Haciendo amigos (11)
Por Pedro de Paz.
Malos tiempos para la lírica
En los mentideros literarios circula últimamente una noticia de carácter inquietante: la continuidad de la Semana Negra de Gijón, decano de los festivales y celebraciones españolas relacionadas con la novela negra y policiaca, un encuentro de amplia raigambre y repercusión internacional, peligra. Siempre es triste tener constancia de cualquier inconveniente o traba que merme la trayectoria de una celebración de carácter cultural, pero en este caso no hablamos de cualquier celebración. Hablamos de la que es con toda probabilidad una de las convocatorias culturales con mayor aceptación popular de todas las celebradas en territorio español, motivo de envidia y admiración en todos los festivales literarios del mundo. Y no deja de resultar paradójico que, según diversas fuentes, gran parte de los males parezcan provenir —y digo parezcan porque aún no hay ningún pronunciamiento oficial al respecto— precisamente de ahí: de su masiva aceptación popular. Al parecer, entre determinados ámbitos, nunca se vio con buenos ojos el hecho de que uno de los principales motivos de interés de la Semana Negra de Gijón fuese precisamente su carácter festivo y lúdico. Porque la Semana Negra es mucho más que una celebración de carácter cultural. Es una auténtica fiesta en su sentido más amplio y profundo. Una excelente y deliciosa forma de acercar la cultura a aquellos que, por norma general, no suelen prestarle demasiada atención en su vida cotidiana. Bajo la oferta de un ambiente festivo se logra captar el interés de aquellos que acuden al evento —más de un millón de visitantes, cifra más que respetable— y que una vez allí comprueban que la cultura es algo más accesible, cercano y ameno de lo que habían supuesto. Y este detalle es sumamente importante. Porque los autores ya disponemos de cauces para llegar a los lectores habituales pero muy pocos para atraer la atención de quienes no lo son. Y esa siempre fue una de las principales y más importantes bazas de la Semana Negra.
Este debate no es nuevo. Desde hace muchas ediciones se viene afirmando, con relación a las celebraciones de la Semana Negra de Gijón, que la cultura debe ser seria y que la feria que la acompaña es una patochada. Eso enuncian y denuncian aquellos que dicen entender del asunto. Y que el aspecto más lúdico de la Semana Negra resulta intolerable. Y esos postulados, puede que respetables como opinión, nunca fueron un problema en lo que quienes tenían poder de decisión al respecto podían ejercerlo. Pero se rumorea que el actual panorama político, con los cambios por todos conocidos, ha terminado por mudar las tornas. Y que los actuales ostentadores de ese poder de decisión creen firmemente que esa seriedad en la cultura debe ejercerse con rigor. Desconozco a ciencia cierta si lo que se dice es cierto pero, de serlo, perdonen que les diga que, con seriedad o sin ella, conozco muy pocas iniciativas culturales de la eficacia en sus cometidos de la Semana Negra. Si de acercar cultura a la gente se trata, la Semana Negra cumple con creces y lo ha demostrado por pasiva y por activa en numerosas ocasiones. Y si termina siendo necesaria cualquier tipo de actuación, iniciativa o medida para seguir defendiendo esa tesitura, yo tengo muy claro de qué lado de la trinchera voy a estar. Del mismo que espero estén ustedes.
Malos tiempos para la lírica, decía una antigua canción. Nunca imaginé hasta que punto.
Parque Coimbra, mayo de 2011