Latinoamérica

Sueño de libertad

Por Roberto Rowies.

¿Qué es la libertad? ¿Bajo qué conceptos basamos una libertad que nos es legada? ¿Se puede no ser libre aun siéndolo?.
El precio de la libertad tiene un alto costo. O por lo menos así lo creían algunos filósofos. Arthur Schopenhauer nos dice: El concepto de la libertad es negativo. Representa la falta de todo impedimento y de todo obstáculo, y el mismo obstáculo nos representa una manifestación de fuerza[1]. Y define tres tipos de libertad: la física, la intelectual y la moral. De la única que podemos ser dueños y capaces es de la libertad intelectual. Las otras están sujetas a reglas platónicas y aristotélicas vagas e imprecisas, como el libre albredrío y la metáfora.
Decía que el precio es muy alto. Sin embargo, hasta donde yo creo, no hay que escalar muros interminables, cruzar cañerías llenas de desechos humanos, atarse una cuerda al pie, estar encarcelado por 20 años por un crimen no cometido, ni siquiera cavar un hoyo con una piqueta por 19 años, y menos soportar abuso sexual por 2 años consecutivos.
Qué es la libertad sino el producto de la consecuencia. Digamos que somos un hombre (libre) y nos condenan a dos cadenas perpetuas por cometer un crimen que no cometimos. La libertad, en este caso, tiene diversas connotaciones. Primero liberarme del crimen que no cometí; segundo, liberarme de la cárcel. Una vez fuera y desprovistos de éstas cargas ¿podemos ser libres?.
Supongamos otro caso más sencillo. Soy un hombre (libre por extensión) que pretende ser libre. ¿Por qué quiero ser libre si ya lo soy por derecho? Mejor dicho, por naturaleza. Sin embargo siento ataduras. De mi esposa, de mi trabajo, de mis obligaciones sociales y morales, de todo. ¿Soy libre?
Podríamos suponer un tercer caso. Un hombre sin obligaciones de ningún tipo y orden. Tiene obligaciones morales pero hace caso omiso de ellas. Sus virtudes, sus deseos, se concentran tanto en si mismo que podría ser un artista. Algo tiene que ser. ¿El ser algo, o sea, el dejar de ser determinada cosa para ser otra, no es acaso privativo?. Ya perdemos la libertad, aunque tenemos libre albredrío, según Aristóteles, no somos libres en la mente. Ya somos artistas, y no otra cosa. El concepto de libertad se esfuma como el humo del cigarrillo.
Decía que había que pagar un precio alto. Agrego a esta cualidad de la libertad, lo efímera que puede ser, indiscutidamente circuntancial y amena; digamos dificil de percibir, lógicamente.

Digamos que en un país conservador, como pueden ser los comunistas, un hombre se sienta en un banco de una plaza cualquiera de una ciudad cualquiera, con el concepto racional de que es un hombre libre, a pesar de las ataduras políticas del país. Hace el siguiente razonamiento lógico. Los hombres son libres por derecho -yo soy hombre -entonces soy libre. Desafortunadamente ese hombre es libre en su mente, en su intelecto. El producto de su razonamiento le proporciona libertad, no su entorno. Por eso afirmo que la única libertad de la cual podemos ser concientes, es la intelectual. Porque a este sencillo argumento lógico del hombre que se piensa libre, habría que agregarle: Los hombres son libres por derecho -yo soy hombre-entonces soy libre (sí, sólo si, el país es libre de pensamiento). Como no lo es, no es libre.
Vuelvo a lo duro de ser libre. Puedo ser libre en diferentes circunstancias, lo que para uno es, para otros no lo sería. Si queremos ser libres, sencillamente, debemos ser libres intelectualmente. La respuesta por supuesto no está en Schopenhauer, en Leibnitz, en Aristóteles, en Platón o en Kant. Está en nuestra capacidad de ser libres de ese silogismo que plantea la sencilla pregunta de si se
puede se libre. Porque filosóficamente hablando podemos ser libres aún no siéndolo. Volvamos al caso del hombre que sale de la cárcel y comparémoslo con aquel que nunca estuvo en una.
Centrémonos en ese pequeño hombre que no es que salió de la cárcel porque cumplió su condena, porque como he dicho fue condenado a dos cadenas perpetuas. Ese hombre se escapó. Escaló un muro imposible; cavó un hoyo con una piqueta por 19 largos años con la paciencia de una hormiga; cruzó cañerías llenas de flatulencias humanas y por fin, por sólo un segundo, cuando cayó en el vertedero de la mugre y respiró el aire de la noche, por fin se sintió libre y miró al cielo. La cuerda, con las pocas cosas que tenía estaba atada a su tobillo, con un bolsa en el extremo. Dentro de ella había un libro que trató de conservar. Hablaba de un hombre que buscaba la libertad en el mundo. Jamás se había sentido así. Su vida había sido, por definición, una contínua búsqueda.
No quiero hablar de lo que sintió cuando expiró el aire de la noche nauseabunda, y recordó que a partir de ahora iba a ser difícil encontrar un trabajo seguro siendo un convicto, se dio cuenta que no tenía dinero, casa, perros, hijos, autos, que su esposa estaba muerta, asesinada por otro hombre. Se dio cuenta de que ese otro hombre, que no conocía, era libre y él todavía no.
[1 Schopenhauer, Arthur, La libertad, México 2001, Ediciones Coyoacán, p. 7. ].

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