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Entrevista con Irene Gracia

«En el origen, dioses y hombres éramos alados»

 

 

Por Benito Garrido. Fotografías de Pablo Álvarez

 

 

 

A propósito de su nueva novela “El beso del ángel”, hemos entrevistado a la escritora y pintora española Irene Gracia (Madrid 1956).

 

Irene cursó de pintura y escultura en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona. En 1994, con su primera novela, Fiebre para siempre, entró en el mundo literario por la puerta grande pues ya obtuvo el Premio Ojo Crítico de RNE. Después vendrían Hijas de la noche en llamas (1999) y Mordake o la condición infame (2001), que la consolidaron como una novelista original y emotiva. Con El coleccionista de almas perdidas (Siruela, 2006), fue finalista del premio Fundación J. M. Lara a la mejor novela publicada en ese año. También es autora de cuentos aparecidos en diferentes antologías y de una abundante obra pictórica.  Su obra narrativa se ha consolidado como una de las voces más personales y mágicas de la literatura española reciente.

En su última novela, El beso del ángel (Siruela, 2011), la autora vuelve a sumergirnos en un mundo fantástico, ahora poblado de dioses y ángeles.  Nos cuenta  la relación entre la bailarina Thérèse Fuler y un ser angélico que la acompañará durante toda su vida, Adanel. Su historia es también la de Apolina la sabia profetisa griega, la de Ledo el romano errante, y la de Dionisio el aprendiz florentino de Leonardo. Todos ellos, personajes marcados por el amor a ese ángel que va tomando diferente forma humana a lo largo de la corta historia del mundo.

 

P.- ¿Cómo te surge la idea de escribir sobre ángeles y dioses? ¿Era algo que ya tuvieras pensado de antemano?

 

Estoy haciendo confesiones inconfesables en las que parezco una iluminada. No lo soy. La verdad es que desde pequeñita sueño con ángeles. Tengo otro tipo de sueños, pero yo creo que como niña obediente que siempre fui, lo de soñar con angelitos me lo tomaba como una orden, y desde entonces sueño con ángeles. Aunque no lo parezca, yo soy muy agnóstica. Al ángel lo tomo como símbolo que nos ayuda a entender lo elevado y que nos sirve como metáfora para aprender a mirar sobre nosotros mismos.  Platón en Fedro cuando hablaba del alma ponía el ejemplo de las alas: “si el alma es perfecta y alada domina el cosmos, si no es alada va a la deriva”. Y es muy bonito, porque habla del alma como palabra que se puede transcribir por conciencia. Explica como nace el alma, y hace una semejanza con ese dolor y placer que es el cosquilleo de un niño al que le están saliendo los dientes. También Nietzsche cuando habla de Zaratustra lo hace como el bailarín, el alado dispuesto siempre a alzar el vuelo.  Se trata de las dos de las lecturas que más han marcado este libro.

 

P.- Hablas en muchos momentos del dolor, el “dolor superior al dolor de nacer y superior al dolor de ser.” ¿Consideras que la vida está hecha de dolor?

 

Está hecha de dolor. Pero también hablo del gozoso dolor, de ese que es el nacimiento de las alas, del de Santa Teresa y sus visiones. Ella en concreto, me encanta como escritora y también como filosofa. De hecho en “Las moradas”, hasta la persona mas agnóstica puede ver, si lo trascribes por estados de conciencia, que es un libro de alta filosofía. Y cuando se la aparecía el querubín y le clavaba la flecha en le corazón, gemía de dolor pero también de placer. Me gustan los opuestos, el choque como frontera del gozo y del dolor.  Es algo muy lúcido. Creo que lo realmente lúcido es ese estado, ese espacio intermedio.

 

P.- Cuanto más nos alejamos de nuestras raíces, más nos acercamos a nosotros mismos. A medida que me alejaba, veía con más claridad mi propio abismo. Entonces comprendí que necesitaba amar a una mujer, fuese diosa o mortal.”  ¿Por qué llegados a una trascendencia tan sublime volvemos al amor? ¿Es el amor ese ideal en torno al cual giran todos los impulsos vitales, el objetivo final en nuestra vida?

 

Uno de los temas principales de la novela es el amor. Yo acabo hablando siempre del amor, pero en este libro trato sobre todo del amor que vence tiempos y espacios. Era Oscar Wilde el que decía que cuanto más nos alejamos de nosotros mismos, más sinceros somos, porque despojamos a la vida de esa nube de cotidianidad que lo enturbia todo, que lo enmascara.  Sí, esta es una historia de amor, y del amor a lo sobrenatural. Me gusta trascender nuestras limitaciones (de cuerpo, de espacio), dar otra vuelta de tuerca, me interesan los personajes que inician ese viaje trascendente.

 

P.- ¿Consideras por tanto, que la realidad del amor supera a la de dioses y ángeles?

 

Sí, pero es como amar al amor, al arte, a los animales. Algo que me gusta de los mitos griegos es que en ellos los hombres, las mujeres y los animales tenían relaciones. En esa época había diosas que se enamoraban de pastores y tenían tratos carnales con ellos.  Y no solo eso, también había mujeres que se permitían el lujo de desdeñar el amor de dioses como Apolo. Y hasta a veces Zeus se tenía que transformar en animales para seducir a una mujer que le acababa de rechazar. Ese trato de semejanza tan lúcido, como que nadie es más que nadie, me atrae.

 

P.- Como ya hemos comentado, tu novela podría ser una alegoría del amor imposible, del olvido. Pero también de la desazón, la locura.

 

Sí, ahí también está la locura. Ya Platón en Fedro, reivindica las pitonisas de Delfos, defendiendo la demencia como un don divino (“a las pitonisas y las sacerdotisas que tantas y buenas cosas públicas y privadas nos traen cuando están en pleno delirio y ninguna cuando están cuerdas”). Pues bien, ese tipo de divina locura, ese hilo de oro que separa el cuerdo y el loco, esa línea fronteriza es la de la lucidez.

 

P.- Y luego esta la belleza, siempre presente en la historia, de hecho es por lo que siempre destaca Adanel en sus otras personalidades. ¿Por qué uno se enamora siempre de la belleza?

 

Bueno, en esta novela no tanto, porque Adanel es un ángel y los ángeles siempre son hermosos. Pero tengo una novela que se llama “Mordake o la condición infame” que trata de un monstruo divino, un personaje que físicamente es un monstruo de feria pero que en el fondo es un ser de los más bellos que he creado, para el que lo sepa ver y amar. Es como enamorarte del alma.

 

P.- Me encanta como en tu libro parafraseas a Santa Teresa y me gusta aún más la versión que de la creación bíblica haces, pero ¿tu crees que un libro puede gozar de la misma eternidad que un ángel?

 

Bueno, como ya he dicho, yo soy muy agnóstica, pero creo que los libros que perviven son sobre todo aquellas obras literarias perfectamente creíbles. A mí me da pena, que en esta sociedad enferma, se quite de los colegios la religión como asignatura, pero hablo de la religión como historia de la religión, como forma de conocer nuestros mitos, nuestra cultura.  Sin ella no podríamos entender “La Divina Comedia” o “Así habló Zaratustra”, ni saber leer los cuadros del Prado o del Louvre.  Inclusive dejaríamos de comprender los mitos griegos. Lo mejor, que es la filosofía, el conocimiento nos lo están quitando. Creo que debería implantarse más arte, más música, más mitos para los niños, pero desde la lucidez, desde el agnosticismo. Si Grecia fue tan grande es porque la gente culta adoraba a los dioses, pero sabía que eran mentira, que eran símbolos que te ayudan a entender la vida.

 

P.- Toda la narración es en primera persona. ¿Pretendes así conseguir una comunicación más íntima con el lector? ¿O existe un cierto temor al narrador omnisciente?

 

A mí me resulta muy fácil la primera persona para dejarme llevar por la voz y arrastrar al lector. También he escrito en tercera persona, de hecho mi anterior novela es así.  Pero en esta me gustaba la idea de la primera persona. Hay una novela que me parece perfecta y envidiable: “Otra vuelta de tuerca” de Henry James, en la que uno duda de si todo lo ocurrido ha pasado realmente o es un delirio de la narradora. Y como en mi novela, no solo Thérèse es la narradora sino también los otros personajes que se le aparecen en sueños, quería que se tuviesen varias lecturas. Luego ya con el toque final de la editora, conseguir un poco el efecto del eterno retorno.

 

P.- ¿Realismo mágico – Mitología mágica = crees que existe una interconexión? ¿podríamos hablar de otro camino abierto a la narración?

 

No sé si ya lo he comentado, pero Oscar Wilde decía que todo lo moderno viene de Grecia y lo anacrónico de la Edad Media. En mi caso, lo que intento al escribir es una iniciar esa continua búsqueda que alimenta a los artistas. En este libro he hecho uso de la mitología, pero en el próximo quiero romper. No es bueno enamorarse de lo que uno ha hecho: este es mi hijo, ojalá lo bendigan y lo quieran bien.  Y luego a otra cosa y cuanto mas apartada mejor. Por ejemplo, tras la anterior novela me dije ya estoy harta de hablar de amores entre hermanos, y ahora me diré estoy harta de alados. Hay que intentarlo, seguir buscando temas porque si no eres como un loro repetitivo

 

P.- ¿Hace falta un espacio, un rincón especial apartado del mundanal ruido para escribir una novela como esta?

 

No. Yo creo que ese espacio del que hablas es interior, y de verdad que no quiero parecer cursi, pero así lo siento. A veces, cuando en peores situaciones uno trabaja, se crea y se escribe mejor. Del mimo y la adulación no sale nada bueno. Nietzsche por ejemplo escribió lo mejor de su obra cuando no tenía siquiera editor, cuando las mujeres lo rechazaban.  Incluso lo cuenta, en su libro Ecce Homo: sin amigos, enfermo y solo plantea: “puedo asegurar que soy uno de los hombres que ha sentido la inspiración”. Y tú te dices pues es verdad. Ese espacio ha de ser mental, interior.

 

P.- ¿Cuándo escribes, cómo te planteas la historia: tienes ya un hilo narrativo de ideas a seguir o eres más espontánea? ¿Existe una disciplina del escritor?

 

Una disciplina de ponerte a escribir sí, las musas solo llegan cuando estás tirando folios, no cuando una está sentada en el sofá. A mí me funciona tener un pequeño cordón, un pequeño hilo de Ariadna que seguir, porque si no lo tengo hago historias delirantes. Pero por otro lado, si sigo mucho un plano, entonces me encorseta. Los escultores necesitan primero un esqueleto que igual son tres hierros pequeños, pero que si no los ponen, la figura se cae. Pues eso a mí me ha quedado muy presente para que la historia no se me caiga.  Pero todo amordazado tampoco es interesante.

 

 

P.- ¿Existe en Irene Gracia el miedo a la página en blanco?

 

No. Mi miedo es al parto de cada nueva obra, ¿qué dirán de este hijo locuelo?.

 

P.- ¿Qué implica este libro en la evolución de tu obra?

 

Pues no lo sé, porque de partida pienso que hablar de la “evolución de mi obra” podría ser algo pretencioso. Yo más bien me planteo: esto es un paso, un búsqueda, ahora otro paso. Los artistas que admiro, son los que están siempre en continua búsqueda, los que han acabado algo y dudan de si es lo que realmente buscaban. Esa búsqueda, ese ansia de verdad, de perfección imposible, ya es un viaje noble y verdadero, incluso más emotivo. En mi novela quiero reivindicar aquellas épocas de oro de la humanidad: Grecia como el huevo dorado del que salió nuestra cultura, cuando los hombres trataban con los dioses y los animales; Roma como un espejeo más pragmático pero también mas lúcido e inteligente, cuando los dioses eran simples símbolos y todos valían;  y luego, el Renacimiento tiempo en que los hombres no solo trataban con los dioses sino que algunos eran iguales que ellos, y otros incluso, como Leonardo da Vinci llegaban a superarlos; y finalmente aquella época terrible de la humanidad que va desde finales del siglo XIX hasta los años cuarenta,  pero que la reivindico porque considero que en el arte ha sido cuando se han dado los últimos movimientos más interesantes y en los que yo creo. De hecho Thérèse, es muy surrealista.

 

P.- Eres licenciada en bellas artes ¿qué tienen en común para ti el arte y la literatura? ¿Qué te ha dado la literatura que no el arte?  ¿Pueden excluirse?

 

Son vasos comunicantes. Ojalá volviésemos al Renacimiento en que el mundo de las ideas, las ciencias y las artes eran como esos vasos comunicantes.  Los científicos ahora son verdaderos poetas y no los escuchamos. Y luego me interesan mucho artistas como William Blake que cuando pinta se nutre de literatura y viceversa. Pintura y literatura no se excluyen, son formas diferentes de expresar lo mismo: ansia de lo que no hay. El arte para mi es como la divinidad mas verdadera porque ya parte de que te dice que es mentira. Es la forma más bella de transmitir a través de una mentira esa verdad que quieres contar. Desde pequeña siempre me han atraído mucho las personas muy mentirosas. A través de las mentiras conocemos a las personas. No me gustan las mentiras pequeñas, me atraen las grandes mentiras. Dime de que mientes y te diré que deseas.

 

P.- Demuestras un dominio del lenguaje y del vocabulario realmente envidiable. ¿Te ha servido la sensibilidad artística para escribir mejor, para ser más expresiva quizás?

 

He de confesar, tampoco debiera, que escribir novelas me cuesta muchísimo. Pintar y escribir poesía me es mas fácil, para bien y para mal, pues soy mas chapucera; hago un borrón y ya queda resultón. Pero en mis novelas, como tratan temas que rayan lo increíble, procuro que técnicamente todo esté bien. Que la estructura, el punto de vista, el estilo, todo lo que es técnica, todo esté bien, para que el lector que esto no le interese nada, al menos respete la obra.

 

P.- ¿Qué te parece publicar en la colección Nuevos tiempos de la editorial Siruela?

 

Siruela es una de las editoriales que mas me gustan, junto con Atalanta, Valdemar, Olañeta. Estoy encantada de que mis libros estén en Siruela, aunque lo verdaderamente importante es que el libro nazca, donde sea, pero que nazca.

 

P.- ¿Estás preparando algo o tienes ya una idea de cual pueda ser tu próximo proyecto?

 

Estoy con un libro adelantadísimo que me ha poseído. Es una creación de amor a los escritores alemanes del romanticismo. Me ha poseído, son fantásticos. Lo tengo muy adelantado, quizás para después del verano pueda sacar otro libro. Y a la par estoy pintando.  Quiero volver a exponer, hace muchos años que no lo hago pero hace poco soñé una exposición que quiero hacer ya. Esa exposición la estoy pintando, pero aún tengo que buscar local.

 

P.- Después de leer la novela, al lector puede quedarle la ilusión de conocer un ángel que le haga volar en todos los sentidos. En una sociedad como la actual, ¿crees que se pueden encontrar ángeles a través de internet?

 

Yo creo que sí. Están con nosotros. Yo como la editora de Thérèse a veces también gritaría “Adanel, Adanel llévame a mí también”. De hecho un día que estaba disgustada dando un paseo por un parque grité la frase, y cayó una castaña de un árbol que casi me abre la cabeza.  Es cierto eso de que los dioses para castigarnos siempre cumplen nuestros deseos.

 

Muchas preguntas se quedan en el tintero, pero no podemos alargarnos más. Solo nos queda agradecer a la escritora su tiempo y desearle mucha suerte con esta su nueva novela.

 

 

 

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