con el escritor y activista social Gilles Vanderpooten, desde los casi setenta años que los separan. Hessel se dirige de este modo a sus lectores españoles:

 

¡Comprometeos! constituye no tanto un programa o una conminación como una incitación a movilizarse. Una invitación a comprometerse personalmente en la vida ciudadana y en las luchas de nuestro tiempo. Os corresponde a vosotros, amigos de España –país en el que la diversidad de las culturas es mundialmente reconocida–, ciudadanos del mundo, a cada uno de nosotros individualmente, y a todos nosotros colectivamente, encontrar las pistas a través de las cuales la internacional ciudadana en gestación podrá dotar de vida este siglo. No para lograr el mejor de los mundos, sino un mundo viable.

 

Os dejamos algunas reflexiones para que empecéis a disfrutar del libro de Hessel en Culturamas, animándoos a adquirir esta obra ineludible para comprender la marcha del mundo contemporáneo.

 

No basta con indignarse ante “la injusticia del mundo”, como si se tratara de un vasto panorama… Muy concretamente, la injusticia se presenta ante mi puerta, ahora, de manera inmediata.

 

Creo que es preciso indignarse, sobre todo los jóvenes. ¡Y resistir! Resistir supone considerar que hay cosas escandalosas a nuestro alrededor que deben ser combatidas con vigor. Supone negarse a dejarse llevar a una situación que cabría aceptar como lamentablemente definitiva.

 

Por consiguiente, el combate es múltiple, y es ahí donde se deben poner límites a la palabra “resistencia”. Existe una vocación de resistencia, pero una construcción no puede limitarse a eso. Decíamos: “Resistir es crear; crear es resistir”. Pero hay que desconfiar. Debemos crear, no basta con resistir. Toda simplificación resulta siempre peligrosa.

 

Poniendo límites y regulaciones a la economía de mercado se deja libre espacio a la economía social. Del mismo modo que hay que dejar sitio a todas las culturas en el mundo, en el interior de un país se debe hacer lo propio con todas las formas de coexistencia de los hombres.

 

Iríamos directos al fracaso si las culturas se redujeran a una sola, ya fuese americana o china. Es importante proteger la multiplicidad de las culturas y velar por que se respeten mutuamente. El derecho de cada cual a su cultura y a que ésta sea considerada por los demás como una realidad que hay que respetar es lo que permite la coexistencia de las culturas crear algo distinto de la confrontación.

 

En el fondo, para mí el problema esencial entre una generación vieja y una generación joven radica en luchar contra la desesperanza. Y entre los riesgos que corre el planeta, está el de la desesperanza. Uno puede sentirse tentado de decirse: “Es demasiado tarde, la hemos liado, ya no hay nada que hacer, estamos perdidos”. Sin embargo, hemos conocido un sinfín de problemas que han podido superarse, no hay razón para que lo que hoy parece probablemente perdido no pueda ser probablemente salvado.

 

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