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El ovillo de Ariadna

Por Rebeca Álvarez del Casal del Rey.

Sumir en la elipsis a Laberinto y Minotauro, buena idea para bautizar un ciclo de poesía. El ovillo de Ariadna tiene un nombre casi delicado, que nos remite a un mito terrible quedándose con lo artesanal del ovillo. Y con la inteligencia.

Desde sus comienzos El ovillo tiene tres premisas que ha ido cumpliendo en todas sus ediciones. La primera es la de juntar una voz nueva con otra conocida (o al menos publicada); también es necesario que los dos invitados no se conozcan entre sí personalmente; y tienen que ser siempre autor y autora. Por aquí han pasado las más diversas poéticas: Bárbara Butragueño, Déborah Vukušić, Pepe Ramos, Alejandro Céspedes, Aurora Pintado, Aarón García Peña, Ana Gorría, María Eloy García… Memorable el streptease físico y emocinal de José Ignacio Serra (con desnudo integral, nada de medias tintas). Voces de toda índole, registros solemnes, irónicos, siniestros, minimalistas… entretejidos hasta ir conformando los más variopintos maridajes.


El primer recital que llevaron a cabo fue de los propios organizadores, los jóvenes poetas Verónica Delgado y Luis Daniel Pino, presentados por Basilio Rodríguez, poeta y editor (entre otras muchas cosas), que también forma parte de la organización. En la idea original proyectaban una película muda en blanco y negro, antes de comenzar el recital, y en este primero fue Metrópoli. Pero debido a las altas horas en que da comienzo el recital (a las 22h, más los minutos de cortesía), unidas a la tertulia consiguiente, esta cuarta premisa fue finalmente abandonada.Porque El ovillo genera tertulia, debate y bastante trasnoche. Y engancha. Poco a poco se ha ido haciendo con un público propio que se suma al que lleva cada invitado, suele encontrarse por allí a la artista Antonia Valero o al poeta Emilio Porta, entre otros.

El ovillo nació a raíz del espacio en que se lleva a cabo, el Café Hernán Cortés (C/Hernán Cortés, 8). Y no precisamente por su aspecto “poético” (cada cual llene con lo que considere este adjetivo), sino por esa sensación de garito semiclandestino que causan su oscuridad, las cortinas, las escaleras que dividen el espacio en dos alturas. De hecho es el único acto que tiene lugar aquí, se lo propusieron al dueño del local, Fernando, al que le encantó la idea, y llevan ya unos dos años tejiendo poesía.

Verónica Delgado cuenta que, al principio, pensaban hacerlo más a menudo, pero vieron que llevaba un esfuerzo y, en consecuencia, un tiempo. No querían limitarse a invitar a un poeta y escucharlo recitar, querían leer antes a los autores invitados y preparar una buena presentación (no por buena demasiado laberíntica, hay que añadir que son presentaciones breves, que no prolongan el acto más allá de la capacidad de atención del público); cuidar el blog (que empezó muy bien, pero últimamente hay que decir que lo tienen bastante abandonado) en el que, además de anunciar el recital, colgaban biografía con foto y algún poema de cada participante. De alguno de los primeros recitales hasta se puede leer una pequeña crónica. Lo que sí mantienen es la costumbre de preparar una hoja en que se anuncia el acto, con poemas de ambos participantes, y repartirlas por las mesas del local junto con algo de picar. “Tiene su lado creativo”, concluye Verónica, “además mucha gente contacta con nosotros porque quiere participar, y eso anima a seguir”.

Es un buen espacio para poner voz (y oído) a la palabra escrita, tanto para el público como para los poetas invitados. Se escucha en silencio, se invita a unas copas a los poetas participantes por cuenta del local, se hace un pequeño descanso entre las dos intervenciones y, lo más importante, los recitales suelen tener una calidad aceptable para oyentes-lectores muy diversos (lo que no es fácil). Se va a escuchar poesía y no a ver un espectáculo, lo que ayuda a evitar la vena más superficial de la que a veces pecan este tipo de encuentros (perfectamente válida, por otra parte), más próxima al entretenimiento que a la literatura. Más pendiente del aplauso, o de las emociones fáciles, que de la poesía en sí.

El soporte “ciclo de poesía con poetas invitados” se ve mucho hoy día, al menos por aquí por Madrid, de sobra lo sabrán los poetas con Facebook (donde, por cierto, se pueden ver las fotos que Julio Ullanga ha hecho en alguna de las ediciones, de un contrastadísimo blanco y negro). Dentro de este panorama El ovillo de Ariadna es una propuesta sencilla, con la que sus organizadores han logrado crear un punto de encuentro interesante. Siempre en jueves (un jueves cualquiera del mes), Basilio abre o cierra el acto. Después (o antes) Verónica y Luis presentan cada uno a su invitado, poetas muy distintos que nos recuerdan que al Minotauro se lo vence con la espada y al Laberinto con un hilo, a lo Maillard.

http://elovillodeariadna.blogspot.com/

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