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FlM. Día 6

Por María Anaya

 

Ya casi ha cumplido una semana. Pero a esta feria aún no se ha asomado ni uno de esos días bien calurosos. Como dice mi madre, hoy Madrid tiene esa temperatura que querríamos disfrutar cada día del año, sol suave, brisa sin furia. Así no quedan excusas para retrasar la visita al Retiro.

 

Con perdón de todos los maravillosos/as escritores/as, hoy se me van los ojos hacia el pabellón infantil. Porque cuando uno es pequeño, la feria es básicamente ese recinto. Últimamente he oído discutir sobre si los libros empiezan a estar fuera de lugar. Oigo voces francesas reclamando el hipertexto como sustituto de las páginas de papel encuadernadas, lo que me hace pensar otro dicho materno y español en general, ¿qué tendrá que ver el tocino con la velocidad?

 

A los libros les pasa como al cine, resulta que tienen un espacio propio donde la gente acude para compartir el silencio con desconocidos durante unas horas. En el caso de los libros ese espacio se llama, por lo general, biblioteca, pero también pabellón infantil de la feria del libro. Reconozco que hace algunos años que no lo visito, hasta donde recuerdo, era un lugar donde había unos cuantos libros disponibles a los que yo me agarraba para evitar que mis padres me sacasen de allí. Claro, que posiblemente se lamentaron en el momento que consiguieron sacarme del pabellón y empezaron a hacerme desfilar por las casetas, porque lejos de amedrentarme, la experiencia me enseñó que era la ocasión perfecta para lograr que me comprasen muchos más libros de lo normal en cualquier otro momento del año.

 

En uno de esos ataques directos a la economía familiar, me hice con “Mi año”, de Roald Dahl, mi autor favorito sin discusión. Les recomiendo el título a todos los niños con un mínimo interés por la naturaleza, con ganas de escarbar en la arena, curiosidad por cómo ahuyentar a los topos que llenan la tierra de túneles y sobre todo a los interesados por los pájaros y sus huevos (que debéis coger cuidadosamente con una cucharita de té de los nidos, para no dejar vuestro olor en los demás huevos. Estupenda costumbre británica).

 

Como cualquier persona de bien sabrá, Roald Dahl escribió decenas de libros para niños y no tan niños. Yo diría que uno puede encontrar un cuento de Dahl apropiado para cualquier edad en la que se encuentre. Cuando se es lamentablemente pequeño y aún no se puede leer, lo más adecuado es pedir que te lean “¡Qué asco de bichos!”, lleno de historias un poco terribles pero con las que se aprenden los peligros que entrañan cerdos, cocodrilos y demás bestiecillas hambrientas.

 

Una vez se adquiere independencia leyendo, la oferta es interminable. Recomiendo empezar por «Las brujas», porque es un hecho que vivimos en una sociedad donde esas señoras abundan y francamente, cuando uno aprende a qué se enfrenta en esta vida, consigue alcanzar una cierta tranquilidad. O no. Después de haber leído tanto sobre cerdos asesinos y brujas de nariz aguileña, el niñ@ ya estará preparado para la vida moderna y en cuestión de pocos años más podrá enfrentarse a las “Historias extraordinarias” sin que les tiemble el pulso ante ese humor inglés tan negro.

 

¿Pero esto de la Feria del Libro no iba de novedades editoriales? Me dirán. Pues no, yo al menos siempre he ido con una lista en la que había una o dos novedades editoriales y un montón de guiones seguidos de títulos «antiguos». Cada cual tiene que ir descubriendo la literatura a su ritmo.

 

Háganme caso, no se dejen llevar sólo por la novedad y tengan un detalle con sus niños en forma de cuento de Roald Dalh. Les saldrá la criatura mucho más espabilada que si le plantan delante uno de esos horrorosos videos de baby einstein.

 

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