PensamientoReseñas

El acoso de las fantasías

 
 

Por Gonzalo Muñoz Barallobre.

 

“Imaginémonos en la situación común de los celos: repentinamente me entero de que mi compañera ha tenido una relación con otro hombre. Bien, no hay problema, soy racional, tolerante, lo acepto…: pero entonces, irremediablemente, las imágenes empiezan a abrumarme, imágenes concretas de lo que hacían (¿por qué tuvo que lamerle precisamente ahí?, ¿por qué tuvo que abrir tanto las piernas?), y me pierdo, temblando y sudando, mi paz se ha ido para siempre.”

 

Así empieza Žižek (1949) su ensayo. En crudo. Sin ceder ni un milímetro al vicio académico de querer pensar asépticamente, o lo que es lo mismo, de manera irreal. Y es que el día a día está compuesto de cuerpos que sudan y huelen, cuerpos que son la antípoda del cogito cartesiano.

 

En este ensayo el pensador esloveno busca revelar el poder de la fantasía, ya que a través de ella nos relacionamos con lo real o, mejor dicho, lo cocinamos para que sea digerible por nuestro estómago histórico: “Podemos ver claramente cómo la fantasía está del lado de la realidad, cómo soporta el “sentido de realidad” del sujeto: cuando el marco fantasmático se desintegra el sujeto sufre una “pérdida de realidad” y comienza a percibir la realidad como un universo “irreal” pesadillesco, sin una base ontológica firme; este universo pesadillesco no es una fantasía sino, por el contrario, es lo que queda de la realidad cuando ésta pierde su apoyo en la fantasía.”

 

Pero Žižek va más lejos y nos dice: “La función de la fantasía es similar al “esquematismo trascendental” kantiano: una fantasía constituye nuestro deseo, provee sus coordenadas, es decir, literalmente “nos enseña cómo desear”.”

 

La fantasía late detrás de toda organización humana. Ella es el entramado sobre el que se articula todo discurso y, esto es lo jugoso, lo hace posible. Por eso, cuando las diferentes lógicas sociales entran en conflicto es indispensable sumergirse en el terreno de la fantasía para encontrar el punto de fricción. Pero lo simbólico es una zona que no se deja recorrer fácilmente. ¿La clave de Žižek? El pensamiento de Lacan, esa sublimación del psicoanálisis freudiano. A través de él, haciendo uso de sus conceptos, irán emergiendo los problemas haciéndose pensables. Pero la tarea no acaba aquí, una vez que se revela lo que permanecía en la sombra, se enfrenta a las estructuras sociales visibles, y será en este momento cuando entre en juego una lúcida reinterpretación del pensamiento marxista, pero que nadie se equivoque, los lugares comunes serán reformulados hasta volverse irreconocibles.

 

 

El acoso de las fantasías

Slavoj Žižek

Siglo XXI

296 pags, 20 euros.

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