Entrevista a José Monleón, Max de Honor 2011
Por Manu Tomillo. Fotografía de Germán Gallego.
«El sistema ha conseguido que cada vez estemos menos estimulados para entender el porqué de las cosas.»
José Monleón, premio Max de Honor 2011. Hombre dedicado al teatro ha sido galardonado además con el Premio Nacional de Teatro o director del Festival de Teatro Clásico de Mérida. Con un espíritu crítico envidiable, analiza la actualidad de los escenarios y los males que afectan a nuestra sociedad.
Es un premio por toda una vida dedicada al teatro, ¿un reconocimiento merecido? ¿Está agradecido?
Nunca se sabe si es merecido o no, lo que está claro es que para mí que sea un premio que da toda la profesión es muy importante. He tenido la suerte de recibir otros premios, pero siempre eran de otras instituciones, ministerios, comunidad de Madrid, Generalitat…en cambio este tiene el encanto o el valor de que es de un gremio, del cual yo he escrito y trabajado desde siempre. Ese reconocimiento de una gente de la que tú te has ocupado toda una vida es muy de agradecer, máxime cuando entre los que hacen teatro y los que teorizan sobre él las relaciones no suelen ser muy buenas. El hombre que hace teatro, con razón, piensa muchas veces que él ha ensayado, ha arriesgado y que el crítico se sienta en una butaca, y según su estado de ánimo, según le vaya con su novia o su mujer, o quién sea, de pronto le sale un juicio más o menos caprichoso. Por eso hay una desconfianza, a veces justificada, entre los que hacen teatro y los que lo critican. De ahí que celebro doblemente que estas personas me den un premio y no me califiquen como un entrometido.
Al hilo de los premios que ha dicho que le han dado, en el año 2004 cuando ganó el Premio Nacional de Teatro dijo que eso le daba ánimos para continúar en la carrera. ¿En qué punto de la carrera nos encontramos 7 años después?
Estoy en un tramo difícil, porque yo me he pasado la mayor parte de mi vida dando tumbos, yo he vivido cerca de diez años en América Latina, me he pasado dos años en Estados Unidos, también he dado conferencias en 49 de las capitales de provincia en España, y también he organizado congresos en sitios como en Sarajevo durante el asedio, he estado en 45 países. He trabajado y conocido a gente que he olvidado. Miro mis libros antiguos y me asombra ver que he estado en Estambul o en Túnez o en Jerusalem…lo que demuestra que vocación y energías sí que he tenido. A veces me pregunto de dónde he sacado tanta cuerda para hacer todo esto y en ese sentido lo que sí me ocurre ahora, desgraciadamente y es normal, es que hay un momento que la edad empieza a hacerte las putadas, ya no puedes ir corriendo a coger un avión y esas cosas. Pero yo me acuerdo de tener temporadas que he tenido que comer en el avión porque no sabía cuándo iba a poder comer luego ni en qué país lo iba a hacer. Lo que sí hay en mi vida ahora mismo es un parón a la que me obliga la edad, el cansancio y esas cosas, aunque aguanto y precisamente tengo un libro que acabo de escribir que está en trámites con editoriales, que se llama “Siglo XXI, la evolución necesaria”, fíjate qué pretensión, es un libro sobre una visión del mundo, de la política y el teatro. Sobre los cambios que las tecnologías han producido en nosotros, la globalización hace que lo que ocurre en el mundo nos haga cada vez más interdependientes.
Se refiere a los cambios que sufrimos en nuestra sociedad, ¿ es el escenario una representación de esa realidad?
Yo creo que el teatro desde siempre, desde tiempo de los griegos, se ha basado en diferentes formas de entenderlo. La primera se refiere al costumbrismo, esa que representa las cosas como son. El otro camino es el de la diversión, el del puro entretenimiento, basado en la espectacularidad, en los divos que encabezan el reparto. Aunque para mí la principal es otra vía, esa en la que el hombre ha escrito bajo la percepción de que el mundo en el que vivimos no es el que nos gustaría vivir. La proyección de las costumbres, hábitos, religiones, regímenes políticos…que se refieren a términos gratuitos como si fueran intocables. El gran teatro está lleno de víctimas de los sistemas sociales y culturales, aunque siempre hay la esperanza de que se produzca un cambio, que nos lleve a otra forma de entender la vida, los sentimientos. Y yo creo que ese es el Gran Teatro, y para mí en esta época si el mundo no estuviera tan enajenado tendríamos mucho más teatro de este. Pero me temo que nuestra propia sociedad lo para. La idea del éxito, la cultura de empresa, la economía, está minimizando la verdadera historia del teatro que siempre ha sido una confrontación del hombre con el mundo que tiene delante. Esa relación dialéctica, para mí, el teatro de hoy en muchos casos no la tiene, porque ha llegado a un cierto nivel de descomposición, fundamentalmente, porque el mundo ha creado una realidad objetiva que es anterior al propio mundo objetivo. Que hoy en día podamos hablar por Internet, que a través de Facebook puedas seguir las movilizaciones de El Cairo y que sin embargo sigas pensando como tu abuelo, produce una descomposición histórica y creo que actualmente nos encontramos en esa situación.
Ha mencionado a la cultura de empresa, ¿es ella la culpable de arrinconar cada vez más al teatro más arriesgado, al más alternativo a favor de los grandes títulos y los musicales?
Ya ( es cojonudo) es un problema que a ese teatro se le llame alternativo y al musical se le considere como el Teatro. De pronto en lugar de Esquilo, Sófokles y las grandes tragedias que hablan sobre la condición humana, se ha cambiado por musicales como Mamma Mía por poner un ejemplo. Ahora hay que hablar de teatro alternativo en la medida en la que desgraciadamente, el teatro comercial lo coloca en un rincón, pero lo que hay que pensar es que el teatro alternativo es justo lo contrario, es aquel que no se ocupe de la condición humana en la que vivimos, y todo lo demás pues será muy brillante y se puede apreciar la puesta en escena y hay que valorarlo también, pero no es lo mismo hablar bien para no decir nada que hablar menos bien para decir cosas.
El teatro de las grandes producciones es el peaje que hay que pagar para poder disfrutar del “otro teatro?
Sí, podría ser que sí. El teatro es uno de los elementos que históricamente ha contribuido a que tuviéramos una conciencia de los problemas que teníamos, pero en la actualidad parece que ese interés es menor.
Pero de verdad que ¿hay un público para un teatro arriesgado y que nos haga reflexionar o el público prefiere el brillo de los focos de los grandes escenarios?
Cada vez hay menos público que se acerque a un teatro que le haga a pensar. El sistema económico y los valores del sistema, ha contribuido a destruir la cohesión social, a dividirnos, y dentro de esto cada vez somos unas personas menos preparadas y estimuladas para entender el porqué de las cosas.
Cuando se refiere a la distancia que puede haber entre los individuos, ¿ tiene también la sensación de que existe también una distancia demasiado grande entre los grandes teatros y las salas más pequeñas?
El problema es que habitualmente ante los grandes problemas siempre ha habido una respuesta social y lo que ha conseguido el sistema es hacernos competidores, nos ha deshumanizado, ha sustituido los placeres (cojonudos) de la convivencia por el dinero, esto ha destruido la vertebración de la sociedad. La gente cuando acude a un teatro, parece que va a satisfacer su necesidad como singular sin el sentimiento de que pertenece a una comunidad. Si entre catalanes, valencianos y madrileños ya nos consideramos como de continentes lejanísimos, ¿cómo vamos a solidarizarnos con nadie? Ese es el gran problema sociopolítico de nuestra época, y el teatro en lugar de contribuir a solucionarlo muchas veces se limita dentro de la teoría de mercado, a ofrecer al público lo que quiere.
Fue director del Festival de Teatro Clásico de Mérida, la brecha entre el teatro en la ciudad y el ámbito rural es también muy grande?
Sí, también es así. Pero desgraciadamente el momento actual nos está igualando a todos por abajo. Hay personas que viven en Madrid y otras que viven en Mérida, por poner un ejemplo, y las oportunidades que tienen son diferentes, pero el problema viene cuando no las aprovechan. Porque para tocarle el culo a una chica, ver la televisión y emborracharte los sábados, es lo mismo en los dos sitios. El sistema es el que produce una igualdad por abajo, como una apisonadora.
¿La crisis económica que nos atrapa es también de autores y títulos de teatro?
Yo creo que la profesión teatral está condicionada por el contexto, y el que quiere vivir del teatro tiene que aceptar la profesión como está. Por eso hay gente que escribe libros y obras estupendas que no se estrenan o que están tres noches en cartel. Eso figura como lo rarísimo y lo minoritario y en cambio el que es capaz de acoplarse a las demandas, es el que se ha rendido a lo que le marca el mercado, parece que es el que triunfa. Cada vez es más raro encontrar al creador, al tipo que hace reflexionar, porque esa persona cada vez molesta más y se le arrincona. Yo sí entiendo que no es porque los autores sean menos responsables que los de otras épocas, sino porque en estos momentos la profesión está al servicio de una concepción económica de la sociedad.
La falta de creatividad que se le achaca al cine en los últimos años, ¿es comparable a la situación actual del teatro?
Sí, de alguna forma sí. Antes era el éxito de una obra el que marcaba un modelo a seguir, y actualmente hay unos modelos de obras que se repiten, que cada vez son más iguales, más uniformes. Ahora el problema viene porque la visión del mundo y de los problemas del hombre se ha unificado y reducido, porque en parte los temas del teatro se han masificado. El capitalismo nos ha convertido en clientes, de las marcas, de los partidos políticos, de las modas.
Ha podido vivir en diferentes culturas, ¿esa fusión es transmisible al teatro? ¿Es posible la fusión con el audiovisual?
Sí, absolutamente. Yo creo que primero, muy importante, el teatro ha sido una de las grandes contribuciones a la multiculturalidad,. En España, por ejemplo, no hace tanto vivíamos cerrados en ideas como “mi pueblo, mi patria, mi Caudillo” pero necesitábamos ver teatro inglés para ver otras formas de pensar. Hay que plantearse no sólo que la fusión es posible, sino que obras de hace dos mil quinientos años, como es el teatro griego clásico, siga teniendo vigencia hoy en día. Eso te demuestra, y es la grandeza del gran teatro, que es capaz de situar los problemas en realidades y espacios concretos y, a pesar de eso, me emociona igualmente.
Si tuviese que apostar en un género de teatro para estrenar hoy en día, ¿por cuál lo haría?
Yo me interesaría mucho por los factores formales que establece la vida de hoy para que me escuchen. Yo entiendo que un productor o un autor de teatro pueda pensar que ciertos textos no serán entendidos por el público, o que le aburrirán, pero quizás haya que montarse una estrategia para ver cómo decir lo que quiero decir en la época que me ha tocado vivir. Yo podré negociar la forma, es algo lógico que un autor tenga que hacer una negociación formal para darle salida a su obra, pero sin perder el norte. Lo terrible es cuando te sacrificas a las exigencias formales y no dices nada.
¿La crítica de teatro debe tener cierta distancia con lo que se estrena en los escenarios?
Yo creo que tiene que tener dos cosas que parecen contradictorias pero no lo son. Una persona que no ame el teatro, que no ame a los actores, que no comprenda su esfuerzo, que no comprenda que el escritor es como si se desnudara, cuando es un autor honesto, porque expresa su visión del mundo, esa persona que no hace todo eso, no puede ser crítico. Se convierte en un juez y casi siempre en un miserable. Pero a la vez, si dentro de ese amor no estableces una suficiente distancia para tener una percepción formal, tampoco se puede ser crítico.
¿ Y dónde está la línea de separación?
Puede pasar que el público te vea como alguien elitista, pero creo que siempre la línea de trabajo la marca la sinceridad. Si yo siento que debo decir una cosa, la tengo que decir. Lo que no puedo ser es un ( mierda) que simplemente venda palabras porque eso le va a vender bien. El debate es ¿uno vale según gana?, o ¿vale según ha sentido, según su honradez, su verdad, su capacidad de profundización?
¿Qué papel juega el Estado dentro de esa difusión de la cultura que necesita el teatro?
Su protagonismo es total. Hay que plantearse la cuestión de que si el teatro es entretenimiento no se entiende la intervención estatal, porque el Estado en ese caso no debería aportar dinero público. Pero si entendemos al teatro como un espacio asambleario, dónde el público forma esa asamblea, donde ante un conflicto sobre su realidad puede formarse una opinión, entonces sí que será obligación del Estado protegerlo, como un bien público, porque como ciudadano te va a mejorar. Pero existe el riesgo de que si no se cuida la cultura, pase lo que ocurrió con los fascismos y con lo que está intentando hacer el capitalismo, crear una masa de gente adormecida, una masa de borregos.
Si la democracia está pervertida por la presencia dominante que tienen unas posiciones políticas sobre otras gracias a la inversión publicitaria, ¿lo está también el teatro?
Que hoy el marketing y la publicidad sean un criterio para decidir la calidad de una obra es tremendo. Esta visión económica del ser humano nos destruye, porque nos movemos por lo que nos conviene, pero no por lo que somos o por nuestra visión del mundo.