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Salmo y otros cuentos inéditos (Bulgakov)

 

Por Cristià Serrano Díaz.

 

Como infinidad de escritores en la época de la Unión Soviética, Bulgakov, uno de los pocos genios de la Literatura Universal, sufrió los martirios de un gobierno opresor, autoritario y totalitario. Si bien sus calidades literarias eran incuestionables, el hecho de que no se mostrase partidario al régimen soviético le impidió gozar de éxito y reconocimiento a lo largo de su vida, lo que prácticamente le supuso vivir en el ostracismo. No fue hasta la caída del comunismo en Rusia cuando resurgió su figura y consiguió ser mundialmente reconocido, especialmente con la célebre novela Maestro y Margarita.

 

Fue un escritor que encantó a Stalin, empero. La obra teatral “Los días de los Turbin” resultó ser de su agrado, e incluso se dice que fue una de sus obras favoritas y que la vio muchas veces. Pero jamás pudo perdonarle sus críticas y sus burlas sobre el gobierno soviético y sobre la forma de vivir comunista. Afortunadamente, sin embargo, la Perestroika trajo aire nuevo al mundo del este y reabrió las puertas a todos aquellos artistas que vivieron en el ostracismo. A partir de entonces el mundo pudo completar la agudeza intelectual e ingeniosa de un autor satírico y cruel con pequeñas dosis de sentimentalismo y compasión.

 

En la recopilación de la editorial Nevsky Prospects Salmo y otros cuentos inéditos, se abre ante el lector un escritor formidable y único, admirador de la novela de ciencia ficción. La obra en concreto se trata de una compilación de nueve relatos escritos entre los años 1923 y 1926 en periódicos distintos, unos relatos que prácticamente todos tienen en común la vida de los rusos en Moscú y, más concretamente, la vivienda en Moscú  durante esos años (algo que, como se comprueba a lo largo de los relatos, resulta dañino sobre el ser de Moscú). Son relatos breves, tristes, muy satíricos, mordaces por momentos, pero son relatos que, pese a su tristeza y melancolía, se apiadan de los pobres personajes que aparecen, unos personajes míseros, pobres e ingenuos que deben apañárselas con trucos agudamente ingeniosos. Estos relatos ilustran muy bien una época convulsa que transformó la sociedad rusa por completo y para mal.

 

A lo largo de todos estos relatos el lector reconoce dos tipos de personajes: el pícaro, dispuesto a engañar a la ley pero que siempre acaba fracasando en el intento, y el ingenuo, aquel que además de no tener nada se deja guiar por las malicias y perversidades de ese mal ser llamado ciudad, que si bien décadas antes se había ampliado con el propósito de dar un nuevo futuro a multitud de campesinos que venían con el deseo de vivir en mejores condiciones, desgraciadamente se encontraron precisamente lo contrario, con el infierno, con la pesadilla. Bulgakov, con toques humorísticos, atenúa la gran desgracia que supuso vivir a la sazón. Aunque a un lector actual  los relatos le puedan sonar lejanos, inconscientemente se siente en la piel de los personajes y le sirve de consejo para una vida propia, que por mucha democracia que haya instaurada sigue imperando crueldad, opresión, miseria, malos vicios, etcétera. Y de por medio, un Bulgakov que escribe como los ángeles y como los demonios, con la fuerza de un gran artista al que cualquier lector debería tener el placer de descubrir.

 

Pero sin duda alguna los grandes personajes resultan ser la Ciudad y el Inspector, esas dos figuras que oprimen al individuo. En el caso de la Ciudad, es una apertura a nuevas posibilidades, a abandonar la pobreza y adentrarse en el sueño bonito del dinero y de las mujeres, pero que, desgraciadamente, se convierte en un tormento por su falta de espacio y por las leyes e impuestos del gobierno soviético. En relación al Inspector, su aparición es breve en algunos de los relatos presentes, básicamente en las últimas líneas, pero su presencia es tan autoritaria que corta abruptamente con cualquier acto de picaresca o ingenio. También habría que destacar la aparición del médico, incompetente y falto de conocimiento, que, como la Ciudad o el Inspector, en vez de ayudar, agravan la situación de miseria y absoluta pobreza.

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