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Ricardo Darín y Sebastián Borensztein nos hablan de su película "Un cuento chino"

 
Por Luis Muñoz Díez.

“Vaca cae del cielo y hunde un barco… no lo pude resistir y dije: así va comenzar mi próxima película”. Confesaba eufórico el guionista y director Sebastián Boresztein, e hizo otra declaración de principios: “Hay que abandonar la idea de que la felicidad está en el consumo”. Su película, Un cuento chino (2011), podía gustarme o no, pero él ya me tenía ganado.

 

Se presentaba por todo lo alto Un cuento Chino (2011). En 10 semanas la han visto 900.000 espectadores en Buenos Aires y está pendiente de estreno en toda Latinoamérica, y en el pasado festival de Cannes se ha vendido a los principales países europeos.

 

Las salas del madrileño cine Princesa se convertían en un set-plató para acoger las entrevistara a Sebastián Borensztein y a Ricardo Darín.

 

Su productor, Gerardo Herrero, parecía satisfecho con la buena marcha de esta coproducción con Argentina, todos los interiores se han rodado en la Ciudad de la Luz de Alicante.

 

Es la tercera película de Borensztein, hijo del actor Tato Bores, una leyenda en Argentina. Sebastián Borensztein conoce ya el éxito como guionista y director de TV, nominado al Emmy por Tiempo final en 2008 y adaptada al público americano y actualmente emitida con muy buena audiencia por la TV de más de cuarenta países.

 

 

Ricardo Darín es otro garante de éxito. Sus éxitos se pueden contar por películas estrenadas en España, pero esta película tiene algo que la hace especial: su personaje, Roberto, es diferente a todos los interpretados hasta ahora por el actor. Se trata de un ferretero que vive reñido con el mundo y tiene como único ocio recortar noticias absurdas que aparecen en los diarios. Siente tal identificación con esos hechos absurdos que en su soledad se recrea en ellos como protagonista.

 

De su alienante soledad le saca un joven chino –Huang Sheng Huang– recién llegado a Argentina que ni conoce su lengua ni tiene donde ir. Esta convivencia forzada es un ejercicio de soledad compartida. Por eso elijo esa pregunta para Ricardo Darín:

 

 

 

Un cuento Chino, ¿es una película de soledades?

 

Sí, está llena de soledades, de sentimientos, de bloqueos emocionales por distintos motivos. Yo creo que cada uno de los personajes que intervienen en la pintura de este cuento muestra un costado muy solitario.

 

Juntos comparten soledad

 

 
Al ver esta película he tenido la sensación de que has dejado al galán en el armario.
-acoge la pregunta con una risa generosa que repetirá cada vez que aporte un nuevo argumento a la necesidad del cambio-.

Bueno, no lo he dejado yo, me ha obligado la realidad que ha golpeado mi puerta y me ha dicho basta ya de esto. El espejo también me ayudo muchísimo, por eso, y porque con el personaje estuvimos especialmente enfocados en que fuera lo más antigalán posible. Para nosotros era muy importante que la única persona en la tierra que viera algo positivo de este tipo fuera Mari. Estábamos muy interesados en que ella tuviera esa particularidad, digamos que tuviera la exclusividad de tener una mirada benévola sobre este pobre hombre.

 

Mari -Muriel Santa Ana- es la única persona que ve algo positivo en Roberto.

 

Cuidamos mucho como lo mostrábamos con ese bigote gris y el guardapolvo. Roberto es anacrónico…Tuvimos la tentación de que tuviera un pasado militar, pero no era eso. Eran muchas preguntas y pocas respuestas. Hasta que apareció el guardapolvo gris, cuando apareció entendimos todo sobre él. Era la única vestimenta que le podía importar. Era su uniforme de cara al mundo, de hecho si alguien presta atención todo el vestuario de Roberto es desastroso, salvo el guardapolvo, que es sagrado. Este personaje no tenía ninguna necesidad de preocuparse por su aspecto, se lleva muy mal con el mundo.

 

 

Es una ventaja el no tener nada que ver con el personaje.

 

Eso siempre es una ventaja para el actor. Lo difícil es lidiar con aquellas cosas que se parecen a tus cosas personales, uno no sabe muy bien cómo pararse contra eso y tiendes a justificar. En cambio, cuando uno tiene la oportunidad de visualizar un personaje desde lejos es más sencillo. Sí, agradezco cuando no tengo nada que ver con el personaje, porque me parece que es una liberación, es una catarsis, no intervine la censura y trato de que las cosas fluyan con naturalidad.

 

 

Ricardo Darín no es un actor cómico, pero consigue con casi todas sus interpretaciones que el público sonría.

 

No soy cómico, pero si tienes un buen libro entre las manos se pueden hacer muchas cosas, pero por mí mismo no soy cómico. Es difícil hacer comedia y el privilegio de trabajar con Sebastián es que tienes muy claro lo que quiere. Uno tiene la ventaja como actor de saber que hay contención. Nuestro trabajo estuvo muy enfocado en no pasarnos. Es difícil encontrar el punto justo, un punto de equilibrio, creo que es lo más difícil en la comedia. En este caso las exageración podrían ser doblemente peligrosa, no solo sería atentar contra lo que perseguíamos, que era hacer una comedia equilibrada, si no, tratándose del tema del choque de dos culturas, dos tíos que no tienen chance de entenderse porque no entienden una palabra del idioma del otro y podíamos incurrir en ciertas faltas de respeto a su cultura.

 

Ricardo Darín con su uniforme de Roberto

 

 
 

Cómo has vivido habitar el guardapolvo gris del ferretero.

 

Pocas veces he tenido la sensación de pisar las huellas de un personaje. Me ha ocurrido con el ferretero y con el personaje de Nueve reinas. Dimos muchas vueltas con su personalidad y su vestuario, hasta que tuvimos un día mágico en el que apareció el guardapolvo gris. Nos miramos y se lo pusimos a Roberto.

 

 

Ricardo Darín es un actor de cercanías con el que el público se identifica y le tiene simpatía, pero él se resta todo el mérito y achaca lo achaca a la suerte y a los demás.

 

Esa es una suerte que tenemos a veces los actores debido a que se nos ofrece la oportunidad de de estar en conexión con proyectos que no han salido de nuestra cabeza, pero que nos ayudan a expresarnos y se va estableciendo con el correr del tiempo una especie de perfil que nos identifica. A mí me pasa también, a veces me parece que conozco a la persona de acuerdo con la cantidad de trabajos que he visto de él, y trato de adivinar cual es su verdadera personalidad. Eso pasa, y yo me he dado a conocer a través mis trabajos. Espero que el trabajo no me haya modificado a punto tal de que no sepa quien soy. Pero claro, la percepción que pueda tener el público de mis trabajos está fuera de mi alcance y es algo que solo puedo agradecer, porque en realidad hay tanta gente tan talentosa que no tiene la posibilidad de mostrar sus cualidades… no dejo de pensar que soy un privilegiado.

 

 

Me quedo con esta última frase de Ricardo Darín: “No dejo de pensar que soy un privilegiado”. Darín es muy buen actor pero sus palabras suenan sinceras  y sólo las  puede pronunciar quien está satisfecho de sí mismo, del mismo modo que plantea sus dudas en voz alta con una franqueza que desarma.

 

Ricardo Darín con Luis Muñoz Díez. Foto de Joaquín Fernández.

 

 

Hemos tenido la oportunidad de grabar las palabras de Sebastián Borensztein, director y guionísta de Un cuento chino y aquí las podéis escuchar. Nadie mejor que él para hablarnos de su trayectoria profesional y de la película que hoy nos presenta:

 
[vimeo]http://vimeo.com/25314950[/vimeo]

Quiero cerrar este reportaje con unas palabras de Sebastián Borensztein: “Es absurdo que Argentina haya estado en guerra con Inglaterra, es absurdo que una vaca caiga del cielo y hunda un barco. Ahora, lo que no es absurdo es que dos personas que vivan en las antípodas del planeta geográficamente y culturalmente hablando tengan la posibilidad de ser el uno la llave que le abre la puerta para resolver su vida al otro”

 

Luis Muñoz Díez con el director y guionísta Sebastián Borensztein. Foto de Pedro Moral.


Un cuento chino (2011) se estrenó en España el pasado 17 de junio de 2011.

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