Entrevista a Belén Gopegui
Por Recaredo Veredas.
En estos tiempos apáticos, o de posicionamiento fácil y blando, alivia el coraje de escritoras como Belén Gopegui que, desde hace ya décadas, defiende día a día su mirada sobre el mundo. Por supuesto, muchas de sus opiniones son más que discutibles. Lo que no admite duda es la nitidez y la valentía de su mirada, que señala sin miedo a quienes, según su lógica, son los causantes del desastre. Acceso no autorizado (Mondadori) es su última novela. Está protagonizada por un personaje atípico y muy próximo a los “hechos reales”: la primera vicepresidenta del gobierno de España. Agradezco a Belén Gopegui su amable respuesta a mis preguntas:
– Le felicito por su valentía. Pocas novelas, no solo españolas, ponen en cuestión el sistema financiero y plantan cara a las grandes corporaciones. ¿Cuál es, en su opinión, la causa de la falta de protagonismo narrativo de quienes “manejan los hilos”?
El poder no ha sido ajeno a los relatos, La Ilíada, Shakespeare, pero también series como Rubicon, el cine, Le Carré, etécera. Lo que a veces falta, sobre todo en nuestro tiempo, es eso que Naipaul ha llamado “la función interpretativa de la novela”, el deseo y la necesidad de examinar lo que ocurre y experimentar con ello, cuestionándolo a través de la narración. Quizá falta porque la literatura dominante se siente a gusto con las reglas del juego.
– Su protagonista asume que sus propósitos pueden conducir a la quiebra del sistema. ¿Son conscientes –la protagonista y usted– de las desastrosas consecuencias de esa quiebra? ¿Saben que tal vez fuera imposible la reconstrucción y tendríamos que conformarnos con las ruinas?
Hay un libro imprescindible de Ramón Fernández Durán, La quiebra del capitalismo global:2000-2030; su autor hace ya años está ofreciendo formas de prepararse para el colapso de nuestra civilización; el caos sistémico, la ruina ecológica y las guerras por los recursos acabarán con el mundo que hemos conocido. En este contexto poner en práctica un política diferente de la que consiste en vivir a remolque de un sistema injusto y caótico no sería, a mi entender, un riesgo sino un acto de inteligencia.
– En Acceso no autorizado plantea de nuevo la necesidad de pedir lo imposible, de no dejarse arrastrar por el cinismo. ¿Por qué ha escogido, en esta ocasión, a una vicepresidenta como portavoz? ¿Tal vez por su perpetuo equilibrio entre la realpolitik y la justicia?
Quien entra en política suele transmitir la sensación de que su margen de maniobra es muy escaso cuando está empezando y está sensación no varía a medida que adquiere más poder o, digamos entonces, más rango. Pensé que narrar ese margen en lo que es casi el último escalón, la vicepresidencia, permite pensar en común sobre las condiciones del qué hacer político: qué es hoy lo imposible, cómo afrontar el cinismo ajeno y el propio, quien define el significado de realpolitik y de justicia. Son muchas las personas que hoy, en calles y plazas, empiezan a preguntar por esos límites, y merecen una respuesta. Elegí a conciencia a una vicepresidenta y no a un vicepresidente, pues aún se exige a la mujer un esfuerzo de más cuando se trata de participar en lo público, esfuerzo que puede manifestarse en renuncias, o en desgarro, y que a veces puede generar una tensión singular, una resistencia diferente a la fuerza externa.
– Las nuevas tecnologías protagonizan Acceso no autorizado. Lo hacen de una manera tangencial, que no desmiente los límites de la narrativa. Es decir, no intenta que el libro se convierta en un ordenador. ¿Hay un intento de modernización, de aggiorniamiento en su propósito? ¿Cómo se vincularán en el futuro tecnología y narrativa?
El coche también fue una nueva tecnología y entró en la novela, es lo habitual. El coche cambió el paisaje, la estructura del territorio, la red puede cambiar las reglas de conocimiento y de la intimidad, algunas ya las ha cambiado, en otras es posible que el capital imponga retrocesos. Cuestión distinta es la narrativa de la red, que ya existe, como sucede con narrativa laboral, la televisiva, publicitaria, etcétera. Creo que más que a los límites de la narrativa usted se refiere a los de la novela. ¿Podrá contar la novela la sociedad que viene? Veremos. Si es que hay sociedad que viene.
– Su narrativa posee una fuerte carga política. ¿Cree que la calidad de sus novelas se ha visto afectada por la necesidad de exponer su ideología? ¿Considera más importante la calidad o la transmisión del mensaje?
Ensayo algunas preguntas que podríamos hacer a otros autores, y que no suelen hacerse: “su narrativa tiene una fuerte carga digresiva, ¿cree que la calidad de sus novelas se ha visto afectada por la necesidad de exponer sus pensamientos?, su narrativa tiene una fuerte carga sentimental, ¿cree que la calidad de sus novelas se ha visto afectada por la necesidad de exponer sus sentimientos?, su narrativa tiene una fuerte carga de escepticismo, ¿cree que la calidad de sus novelas se ha visto afectada por su necesidad de exponer su decepción? También valdría carga tremendista, pictórica, escatológica, moral, etcétera. Pero…, podría decirme usted, todas estas cosas forman parte de la novela, no es que afecten a su calidad sino que la constituyen. Y yo respondería: ¿por qué entonces la política y sólo la política, no la constituye también? En todo caso y por seguir jugando, diré que sí, creo que la calidad de mis novelas ha mejorado a partir de la decisión de cuestionar la ideología implícita, la que se considera natural y pasa inadvertida. Porque forma parte de la tarea de escribir indagar y procurar ser precisas y no ser dóciles.
– ¿Podría explicarnos por qué ha cambiado una editorial independiente por una multinacional casi interplanetaria?
El capital no tiene patria y no puede elegir la tasa de ganancia. Las editoriales capitalistas dependen del capital, tanto Mondadori como Anagrama o Anagrama/Feltrinelli. Creo que Mondadori hoy es una editorial puntera, es quizá “la” editorial, la que señala rumbos que otros seguirán luego, y me interesa mucho el lugar hacia donde está mirando. Además, en lo que es un detalle menor pero signficativo, está abierta a los experimentos y he podido poner los libros electrónicos sin DRM, a un precio razonable y con licencia Creative Commons.
– El registro de la novela mezcla un estilo sobrio, depurado, con frecuentes descripciones líricas que, sobre todo, acompañan a los momentos de intimidad de la vicepresidenta. ¿El tono es correlato de la admiración que la autora siente por su protagonista?
El tono es consecuencia del momento de agitación y choque entre lo privado y lo público que está viviendo el personaje. En cuanto a la admiración, me pregunto si se puede admirar a un personaje de ficción. Podemos admirar sus actos, en cambio admirarle en tanto que individuo significa admirar sus cualidades, y en la ficción los personajes están al otro lado del espejo, viven para siempre, son compañía, estímulo o tristeza pero les falta el desgaste de lo material, cierto cansancio, pues en cada narración hay multitud de elipsis y, aunque el narrador las imagine, no suceden. Admiro, por tanto, algunos hechos que ojalá sucedan pronto en la vida real, admiro la trayectoria de un personaje secundario, Amaya, y la de todos y todas las Amayas que conozco.
– Tanto la protagonista de Deseo de ser punk como la rebelde de El padre de Blancanieves o el hacker de Acceso no autorizado rechazan, con serio perjuicio patrimonial, aquello que la sociedad ha trazado para ellos. ¿Es didáctica su mirada sobre la juventud? ¿Cuánto hay de juventud real y cuánto de juventud soñada, incluso añorada?
Hay juventud no domesticada, consciente de que cuando es el otro quien elige a cuanto asciende el perjuicio patrimonial, también se queda con parte de tu libertad, compra tu fuerza y de ser posible conviene no venderla por completo. Sin duda hay una elección; narrar al que transige y pacta es también una elección. Del “no acepto”, de narrar el rechazo decía Blanchot: “las personas que rechazan y que están ligadas por la fuerza del rechazo saben que aún no están juntas. El tiempo de la afirmación común les ha sido precisamente arrebatado. Lo que les queda es el irreductible rechazo, la amistad de ese No cierto, inquebrantable, riguroso, que les mantiene unidas y solidarias. (…) Lo que rechazamos no carece de valor ni de importancia. Es precisamente por esto por lo que el rechazo es necesario. Hay una razón que ya no aceptaremos, hay una apariencia de cordura que nos produce horror, hay una oferta de acuerdo y de conciliación que ya no escucharemos. Una ruptura se ha producido”.
– ¿Supone Acceso no autorizado un regreso a los escondrijos del poder, a la Gopegui de Lo real, tras una etapa más intimista?
De un poder algo distinto, puesto que la red, de momento, ha cambiado la forma en que un amplio número de personas se relaciona con la autoridad, incluida la política. Lo que antes eran dilaciones, filtros, resúmenes, ahora es inmediatez, filtración, acceso directo a documentos, agendas, textos. No todo está disponible, pero ahora cualquier argumento puede encontrar su réplica, y una manipulación de datos puede ser desmentida en segundos si bien la potencia de difusión sigue siendo desigual. El ejercicio real del poder no se ve muy afectado por este flujo de información, y los medios masivos que aparecían en Lo real siguen siendo determinantes. Pero hay una impresión de cercanía que es nueva. Y que empieza a tener consecuencias.
– ¿Con quién nos encontraremos en su próximo proyecto?
Aún no sé a quién encontraré, ni quién me encontrará.
– ¿Ha conversado con Fernández de la Vega? ¿Cuánto de realidad hay en la novela, tanto en lo que se refiere a la vicepresidenta como al Rasputín-ministro del Interior y al maquiavélico presidente?
No he hablado nunca con Fernández de la Vega. Mi novela es ficción, son ficción todos sus personajes y si a veces tienen rasgos comunes con políticos conocidos es que porque pienso que no sólo merecen ser investigadas las estructuras narrativas, el estilo, las voces, sino también elementos como la verosimilitud. Tal vez algunas personas piensen que son ciertos detalles y actos imaginados, y a otras les parezcan imaginados los que son ciertos.