¡Anda, dilo, dilo con toda franquicia!
Por Graciela Rodríguez Alonso.
A la antigua granja de la familia Starkadder, Cold Comfot Farm, repintada ahora como una golfa buscando guerra en el paseo marítimo, llega Flora Fairford —de soltera Poste, casada con el rector Charles Fairford, madre de cinco hijos y prima de los Starkadder (especímenes campestres de los que hablaré enseguida)— a donde acude requerida por el señor Mybug, escritor de renombre, para organizar el Congreso del Grupo Internacional de Intelectuales. Flora llega a la granja al mismo tiempo que el carromato cargado de invitados, el autobús repleto de especialistas revolucionarios y un enorme coche repleto de físicos y científicos “que iban roncando y atiborrados de anestésicos”. Entre los invitados destacan Claude Hubris, representante del lobby Empresarios Industriales Democráticos muy identificado con el Partido Revolucionario de los Obreros Especializados, el irascible poeta Jones, el escultor Hacke autor de las indistinguibles y mastodónticas Mujer con viento y Mujer con niño y el Sabio, maestro hindú vestido con harapos que considera todo adelanto técnico execrable por surgir del también execrable espíritu del Mono (va por todos ustedes descendientes, lo quieran o no, de dicho Mono).
Uno de los objetivos del congreso es redactar un Acta de Derechos Humanos, dirigida a la Raza Humana también llamada de los consumidores. Expone el señor Hubris dueño de Suministros Nutricionales S.A.: “Tendrán derecho a nuestras sustancias nutricionales todos los consumidores que puedan pagarlas. No puedo hablar por otras empresas, pero ¿hay otras?” Y es que, a estas alturas, Suministros Nutricionales se ha ocupado de todas ellas horizontal y verticalmente desde Dakota a Indochina. “Este es nuestro compromiso: dondequiera que exista un proceso digestivo, allí estaremos nosotros” Aplausos y aullidos de apoyo. Si Stella Gibbons levantara la cabeza vería como todo el resto de procesos biológicos, metabólicos y fisiológicos imaginables ha sido comercializado y cotiza en bolsa.
El Congreso ofrece además la conferencia La angustia: formación y mantenimiento; una Exposición Monográfica de Arte Perecedero, a base de pasta de harina, tintas y carne de salchichas a cargo de los Nuevos Maestros y Grandes Artistas; la audición de la ópera El despellejado vivo cuyo protagonista es un sádico que sólo encuentra placer en el curtido de las pieles y que se recrea en el despellejamiento feroz. Flora reparte tapones para los oídos al discípulo y al ayudante del Sabio. Los demás se ven obligados a escuchar la grabación y aplauden como descosidos.
¿Y los rústicos Starkadder qué pintan en todo esto? Sólo quieren recuperar la granja tal como era antes de ser convertida en hotel con encanto: sucia, mohosa, con olor a estiércol, cubierta de forraje en el que puedan volver a pastar sus vacas Desgraciada, Perdida, Fechoría y Esquiva. Flora encontrará una solución, pero antes tendremos que escuchar la lectura del panfleto La sustitución de los plomos eléctricos en la caja de fusibles, muy representativo de la literatura técnica contemporánea y participar en la fiesta de despedida en la que los científicos forman una conga mientras gritan a voz en cuello “Nos gustan las fraccioo-nes! ¡Jugamos con neutroo-nes!”
Stella Gibbons escribió esta historia en 1949. Han pasado sesenta y dos años y lo que nos cuenta sigue siendo tan divertido como actual. Eso sí, con franquicia, tal como dice uno de los Starkadder, “esto” es un escupitajo en la cara de la naturaleza porque con tantas florecilla y tanto tiesto la mayoría de las granjas parecen la rectoría del pueblo en un día de romería.
Flora Poste y los artistas, Stella Gibbons, Impedimenta, Madrid, 2011